Capítulo 1: Así comienzan los cambios

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Y pensar que solo es miércoles, aún queda todo el resto de la semana para poder descansar al fin de esta locura. No es que no me gusten las capacitaciones, pero es agotador estar todo el día explicándole a la gente como usar la plataforma, en verdad es que me pregunto cómo algunas personas llegaron a los puestos que están.

Como sea, por lo menos ya tengo experiencia en cómo enfocarlas y hacerlas más eficientes. Hacer esto por casi cuatro años te da tips para implementar cuando el público no es el más idóneo para la capacitación.

̶ Disculpe, si terminaron, debe desocupar la sala porque ahora viene otra reunión – me dice Cinthia, la secretaria.

̶ Termino de guardar mis cosas y salgo. – le sonrío y continuo – Disculpa, para mañana la sala está solicitada, ¿no? – le pregunto porque el martes hubo problemas con la reserva de la sala y no quiero que vuelva a pasar, estos usuarios son desagradable cuando estos temas no están resueltos antes.

̶ Reviso y le confirmo – responde amablemente.

Sale de la sala y yo me encuentro guardando el notebook y mi cuaderno de apuntes. Cierro mi bolso, miro alrededor, computadores apagados, sillas ordenadas, no se me queda nada, tomo mi botella de agua y salgo.

Sé que no me toca hacer este tipo de actividades, pero cuando toca reemplazar a alguien del equipo, no queda de otra, por lo menos me gusta la interacción y explicar cosas, aunque a veces me ponen reales desafíos los asistentes de las capacitaciones.

̶ Señorita, efectivamente la sala está reservada para mañana de 10 a 16 y el viernes de 9 a 13. - me comenta la secretaria.

La he visto un par de veces y aun creo que no se sabe mi nombre, pero nunca me lo ha preguntado o se ha preocupado de saberlo, yo sí se me el de ella. Debo admitir que disfruto despedirme y ver su cara de remordimiento.

̶ Perfecto, muchas gracias Cinthia, nos vemos mañana entonces. Adiós. – le digo y ella da un respingo y se nota incómoda.

̶ Hasta mañana – me responde un poco molesta. No quiere ceder al tener que preguntarme el nombre.

Le doy una sonrisa y asiento con la cabeza. Doy media vuelta y salgo de la oficina. Camino por el pasillo, estoy en el piso 6 y el ascensor en el 20, así que mientras espero, saco mis audífonos, los conecto a mi celular, coloco Spotify y empiezo a escuchar la lista con la que estoy obsesionada ahora último.

Cuando llega el ascensor estoy muy bien tarareando una canción que ni idea lo que dice porque está en turco, pero la melodía es muy contagiosa, es de un grupo llamado Koliva, es lo único que sé. Subo y me encuentro con dos personas más, las saludo aunque no espero respuesta, puesto ambas están mirando sus teléfonos.

Desde que vi ese video hace unos años, encontré muy lógico que se debe saludar al entrar y salir de un ascensor, ahora cuando lo hago, me llama la atención de que hay gente que le molesta, como si le educación fuera algo malo o raro, sinceramente no entiendo a algunas personas, otras sin embargo responden muy amablemente. Bueno, cabe decir que mi forma normal de saludar a la gente de los ascensores es bastante intimidante, porque lo digo con fuerza para que la gente reaccione. Realmente, no entiendo la mezquindad de algunas personas al negar el saludo, estamos en una sociedad tan individualista que me perturba muchas veces. Afortunadamente, siempre hay buenas personas que responden e inclusive agregan una sonrisa, eso definitivamente mejora los días y los trayectos. Más de alguna vez he terminado conversando con alguna persona y hasta bromas hemos dicho.

Mi oficina está cerca de donde estoy, camino un par de cuadras y trato de esquivar la enorme de cantidad de personas a esta hora, y eso que aún quedan dos horas más para la salida de casi todas las oficinas.

Una taza de caféDonde viven las historias. Descúbrelo ahora