Devilman, 2018
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Era otra agradable noche en la incesante cacería de demonios para aquel dúo. La verdad, para Ryo era lo mejor que le pudo haber pasado. Compartía tiempo con su mejor amigo (y "crush" de toda la vida) Akira Fudo.
En ese momento, ambos se encontraban sentados sobre la cajuela del lujoso auto de Asuka, mientras intercambiaban anécdotas de su niñez.
Por primera vez, Ryo no traía un solo abrigo encima, ya que había salido con prisa de su hogar por un par de ataques que se habían registrado en la zona donde se encontraban ese momento, no muy lejos de la residencia Makimura. Este hecho, hizo que Akira mismo le insistiera tanto a su compañero de asistir lo más pronto posible, no quería que ningún miembro de esa familia saliera herido; mucho menos Miki.
A Ryo le daba igual si ella moría o vivía. No le tenía ningún tipo de afecto y claro, si alguna vez se lo tuvo, se esfumó al saber los sentimientos del castaño hacia ella.
—Está todo muy tranquilo. —afirmó, mirándolo de reojo—. Deberíamos irnos a comer algo. —desvió su vista al cielo estrellado— ...como unas hamburguesas.
—No. —respondió abruptamente el castaño—. No me iré de aquí hasta encontrar a quien haya causado estragos. Sea humano o demonio. Si ellos saben que yo soy Devilman, posiblemente tomen represalias contra la familia Makimura. No quiero eso.
—Harías todo por protegerlos. —"O protegerla", pensó, observando como su amigo se recostaba.
—Me han cuidado desde que tengo memoria. Los quiero mucho.
No respondió. Ryo no contaba con sentimientos o sensaciones que no fueran la satisfacción y el amor "prohibido" hacia aquel chico.
En cierto momento una fría brisa dio hacia ellos, provocando que el rubio se frotara los brazos en busca de algo de calor. Se insultó mentalmente por no haber llevado por lo menos un suéter.
Cuando Akira notó aquel gesto se sentó con rapidez, quitándose la negra chaqueta que traía puesta, colocándosela sobre los hombros con cuidado.
—¿Ah? —lo volteó a ver con un ligero sonrojo. Su blanca piel era buena delatando aquellas señales en el joven Asuka—. No seas imbécil, te vas a enfermar.
—Creo curarme más rápido por mis habilidades. —le palmeó la espalda, sonriendole—. Por favor, quédate con ella.
El rubio miró a Fudo por unos segundos. La noche enmarcaba a la perfección sus facciones, su desordenado cabello, su bella sonrisa. ¿Cómo podía ser tan descuidado?, estaba tan ocupado cuidando de los demás que olvidaba cuidarse a si mismo.
Para alguien como Ryo, aquel gesto era sumamente extraño. Él nunca se había preocupado por alguien que no fuera él mismo...y Akira.
—Gracias. —respondió, desviando la mirada con rapidez, al mismo tiempo que se colocaba correctamente aquella prenda, la cual, claramente resaltaba en sus blancas vestimentas.
Sin embargo, no estaba satisfecho con eso y no era ningún estúpido. Había visto demasiadas películas románticas como para no saber que hacer en esas situaciones, así que no perdió más tiempo y lentamente se acercó al cuerpo contrario, posando delicadamente su cabeza sobre el hombro de Akira.