La casa.

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-Bueno, vamos a empezar por el principio si os parece. Mi nombre es Jimin, Park Jimin...

-¿Jimin, Park Jimin? ¿Dios que es eso? Se van a creer que soy gilipollas.

-¡Hey! Hola, soy Park Jimin, encantado de conoceros... ¿pero porque todo me parece una mierda de saludo? – Sacudió la cabeza descontento con su no tan soberana actuación frente al espejo- Quizás porque esto es una tontería, al final va a pasar lo de siempre.

Miró por la ventanilla del retrovisor, la carretera se le hacía infinita a esas alturas, ya no había vuelta atrás, había decidido lanzarse y darle un vuelco a su vida, llevaba demasiado tiempo estancado en lo de siempre, tanto tiempo trabajando en puestos de mierda, de media jornada, aguantando borrachos o prepotentes pero se terminaba hoy, por fin empezaría su nueva vida, esa vida llena de baile, llena de ritmo, llena de lo que más amaba en el universo. Hacía un calor endemoniado, el asfalto olía a neumático desgastado y para colmo la vieja tartana de su madre estaba medio muerta y el aire no funcionaba. Llevaba un pequeño ventilador de bolsillo que lo único que hacía era mover el aire caliente a su alrededor, entre eso y los nervios el agobio podía palparse en el ambiente.

-Cariño, no te preocupes, ya casi hemos llegado, quedará como mucho media hora de viaje, no te estreses, tendrás tiempo de sobra durante todo el día para recoger un poco.

-Sí, ya, claro-sonrió con ternura- No te preocupes, estoy bien.

-Por supuesto, estoy segura. ¿Podrías entonces dejar de morderte las uñas?

-Claro....mamá.

Una de las muchas manías de Jimin cuando estaba nervioso, era morderse las uñas de sus pequeñas manitas que esos días estaban llenas de heriditas y a causa de esto provocar que el esmalté que solía decorarlas saltara y se quedara a pedacitos. Llegaba un momento en que se quedaba sin uña que morder y si estaba muy alterado no conseguía parar, entonces su madre tenía que llamarle la atención. Por suerte esa vez no había llegado tan lejos.

No paraba de pensar en todo lo que tenía que hacer a su nueva ciudad, aprenderse el barrio, como ir a sus nuevas clases de baile, ordenar la casa, limpiarla sobre todo puesto que le habían dicho que llevaban unos 20 años sin conseguir que nadie la cogiera por lo que miedo le daba lo que pudiera encontrarse allí dentro, comprar comida al menos para unos días, ducharse y practicar un rato, no faltaba nunca a sus ensayos. Si estaba programado, ensayaría aunque fuera en un parque bajo la nieve, pero eso era sagrado.

-Todavía me parece increíble el precio al que has sacado esa casa Jimin. Por muy desastrosa que esté, es demasiado barata...

-Y encima tengo que dar gracias, todo mi presupuesto se va a ir en esa casa, si no me veía en algún cubículo compartiendo piso, ufff que mal, quita, quita.

-Alguna trampa tiene que tener.

-Que va mamá, ha sido suerte, ¿ya me tocaba no?

La verdad es que sí que tenía una pega por la que llevaba tanto tiempo sin venderse, pero Jimin había preferido ahorrarse detalles para poder seguir sus planes tranquilamente sin la chicharra de su madre quemándole la oreja hasta el último momento. Pasaron un rato en silencio escuchando las emisoras que su madre no paraba de cambiar cosa que a Jimin le ponía de los nervios, ¿No podía simplemente dejarlo en una y ya está?

-¿Va a venir a verte?

-No creo, hoy no. Puede que esta semana le llame y... hagamos algo, no lo sé.

-Te vendría bien socializar, Jimin, aprovecha ahora que estás en una nueva ciudad.

Si, esa idea le paseaba por la cabeza desde hacía bastante tiempo, la opción de que al final con un nuevo comienzo podría relajarse un poco y entablar más amistades de una vez por todas. Gracias a dios en Seúl vivía un antiguo amigo de la infancia, el único que había tenido de hecho. Cuando Jimin cumplía 10 años su amigo se mudó con su familia a Seúl, bueno, concretamente con su tía para empezar sus estudios de música y lo más que había sabido de él era por redes sociales de manera esporádica. Habían hablado de verse una vez Jimin pusiera por fin orden a su vida en Seúl pero estaba convencido de que después de tanto tiempo, Yoongi tendría su vida y amigos y no el suficiente tiempo que dedicarle a un amigo tan lejano que ya probablemente no podría considerarse ni si quiera como tal. Suspiró. No quería desanimarse antes si quiera de haber llegado a salir del coche, pero Jimin pecaba de pesimista, así le habían hecho la circunstancias. Cuando era un crío era cariñoso y eufórico, constantemente le veías riendo y corriendo por todos lados, le encantaba dar abrazos y se lanzaba en los brazos de cualquier persona que le diera un poco de cariño, lo que a su madre le había causado bastantes problemas ya que Jimin agarraba la mano de quien fuera, confiaba y se iba con él. Lo sustos que le daba de pequeño a su madre eran para enmarcarlos.

Forever RainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora