Bakugou solo es un buen "amigo" vergonzoso.

Por fin era 16 de octubre. Nuestro pelirrojo cumplía 17 años y despertaba como cualquier otro día. Se levantó temprano, se vistió y arregló para ir al instituto y después salió de su habitación para ir hacia el comedor. La gente con la que se iba cruzando le saludaba y felicitaba y él agradecía con una enorme sonrisa.

No iba a mentir. Esperaba con ganas a que su mejor amigo (y el amor de su vida) le felicitara pero no tuvo esa suerte. Bakugou, por primera vez en el año llegaba justo a clase. Entró un par de minutos antes de que llegaran los profesores y se dirigió con rapidez a su lugar para preparar las cosas para la siguiente clase.

Kirishima notó las profundas ojeras que adornaban el hermoso rostro del cenizo y decidió no molestarle. En el descanso perdió completamente de vista al rubio así que estuvo con el resto de su cuadrilla, Mina, Sero y Kaminari. No podía quejarse, al fin y al cabo estaba pasando su cumpleaños con sus amigos, pero no podía evitar tener ese sentimiento en el pecho. Sentía pena por no haber hablado con el rubio en todo el día.

En el segundo recreo fue a buscar a su rubio amigo con intención de estar un rato con él. Se lo encontró hablando en susurros con Yaoyorozu. Ambos cerca el uno del otro para que nadie escuchara lo que hablaban. La chica hablaba con él con una gran sonrisa emocionada en el rostro y Bakugou le respondía con el ceño fruncido pero un hermoso sonrojo en las mejillas. Un sonrojo que solo había conseguido sacarle él hasta ese día. Kirishima apretó los dientes y se sintió mal por la sensación que se apoderaba de su pecho. No tenía porqué sentir celos. No sabía en qué momento el rubio se había vuelto tan cercano a la muchacha. Pero él, como buen amigo, debería alegrarse por Katsuki ¿no?

Por supuesto que debía. «Quita esa estúpida actitud de novio celoso y posesivo, Eijiro, eso no es de hombres». Pero estaban realmente cerca, demasiado cerca. «Ni siquiera es nada tuyo como para celarle, idiota». Es mi mejor amigo ¿no cuenta? «Sabes de sobra que no».

Así que no le quedó de otra que irse mientras la pelinegra asentía emocionada y el rubio la miraba determinado y agradecido. Se tuvo que ir con las mandíbulas apretadas, los nudillos blancos y una expresión de tristeza que se cargo para el resto del día.

Aun así, el rubio no se le acercó. Siquiera le miró en todo el día. Lo volvió a ver hablando con Yaomomo. Le vio hablando con Kaminari. ¡Joder!¡Le vio hablando hasta con Todoroki, cuando se suponía que se odiaban! Pero a él no se le acercó, no, para qué. Estaba celoso y triste y enfadado. ¿Había una palabra que uniera todo eso? Porque así se sentía él.

Probablemente si le hubiera preguntado a Kaminari este le hubiera dicho que se sentía tristocefado (triste, más celoso, más enfadado). Ese pensamiento al menos les hizo sonreír.

No era justo. No era justo que su mejor amigo el día de su cumpleaños hablará con toda la puta clase menos con él. Pero así era y no le quedó de otra que morderse la lengua y fastidiarse.

Así que no se negó cuando Mina y Kaminari le arrastraron hasta los jardines de la escuela y estuvieron con él la mitad de la tarde. Hasta que la pelirrosa recibió una llamada a su teléfono y con una sonrisa emocionada lo arrastró hasta los cuartos. Y cuando entraron, ay, cuando entraron...

- ¡FELICIDADES, KIRISHIMA!- Sus queridos amigos gritaron cuando el entró por la puerta y no pudo sorprenderse y emocionarse más. Empezó a reír con una mezcla de nerviosismo y felicidad. El rubio estaba apoyado en una de las esquinas de la sala y no había gritado. Pero estaba ahí. Y a Kirishima con su presencia le era suficiente.

Sus amigos le señalaron una gran pila de regalos a un lado de la sala. Un montón, y Kirishima pensó: «Ahí hay más de veinte regalos».

Pero no se preocupó más por ello y siguió festejando. Tomaron un gran pastel hecho a base de nata, mermelada de frutos rojos y bizcocho. Kirishima puede afirmar que es una de las cosas más ricas que ha probado en los últimos años.