02. Goteos A Mediɑ Noche

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Me tiré todo el camino de vuelta con la mirada perdida entre los matorrales y rincones ocultos de aquel bosque, fijándome en cada cosa que podían captar mis ojos con una mirada de detective de serie para lograr descubrir algo, pero para mi mala suerte la fortuna no me sonrió esta vez, llegué a pensar que podían ser ideas mías, quizás no había nada en aquel lugar y yo estaba siendo preso de la emoción de un momento como el de aquel día, o más aún mi imaginación la cual siempre me habían dicho que era inmensa, pero algo dentro de mi, me decía que no era eso, que realmente había algo, una sensación que por más que intentes no puedes explicar ¿Corazonada? ¿Instinto? No sé con certeza como llamarla, pero la tenía. 

Al llegar de nuevo al orfanato vimos como aquellos hombres se retiraban, los mismos que habían llegado aquella mañana. Cuando el chico joven volvió a verme su mirada esta vez era inexpresiva, como si su superior le hubiese informado de algo que los demás no sabíamos, pero solo bastó un gesto para darme cuenta de que sus pensamientos y los míos no estaban tan alejados, su rostro hizo un gesto, fue por unos instantes, minúsculo, Algo de lo que no todo el mundo se percataría de lo que indicaba si no sabía realmente lo que andaba buscando. Su cabeza se ladeó y miró el bosque, como digo fueron escasos segundos pero mis ojos se abrieron con asombro, podría haber sido cualquier otro lugar, las ventanas, a nosotros, a su superior, las cuidadoras, el jardín hecho polvo ya que no se cuidaba desde hacía años, pero no...su mirada fue aún más allá y se perdió en el espeso bosque, como si ya lo conociera, como si supiera lo que aquella arboleda ocultaba en su interior.

— ¡Señor, espere, por Favor! — Aquellos gritos aunque deseoso de que desgarraran mi garganta e hicieran presencia con mi infantil voz llamaran la atención de mis oyentes solamente se quedaron en mi cabeza, cuando no podía hacer más que suspirar, nada más marcharse el coche negro en el que habían venido los dos uniformados corrí a mitad de la carretera mirando más de cerca el bosque, como un niño pequeño cuando ve un bicho o un perro cuando escucha algo y mira con detenimiento seguro de que volverá a oírlo o verlo y ya no había sido solamente yo, también lo había sido aquel hombre, según decían las señoritas la gente mayor nunca mentía, pero bueno que nos lo digan a alguno de nosotros, cuando nuestros padres ni siquiera pudieron cumplir la promesa de cuidarnos. 

Tan aferrado a esa imagen me encontraba que apenas noté la gota que cayó en mi cabeza, luego en mi hombro y seguidamente en uno de mis zapatos. La cuidadora mayor viendo mi atrevido gesto salió corriendo tras de mi, me agarró por la cintura y me metió apresuradamente al orfanato, me dejó en el suelo y me miró seriamente, me apuntó con un dedo y me comenzó a decir.

— Jerry da gracias de que no te castigaré por haber ido más allá del patio por ser tu cumpleaños, pero no se te ocurra volver hacerlo jovencito o sino ya sabes lo que pasará — Si lo sabía, sabía perfectamente lo que pasaría si como ella decía me pasaba de la raya, Lo sabía porque lo había probado antes, cuando nos pasábamos nos daba uno o dos azotes con una larga fusta para que así nos quedáramos  un par de días sin poder siquiera sentarnos, para más castigo no nos curaba y a veces las heridas sangraban, por si el castigo no hubiese sido demasiado severo. Otras veces se infectaban, y apenas te podías levantar de la cama por el dolor, si ese día no comíamos, al siguiente tampoco, aquello formaba parte de uno de los castigos preferidos de la señorita Helga. 

Helga era la mayor de todas, era la Directora, no te podías pasar de la raya, esa era su famosa frase y le encantaba decirla, podía decirte muchas cosas, pero el punto y final que ponía en cada conversación era... "Ya sabes lo que pasará si te pasas de la raya". Tenía muchos castigos, uno de ellos era el de los azotes que si te tocaba ese podías dar gracias, pero uno de los más severos era el agujero. Como bien indica era un agujero, cerca de la puerta de entraba se hallaba un cobertizo, en tiempos pasados, quizás cuando Helga llevaba pañales, andaba a gatas y era un ser...humano, habían animales, incluso vacas, caballos, fue un lugar bonito, pero ahora solamente quedaba rastros de vida pasada, madera tirada por el suelo, algunas herramientas de montura y lo necesario para el trabajo del conserje, tenía un pequeño agujero en el suelo, se notaba que para ello no habían utilizado maquina alguna, que alguien con sus propias manos había abierto este en el suelo, no tenía forma alguna, simplemente era un agujero estrecho y cuando hablo de estrecho, es estrecho, tanto que apenas un niño de tres años podía mantenerse en el interior sin sufrir claustrofobia. 

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