Sanguis Gratiam [precuela]

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—Quiero que hagas esto, Uraraka —dijo Bakugou con firmeza—. Es una orden.

Uraraka saltó de la impresión y salpicó algo de tinta sobre un pergamino. La superficie de su escritorio tembló cuando el Grimorio abierto le cayó encima. Un libro demasiado grande, viejo, y que a pesar de ser llamativo, estaba lleno de conjuros peligrosos y maleficios.

Cada Hechicero en los cuatro reinos lo creía perdido desde hace siglos. Uraraka y Deku lo habían encontrado hace pocos meses, entre las ruinas de un castillo cercano.

Como era de esperarse en esas condiciones, se encontraba en muy mal estado. Pero el Rey que lo dejó caer frente a ella en ese momento, se encontraba peor.

Bakugou lucía tan agotado y desesperado, que Uraraka quiso apiadarse de él y obedecer la orden sin chistar. Llevaba el cabello mas desordenado de lo normal y no precisamente limpio, además de estar a la par que su ropa descuidada. Sus ojos la miraban enrojecidos, sus labios se veían resecos y heridos por tanto morderlos de la preocupación. Una imagen por demás indigna para un Rey, pero justificada para alguien que estaba perdiendo al hombre que amaba. Y ella lo entendía, pues estaba perdiendo a dos de sus mejores amigos, sin embargo, por mucho que la vida de Izuku e Iida estuvieran en juego, no podía permitirse recurrir así de fácil en la magia oscura.

Debía existir otra solución para quitarles la maldición de la Muerte Hambrienta. Solo necesitaba más tiempo para encontrarla.

De ahí el trabajo que estaba haciendo antes de la interrupción del Rey.

—¡Lo siento mucho, majestad! Sabes que no puedo obedecer esa orden... —dijo, pensando cuanto le convenía trabajar bajo orden directa del otro Rey en esta alianza, y no de Bakugou.

Pero este no lo aceptó.

—Sé que puedes.

—Aún así debo negarme... —insistió ella, dando un vistazo breve a la pócima que estaba preparando—. Sin una orden expresa del Rey Todoroki, yo...

Bakugou le envió una mirada fulminante y sus siguientes palabras cortaron el aire.

—Tu Rey estará de acuerdo, Uraraka. Todoroki quiere salvarlos a cómo de lugar, así cómo es mi voluntad —Bakugou apretó los dientes, inclinándose más cerca—. Debes hacerlo, por ellos.

Uraraka tuvo que inspirar profundo para darse valor y sobreponerse a la impotencia que sentía. Ella jamás los abandonaría, como insinuaba el tono de voz de Bakugou. Los apreciaba demasiado.

Iba a ayudarlos, pero lo haría a su manera.

—Si es así, entonces deberé objetar a los deseos de mi Rey —replicó, aguantándose las lágrimas y consciente de que podrían acusarla de traición por esto—. Soy una Hechicera que se dedica a la protección y defensa de lo sagrado, no una Bruja que recurre al uso corrupto de la sangre y del sacrificio...

Los ojos de Bakugou se volvieron fríos, pero ningún juicio terminante dejó sus labios.

—¿Ni siquiera si pudieras detener a este mal para siempre? —dijo en cambio, más tenso que antes—. Izuku lo haría —espetó, convencido—. Tomaría la posibilidad, si eso significara protegernos a todos y evitar que esta maldición putrefacta se expanda. O peor, que extermine a nuestra gente.

Uraraka respiró profundo.

Lo sé.

La voz le tembló al hablar en este punto, pero a Bakugou también.

—¿Qué harás entonces, Hechicera? No tenemos tiempo para esto. Lo sabes, maldita sea.

Aún reticente, pero comprendiendo que la urgencia era real, Uraraka se concentró en el Grimorio y se dispuso a leer las páginas que Bakugou había seleccionado.

Aeternum Idyll [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora