En un lugar del bosque cerca de aquel castillo encantado habitan las historias más intrépidas posibles donde la princesa era tomada por una bestia maldita y culminaban cegados por el amor de una rosa. En cambio, para los lectores de una sutil narración yacente en la penuria se descubren los relatos de un nuevo día, y hoy, en la ciudad de Seúl, la historia no toma huida, más sin embargo, es la excepción de todo cristal quebrado en la lejanía.
De un príncipe encantador a un pueblo angustiado por el mismo.
—Tae, es hora de levantarse, llegarás tarde a la escuela—. Comentó Seokjin en un susurro casi inaudible para luego proseguir a acariciarle el cabello reiteradas veces hasta observarlo finalmente removerse sólo un poco.
—¿No es sábado hoy, hyung?—Cuestionó confundido visualizando el tenue reflejo de la luz refulgente mientras la cortinilla encubría toda su extrema presencia para no causar daño a sus bonitos ojos color avellana e ingenuidad.
Durante los días de descanso y el fin de semana, el amanecer se mostraba con más plenitud, y los vehículos transitando la vía dispuestos a hacer del alba un mejor principio, dando por finalizado el sueño de una noche anterior.
Formó un leve puchero y sus mejillas adaptaron el color de un rosado pastel. Era el último día de la semana y el más cansado por igual.
No obstante, tampoco le disgustaba la idea de estar con sus compañeros, podría entretenerse junto a ellos y otorgarles muchos regalitos al verlos durante el ciclo escolar.
—Es viernes pero al menos el fin de semana inicia mañana y estas pequeñas vacaciones serán divertidas, lo prometo—. Y por así decirlo, el mayor tenía en cuenta la necesidad de Taehyung despojar su memoria, pues sus cuentos y librillos iban de viento en popa hacia sus sentimientos, creyendo de manera íntegra en el destino y en el amor.
Dado a que su mente era reluciente, igualmente lo era su corazón.
—¿Eso implicaría el hecho de que me compres el libro de "La bella y la bestia"? Hyung, sabes cuánto lo quiero y si de dinero se trata, he ahorrado bastante ayudando a la señora Jeon en la floristería.
—No hay de qué preocuparse y no deberías consumirlo en algo que puedo comprarte—. Mencionando el esfuerzo que ejercía para la paga de su trabajo y el aprecio hacia su "pequeño", hacía que no importase nada más bien la sonrisa de alguien como Tae.
—El desayuno está preparado, te esperamos abajo.
Y tras luego de unos segundos Taehyung dió principio a vestirse de manera apresurada, culminando al fin, en un abrir y cerrar de ojos. Mismo transcurso de siempre, sólo que ésta vez, alguna que otra aventura ha de comenzar.
Sin olvidar su pieza, colocó en sí su amuleto de la suerte, un delicado collar de rosas marchitas.
Por la gallarda narración de un príncipe galante.
—¿Te llevarás el desayuno?— Cuestionó su madre. Taehyung asintió. —¿Lo compartirás con Jeon?— Afirmó nuevamente.
Un beso de despedida fue suficiente para que el castaño emprendiera su jornada de la mejor manera. Por consiguiente, se tornó costumbre irse en trayecto con el pelinegro, pues el mayor lo esperaba junto a su bicicleta y le obsequiaba galletas en forma de princesas. Desde Blancanieves y sus siete enanos hasta la pulcra imagen de la hermosa Bella.
Sin ser consciente de que sus manos sujetaban de manera resistente la cintura del contrario y su mandíbula se posicionaba sutilmente en el hombro de Jeon, pudiese ser tan serena su anatomía, reconociendo esta al saber que la brisa chocaba en sus oídos y una melodiosa composición de la naturaleza arropaba su ser, en un camino despejado y extenso dónde el contexto y entorno tan sólo eran los árboles de cerezo que una vez fueron descalzos pero que hoy son el lugar más florecido en Corea del Sur.
Llegando de imprevista la tan conocida primavera.
Y en un sendero exacto, hojas desvaneciendo hasta el pavimento, deslizándose por el aura que no posee identidad. Queriendo que aquel momento fuese eterno pero sabiendo que sus nervios lo podían traicionar.
El amor ha tocado mis puertas finalmente, y ahora, ¿cómo debería sentirme?
Por mi príncipe en estaciones, cuentos, magia y realidad...
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