Mantén la cordura

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Mantén la cordura

Oscuridad total, un cuchillo en mi mano y una firme determinación. Desciendo por las viejas escaleras sigilosamente, no vaya a ser que me descubran antes de tiempo. Oscuridad total, una puerta cerrada y una determinación mortal. Sigo mi camino, dos cuerpos durmientes, uno en cada cama. Es un sueño, como tantos otros, no es real. Será fácil, están dormidos y malheridos.

Oscuridad total, sangre emanando de sus gargantas y mi inesperado amante, muerto.

Despierto de golpe, sudando y jadeando, un estallido resuena por todas partes. Miro al otro lado de la cama, él no está ahí y los recuerdos de mi sueño hacen que me invada el terror.

La casa está siendo bombardeada por decenas de brutales hechizos. No sé cómo los mortífagos lograron atravesar nuestras protecciones, pero saberlo no cambiará el hecho de que ya están aquí. Grimmauld Place ya no es un lugar seguro, y ninguno parece serlo luego de perder la guerra.

Severus entra corriendo a nuestra habitación y, agitado, cierra la puerta con llave. Me abstengo de señalar la futilidad de tal acción, dadas las circunstancias. Me mira, el sudor corre por su frente, sus ojos están casi desorbitados, abre y cierra la boca en repetidas ocasiones, sin conseguir que nada parecido a una palabra salga.

Yo estoy entrando en un estado de pánico que me mantiene paralizada en el lecho que hasta hace pocos minutos compartíamos.

—Hay que luchar— digo, con una voz que suena extraña hasta para mí, una voz que siento no me pertenece.

La expresión de él es de absoluto horror, niega enérgicamente con la cabeza, al mismo tiempo que un nuevo hechizo hace retumbar los cimientos.

—No— susurra Severus—. Tenemos un último recurso.— Saca de entre sus ropas un espejo antiguo y sucio, se sienta a mi lado y me acaricia una mejilla, como si fuera una noche normal, como si no estuviésemos en extremo peligro—. Es un traslador... se activará en unos pocos minutos.— Lo miro a los ojos, con la pregunta escociéndome la garganta, pero él me tranquiliza con un beso de agobio en los labios.

Una explosión bestial sacude las paredes y el piso; un sonido de derrumbe sugiere que los mortífagos han logrado derribar la parte delantera de la casa. Han entrado.

—Severus.— Mi tono estrangulado se pierde tras los gritos de furia, júbilo y otras emociones que ahora no puedo clasificar.

—Calma... Mantén la calma. Busca tu mochila— me dice él, mirando fijamente hacia la puerta cerrada, mientras el ruido de pasos subiendo las escaleras se torna cada vez más cercano.

Mi corazón empieza a latir desenfrenadamente. No quiero morir sin luchar. Sujeto con fuerza mi varita y la levanto, pero la mano de Severus me detiene. ¿Qué está haciendo? Si voy a morir, quisiera, por lo menos, llevarme a algunos de esos malnacidos conmigo.

De pronto, el espejo comienza a emitir una tenue luz azulada.

—Confía en mí... Acabaremos con estos hijos de puta, pero no ahora, Hermione. Ahora reúne tus cosas rápido.— Toma mi mano con más fuerza de la que acostumbra, me imagino que es debido al miedo.

Confío en él. Sé que mientras pueda protegerme, lo hará, y yo también. Encuentro mi mochila junto a la cama, guardo en ella las pocas pertenencias que tengo en el velador y me la cuelgo en un hombro.

Aprieto su mano y encuentro sus ojos, que ahora parecen de fuego, llenos de ira. Entre el caos de nuevos hechizos, detonaciones y gritos (ahora provenientes justo detrás de la puerta), trato de infundirle a mi amado algún sentimiento benigno, para apaciguar el odio nocivo en su mirada.

Mantén la corduraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora