Londres, a finales de otoño de 1812.
—¡Dios santo! ¿Me estás diciendo que mi nieto ni siquiera te recibió después de haber viajado no sé cuantas millas para verlo? —Preguntó lady Luna a su nieta—. Por el amor de Dios, Hotaru, ¡deja de llorar enseguida y cuéntame toda la historia! ¡Desde el principio!
—La casa está muy descuidada y en mal estado, aunque los establos parecen estar bien acondicionados… —susurró Hotaru, entre sollozos.
—¡No me importan los establos! Y mi nieto? —la interrumpió lady Luna, exasperada.
—Su criado me dijo que no recibía a nadie.
—¿Qué quieres decir con eso de «a nadie»?
—Pues efectivamente a nadie, abuela, a nadie en absoluto. Darien simuló estar indispuesto. Me envió un mensaje dándome las gracias por mi preocupación y lamentando su incapacidad para ofrecerme hospitalidad. ¡Hospitalidad! ¡A su propia hermana! —Exclamó Hotaru, buscando en su bolsito un pañuelo—. Claro que yo insistí en subir para cuidarlo pero ese hombre, un extranjero, ni siquiera me permitió subir las escaleras. Por lo me dijo, deduje que Darien no estaba enfermo sino solo…borracho. No va a recibir a nadie y, según ese criado, lleva así desde que regresó de Kent.
Lady Luna tardó un tiempo en digerir aquel dato.
—¿Kent dices? Ojalá nunca hubiera puesto los ojos en esa malcriada Davenport.
Entonces, deduzco que el compromiso se ha roto.
—Desgraciadamente, sí, abuela.
—¡Bien! Tú sabes muy bien que es mejor que se haya librado de esa pequeña arpía.
—Pero abuela, si parece que le ha roto el corazón.
—¡Tonterías! Tiene un corazón fuerte. Mi sangre corre por sus venas, ¿no? Cuando tengas mis años, dejarás de preocuparte por los corazones rotos y esas bobadas. Los cuerpos se pueden curar y lo mismo les ocurre a los corazones.
—Pero no es así de simple, ¿verdad, abuela? —Dijo Hotaru, después de una larga pausa—. Los cuerpos no se curan así como así, ¿no te parece? Su criado me dijo que la pierna de Darien sigue doliéndole mucho, a pesar de que puede caminar.
Lady Luna pensó en el aspecto que había tenido su sobrino después de regresar de las guerras de España. Antes de marcharse había sido un muchacho tan atlético y después…
—No quiero volverte a oír hablar esas tonterías, ¿me oyes? ¡Ese muchacho es el mismo que el que se marchó! Tiene un espíritu de lucha dentro de él.
—Pues yo no vi nada de ese espíritu que dices, abuela.
—¿Estás intentando decirme que mi nieto ha perdido el empuje que tenía dentro y que se esconde del mundo solo porque su compromiso con esa hermosa víbora sin corazón se ha roto? ¡Paparruchas! —Replicó lady Luna—. Por mucho que te esfuerces, no conseguirás que me lo crea.
—No, pero eso unido a todo lo demás… Dicen que no podrá volver a montar a caballo. Y muchos de sus amigos han fallecido en esa guerra… Además, abuela, ya sabes lo mucho que le dolió el testamento de papá y el hecho de que lo dejara prácticamente sin nada…
—Solo el señor sabe lo que se le metió a tu padre en la cabeza en ese momento —afirmó lady Luna—. Malo es que desheredara al muchacho pero dejarle lo que se encuentre en mis bolsillos el día en que muera… ¡Menuda tontería! Gracias a Dios, dio la coincidencia de que muriera después de pasarse la noche jugando a las cartas en White’s. Si no hubiera acabado de ganar aquellas escrituras sobre Sevenoaks, mi pobre nieto ni si quiera tendría un tejado bajo el que cobijarse.
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UN CABALLERO GALANTE
Historical FictionSerena Farleigh no sabía cómo reaccionar cuando, al rechazar la caritativa oferta de Lady Luna, esta decidió llevársela en su lujoso carruaje. La razón de tan descabellado plan no era otra que Darien Shields, el misterioso nieto de la dama. Herido e...