Capítulo 1

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Una familia. Es ése el sueño muchas personas, ¿no?

Poder llegar a tu hogar, y que en cuanto puedas al girar la llave en el cerrojo, empujes la puerta y des un paso dentro de casa, unos brazos rodeen tu cuello y besen con cariño tus mejillas. Y después, que tu flamante esposa se acerque a ti aún con la cuchara de la sartén, para recibirte con uno de esos besos que por tanto tiempo te han cautivado.

Que una pequeña vocecilla te cuente como le ha ido en el colegio, mientras mueve sus pies en la silla, obviamente enorme para su estatura, y empiece a cantar con sus escasas palabras sobre las flores y otras cosillas más.

Poder caminar por un parque, comer un helado y hacer un picnic entre los árboles. Jugar a la pelota, leer un libro, ir al cine... en fin, tantas cosas que hacer como una familia.

Pero mi caso era distinto.

Yo sí tenía una flamante esposa que me recibía aún con la sartén en la mano. Podía pasear por los parques, hacer divertidos picnic's, ir al cine y leer libros.

Pero Dios, o la vida misma habían complicado algunas cosas.

Alexa era mi esposa; la conocía desde la preparatoria y en cuánto terminamos la Universidad, le propuse matrimonio. Llevábamos cinco años como marido y mujer, y casi nueve de conocernos.

Ella era la mujer perfecta, hermosa y gentil, un ser que me había dado incluso más de lo que merecía y éso sólo era un punto del porqué yo la amaba con toda mi alma.

Pero como antes lo había dicho, las cosas habían resultado complicadas.

Hace un año, nos encontrábamos en la sala posterior de casa la casa de mis padres en Ohio. Era víspera de Navidad, la familia entera se hallaba reunida y con un regocijo inexplicable.

Verónica, mi prima, salió de repente de las maceteros de mi madre, con una gran sonrisa nos miró a todos y tomada de la mano de Julián, su marido, comenzó a hablar.

-No sé cómo empezar, y de hecho es para mí un gran gozo y alegría compartir con ustedes, familia, que Julián y yo decidimos... procrear, y nos encantaría que ustedes compartieran la dicha nuestra de ser padres.

-Verónica está embarazada.-sonrió su marido.-Esperamos que nuestra pequeña Rosemary llegue dentro de seis meses. O quizá menos.

Todo aplaudimos y nos acercamos a felicitar a la pareja. Todos excepto Alexa.

Ella en cambio se quedó en una esquina del vestíbulo y nos miraba sin ninguna expresión. Cuando regresé a su lado, y con intenciones de hablar con ella, corrió escaleras arriba y se encerró en la habitación que nos habían dado mis padres.

Abrí la ventana del pasillo y me colé por la cornisa hasta llegar al balcón donde suponía que mi esposa estaba, y en efecto, así era. La abracé con mucha fuerza, pero cuidando el no lastimarla.

-¿Por qué has salido tan a prisa de allí?-pregunté.

-Ese no es tu asunto, Carlos.

-Claro que lo es; eres mi esposa y todo lo que a ti refiera es de mi entera importancia. Ahora dime, cariño.

-Quiero tener una familia, Carlos.

-Alexa, ya tienes una. Mis padres, tus padres, yo... Todos nosotros somos tu familia, y te amamos.

-No me refiero a eso.-se soltó de mis brazos.-Carlos, yo quiero que tengamos un hijo. Quiero poder cuidar de alguien, y amarlo con todo mi corazón. Carlos, yo necesito la ternura de un bebé conmigo, a un pequeño que sea resultado de nuestro amor.

Me quedé callado. Medité por un segundo todas las inmensas posibilidades que había al dar este gran paso con Alexa, pero realmente no hallaba ninguna que nos fuera en contra. Así que sonreí y la besé, dándole a entender sin necesidad de palabras, que yo también quería eso.

Pero tres meses después, me arrepentí enteramente.

Los resultados de la clínica habían llegado, o más bien, yo había ido por ellos. Alexa y yo abrimos el sobre con temor, e incluso ella ya estaba llorando, pero su verdadera desgracia llegó cuando comenzó a leer lo allí contenido: Ella era infértil, es decir, que no podía tener hijos.

Durante los meses anteriores habíamos intentado de muchas maneras con tal de poder concebir un bebé, pero nada daba resultado. Entonces, optamos por consultar un sexólogo, que nos sugirió hacer éste test. Ahora todo tenía sentido.

Y aunque ya había pasado tanto tiempo de éso, y ambos nos habíamos sometido a diversos tratamientos que aumentaran el índice de fecundación, nada daba resultado. Era una gran frustración e impotencia, pero nada más había que hacer. Entonces nuestro sueño estaba roto, y ambos, secretamente, nos temíamos que también nuestro matrimonio.





"Medio corazón" con Carlos PenaVega♥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora