Primera luna

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Sangre, se despertó porque el lugar olía a sangre y fue inevitable que sus colmillos se formaran mientras movía su nariz en el aire intentando descubrir la procedencia de tan apetitoso olor. Salió de la cama y recorrió su vivienda hasta la puerta de entrada, abriéndola y encontrándose a un aldeano que se había caído y hecho un corte en la mano de donde el líquido rojo brotaba a borbotones. Cerró de inmediato e hizo lo posible por calmarse y que sus dientes regresaran a la normalidad, tan pronto estuvo segura que su mente estaba en control de todo volvió a asomarse con su botiquín para ayudar al desafortunado sujeto.

Escuchó una pregunta sobre sus ojos y solo sonrió diciendo que sería cuestión del sol, afortunadamente el hombre le creyó y tras agradecerle varias veces por su amabilidad se marchó. Fue al espejo solo para comprobar que efectivamente sus orbes normalmente de color chocolate se encontraban de un color casi amarillo y con un aspecto más gatuno que humano, contó de 20 hacia atrás y al volver a abrirlos finalmente pudo verlos normales. Faltaba 1 noche para la luna llena y le era cada vez más difícil apaciguar sus instintos.

Sin perder más tiempo se preparó para su jornada laboral, trabajaba como sirvienta para una prestigiosa familia, el horario le era muy conveniente al ser mayormente la niñera de la hija menor y de paso eso le permitía mantener su mente lo suficientemente relajada y sin altos picos de emociones que pudiesen desencadenar un incidente que revelarían su ser oculto, siempre debía evitar que la descubrieran o intentarían atraparla bien fuera para usarla como exhibición en alguna feria o simplemente matarla por ser lo que era. La aldea en la que estaba actualmente le gustaba, su nombre era Konoha y era la capital del país del Fuego, a pesar de ser ella una foránea allí había logrado pasar desapercibida y en general todos eran amables y tranquilos. El problema es que su otro yo estaba empezando a llamar un poco la atención y el mes anterior había escuchado que algunos hombres querían hacer una batida de caza en la zona para deshacerse del animal que estaba asesinando al rebaño, eran unos llorones, nunca mataba más de 3 ovejas en la única noche que salía a cazar. De la nevera sacó un trozo de carne y se contuvo de comérselo crudo, aunque solo lo pasó por el calor de la brasa escasos dos minutos por lado antes de tragarlo sin cubiertos. Necesitaba que ese día y el siguiente pasaran rápido, una vez terminara la luna llena tendría un poco de paz mental.

Correteó por el enorme jardín con la pequeña Miku, los padres de la niña siempre agradecían que lo hiciera pues eso la agotaba y dormía toda la noche sin poner problema, especialmente porque ninguna de las sirvientas anteriores era capaz de seguirle el ritmo y se cansaban primero que la infante, ella solo inclinaba la cabeza agradeciendo las palabras sin aclarar que ese ejercicio también la estaba ayudando a ella. Esa noche cerró los ojos sabiendo que al día siguiente sería más difícil todo.

Se despertó tarde y salió aprisa por la aldea, nadie se sorprendía de tal cosa pues de vez en cuando veían ir a las carreras. Debía usar su velocidad normal, así que se metió por un callejón entre algunas casas para acortar camino y justo cuando estaba saliendo al otro lado un hombre cruzó de la nada sin que alcanzara a frenar, así que se estrellaron.

- Mil disculpas — dijo de forma automática

- Debes fijarte por donde vas — era una voz profunda, pero evidentemente enojada mientras se sacudía la ropa que se había ensuciado por la caída, era un hombre atractivo que no era de la aldea. No quería discutir aunque se le antojaba decirle que él también debía prestar atención a su alrededor pero una ligera convulsión la recorrió al verlo a los ojos, ocasionando que sus propios ojos cambiaran y sus uñas se afilaran — ¿estás bien?

- Sí, de nuevo, mil disculpas — contestó escondiendo su mirada y apretando sus manos en puños para ocultarlas antes de continuar corriendo intentando recuperarse

Dos lunas (NejiTen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora