4.

27 2 4
                                    


El día estaba gris, nunca le gustaron los días como estos, pues cuando él estaba se la pasaban recostados, tratando de evitar la tristeza que los días tormentosos traía consigo.
Había pasado ya un tiempo, no sabía con exactitud cuánto, pero había ya unos cuantos meses en los que la melancolía le hacía compañía todas las noches.
Divertido que aquel cuerpo cálido hubiese sido reemplazado por el frío de la soledad y la oscuridad en aquella habitación.
Esa habitación que era testigo de todo.
Cuando Temo llegó al edificio Ari rara vez lo dejaba salir de su habitación, floreció su amistad y “algo más”. Y pronto un montón de días en los que sus manos estaban inquietas por tocar y mantener cerca a ese dulce y pequeño chico.
Sí, Ari estaba enamorado hasta los huesos, pues Temo siempre le ponía a pensar y le maravillaba con su mente y su forma de ver el mundo, él era un sol de persona, Temo era incluso más que el sol, era el cielo completo, pues cuando sonreía brillaba más que el sol y las estrellas en conjunto, además, cuando lo miraba se sentía pleno y en paz, similar a la sensación que había en él cuando se recostaba en el pasto y miraba con atención hacia arriba. Siempre le gustó mirar al cielo.

—Hay muchos misterios allá afuera, ¿Sabes?—
Le dijo Temo una vez, luego de besarse durante minutos interminables —y demasiado cortos a la vez—, había salido al balcón de la habitación de Ari y mirado con una sonrisa tranquila las nubes que se movían lentamente.

—Hay más misterios en el mar—
Respondió tardíamente pues ahora Temo había perdido el hilo de la conversación.

—¿Cómo?—

—Yo digo que son similares y diferentes, como nosotros—

Temo frunció el entrecejo mientras se recargaba en su hombro.

—Explicame entonces—

—Siento mucha paz cuando estoy contigo, igual que cuando miro hacia el cielo—

Temo sonrió con los ojos cerrados.

—Si yo soy el cielo ¿Tú eres el mar?—

—Algo así— suspiró — El mar es muy fuerte pero siempre está en sincronía con los tonos del cielo, sí hay nubes grises el agua es oscura y cuando reluce en azul el mar también, es algo así como lógica—

Y Temo habría reído por la confusa explicación de Ari, pero él había tenido razón.

Más tarde cuando Temo había sido golpeado en la escuela el cielo se oscureció. Y Ari también.

Y cuando él sonrió después de hacer el amor con Ari el mar se mantuvo en calma, casi como si supiera la felicidad que brotaba de sus corazones.

Pero entonces, ese día, cuando pasó “lo que pasó” (Cómo decía Ari para evitar sentir más dolor) el cielo se cubrió de nubes grises y el mar estaba rabioso. Como el alma de Ari.

Por eso los días con el cielo oscuro le ponían de malas. Porque le recordaba que ya no había días con cielo azul. Él realmente extrañaba los días con cielo azul. Pero lo extrañaba más a él.

Aún se arrepentía por ello, pero no era su culpa. Temo había dicho que no lo era y eso estaba bien. Él siempre le creía a Temo.

Pero cuando encontró el diario de poesía de Temo él se derrumbó. Y no dejaba de repetirse la última frase que estaba escrita en la última hoja de aquella libreta.

“Te cuidaré desde lo más alto del cielo”

Y entonces, Ari sonreía y salía, miraba al cielo y continuaba con su vida. Porque solo eso podía hacer.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 01, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

☁️; 𝙨𝙠𝙮.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora