01. Mι ᥒombrᥱ ᥱs Jᥱrrყ

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Me llamo Jerry y aunque mis apellidos poco importen los tengo, digo que no importa porque en realidad nunca conocí a mis padres así que mis apellidos no son algo para recordar, aquí nadie los usa, ni siquiera las señoritas cuando quieren referirse a nosotros, muchas veces incluso dudamos de si estos son los nombres que una pareja nos puso al venir al mundo o simplemente son nombres lanzados al azar para poder diferenciarnos a unos de otros. Nunca hice nada por buscar a la mujer que me dio la vida, ni al hombre que la ayudó en aquel acto, total esto que me rodea no es que se pudiera realmente llamar vida. No tengo muchos recuerdos de mi infancia, cuando los intento traer a mi mente son como oscuras lagunas que inundan mi cabeza, así que hace tiempo dejé el pasado en el pasado y me centré solo en el presente. 

Recuerdo cuando cumplí 10 años a partir de esa edad los recuerdos se instalaron en mi mente y pude llamarlos míos, pues recuerdo justo aquel día en que los cumplí, todos los niños me habían hecho regalos, aunque estos eran algunos juguetes viejos, comida, ser mis sirvientes todo el día. Recuerdo también aquella cuidadora estricta, seria y que nunca decía nada, simplemente se quedaba a un lado observando a todos, pero ese mismo día sentí como si alguien clavara su mirada en mi nuca y no, no fue la mirada de esa cuidadora, ni la de los demás niños, era una mirada extraña que venía de algún lugar que aún no había descubierto. 

Ese mismo día alguien llegó al orfanato, era un militar de alto rango por las medallas, su traje elegante y su rostro que gritaba por los cuatro costados que daba igual quién o que fueras, si tenía que dispararte a dos centímetros de la cara, estarías muerto, a su lado lo acompañaba un chico mucho más joven, por su vestimenta a diferencia del primero tenía que estar muy por debajo de él, aquel tipo elegante entró para hablar con la directora mientras su acompañante se acercó a nosotros a una distancia prudente los cuales nos encontrábamos devorando literalmente aquel pastel del chocolate que nos solían hacer para las ocasiones especiales. La mirada del joven se posó en mi, era una mirada rara, como si lo que sentía al mirarme fuese lastima, pero si hubiese sabido lo que aquella mirada en realidad quería decir yo también hubiese sentido lastima al mirar a mi alrededor. 

Por mucho que cueste creerlo y por lo rara que era aquella nueva mirada, no...tampoco era la mirada que me hacía erizar la piel cada vez que la sentía, era como si algo venido de alguna parte se acercara cada vez más a mi nuca, algo que cuando me giraba desaparecía entre la lejanía, creo que llegué a obsesionarme tanto con las miradas que no podía dejar de analizar el ¿por qué? de todas ellas, pero cuando descubrí de donde venía la misteriosa mirada, mi vida cambio de una forma radical. 

A media tarde y como regalo nos llevaron a un pequeño parque de atracciones que solía venir siempre por aquella época y se instalaba no muy alejado del orfanato, fue genial, nos subimos en todas las montañas rusas, en todos los lugares e incluso en esos que nos prohibieron subir nada más llegar, disfrutamos toda la tarde y apenas nos dimos cuenta  cuando la noche comenzó a caer y las voces de las cuidadoras se elevaban para captar nuestra atención y volver al orfanato, las cuidadoras nos gritaban mientras nosotros intentábamos estirar más esos segundos que nos quedaban de libertad al estar fuera de aquel orfanato viejo, polvoriento y que olía a cerrado. Justo cuando los últimos niños salían corriendo resignados a que no podrían durar más huyendo de ellas la descubrí, por entre los árboles del bosque que había justo frente al parque de atracciones, no veía a nadie, no había nadie, humano, silueta, animal, solo árboles y arbustos, pero aquella mirada provenía de ese lugar, algo en su interior me llamaba, algo quería de mi, como esa sensación que tienes la cual no necesitas saber con los cincos sentidos que hay algo ahí sino que algo más allá de ellos te lo indica, ese estremecimiento, el frío que recorre tu piel, la mirada clavada en la nuca, la sensación de que no estás solo y no lo estaba, pero seguro que más de uno entiende a lo que quiero referirme, esa sensación de no estar solo pero que no todas las presencias están a la vista. Cada vez que miraba en esa dirección sentía esa mirada aún más cercana, más fría, miré en dirección al orfanato y descubrí con horror como aquella parte del bosque podía ver perfectamente desde su interior todas y cada una de las ventanas viejas del edificio, lo que se ocultaba en el bosque podía vernos en cualquiera de las habitaciones sin problema alguno, en esas me encontraba cuando... 

— ¡Jerry! ¿Qué ocurre? ¿Estás bien? — La más joven de las señoritas que nos acompañaba posó su cálida mano en mi hombre para hacerme salir de aquella sensación angustiosa en la que me encontraba, necesitaba saber lo que era, lo que se ocultaba en aquel lugar, pero ya era tarde y escaparme de ellas iba a ser tarea difícil por no decir realmente imposible.

Alguien te ObservaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora