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ADRIEL BLACK

 Línea del tiempo:  I siglo en el pasado.

Observó unos hermosos grises que están fijos en mí. Nunca pensé que una mirada sería capaz de transmitirme tanta paz. La cajita musical deja de funcionar aquellos ojos grises que ya estaban a punto de dormirse, llora exigiendo música otra vez.

─ Caprichosa y exigente─ comenta la mujer entrando a la habitación, coloca la caja musical a funcionar otra vez acercándose para tomar a la niña en brazos─ Ya pasó hija mía─ la acurruca.

Me quedo observándola, pensando seriamente en tomarlas a las dos y llevarlas a cualquier lugar en donde a ninguno de los tres nos conozcan, donde los problemas no puedan alcanzarlos. Pero es imposible, para estos momentos todo continente debe conocernos ya. Puedo escuchar las voces en el piso de abajo, sé quién ha llegado, sin embargo, prefiero deleitarme con la imagen de mi esposa haciendo dormir a mi hija.

─ Te he dicho lo deleitable que luces hoy ─ pronuncio en voz baja a lo que deja a la bebé en la cuna, ella sonríe observándola─. Ella tiene casi un año de nacida y no tiene nombre.

─ No quiero ponerle un nombre, el cual en un mes debe ser cambiado─ murmura, sin siquiera verme está anonada con la imagen de nuestra hija─ No puedo creer que la ame tanto... Es horrible. Como si ese amor me consumiera.

─ Comparto el sentimiento.

Me acerco y ella ahí se atreve a mirarme, puedo notar la preocupación en sus ojos, aunque sé que es imposible que no se preocupe, no quiero que ella se atormente con lo que se supone que está en mi responsabilidad.

— Lamento que a su corta edad tenga que vivir esto.

— No es tu culpa— habla ella— Estás luchando por nosotras— pone su mano en mis mejillas acariciándolas, mientras yo me pierdo en el color de sus ojos— Tu hermano está abajo─ me informa ─ Está dispuesto a buscar una solución para protegerla. Todos están dispuestos a dar todo para protegerla.

Mis ojos caen en sus dedos que ahora están jugando con mi muñeca.

─ Una vez me hiciste hacer una promesa─ recuerda y sé perfectamente de lo que habla─ "Si es de matarte, para protegerla. Lo haré". Esas fueron las palabras que me hiciste pronunciar. Ahora quiero que tú lo hagas.

Me suelto de su agarre como si me quemara, niego sin siquiera mirarla, no puedo, ni quiero hacerlo. Primero busco todas las opciones posibles antes de matar a la mujer de mi vida, no soy capaz de matar a Freya y que el infierno me condene si es que llego a hacerlo. Son ella y mi hija viva o nada, ellas dos, no solo una.

─ Hallaré una solución─ digo enfrentándola.

─ Y sé que lo harás─ asegura─ Pero no sabemos con certeza cuál será o lo que debemos hacer para mantener a salvo a nuestra hija─ odio cuando tiene razón ─ Adriel, promételo.

─ Lo prometo─ suelto, aunque por poco y el nudo que se había formado en mi garganta lo impide.

Eso parece dejarla un poco más tranquila, lo contrario de mi situación. Le beso antes de irme abajo encontrándome a mi hermano hablando con los demás de la casa. Especialmente mi cuñada.

─ Leila, ayuda a tu hermana por favor.

Pido, sabiendo lo difícil que es cuidar a la niña, ella asiente permitiendo irme afuera, no me molesto en hablar a mi hermano, simplemente camino sabiendo que él me seguirá.

La casa está ubicada en las afueras del pueblo más cercano, ocultada por el profundo bosque. Eso ayuda a que todos estén seguros mientras no esté. Avanzo a mi paso hasta llegar al acantilado.

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