Capítulo II

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Capitulo II: "¿Dales alguna poción para que se enfermen horriblemente?

Cuando su padre fu nombrado ministro, la vida de Aristeo dio un giro de cientochenta grados.

 Como el niño que ante toda situación sonreía y le daba la razón a su padre, se ganó la infinita confianza de este, un trabajo como el perfecto hijo ejemplar que lo acompañase a absolutamente todas las reuniones importantes que su cargo prescindiera y un puesto como niñero de sus hermanos, por mucho que todos ellos fueran ya adolescentes y él no estuviera ni siquiera cerca de ser el mayor de ellos.

  Pero que los dioses lo protegieran, porque ese cargo era tremendamente importante y demasiado concurrido, él definitivamente iba a comenzar a cobrarles a cada uno de ellos, por Merlín.

 Pero no podía quejarse, porque sin saberlo, su padre le estaba dando una presencia en la sociedad. El reconocimiento de su rostro y un nombre que las personas importantes recordasen.

 Lo cual no siempre era bueno, no cuando los periodistas de cierto diario obsesionados con su familia comenzaron a acentuar su mirada en él.

 Recordaba perfectamente la primera vez que le hicieron un lugar en El Político Mágico, su hermana mayor, Odessa, le había tomado la mano mientras uno de sus hermanos, Anteros, leía en voz alta y llena de júbilo el pequeño cuadro en el que hablaban exclusivamente de él: uno de los hijos del nuevo ministro de magia que había cautivado a la ministra de aurores de Portugal con nuevas ideas para las reformas de su ministerio.

 Claramente la nota era pequeña y olvidada en una de las esquinas del diario, atrapada entre otras miles de noticias mucho más cautivantes. Sin olvidar que era completamente exagerada (la ministra siquiera le había tomado demasiada importancia a las dos únicas ideas de las que le había lanzado cuando estaban charlando) y claramente la idea era seguir alzando a su padre como el mejor ministro del siglo y aplaudir que un joven se estuviera interesando en la política (el mismo interés y vitoreo que recibiría un elefante por pintar o un perro por hacer algún truco). Pero él había sido mencionado en un diario y su corazón había explotado con cada palabra y su hermana había chillado en su oído de la emoción.

 A la mañana siguiente, su padre le había comprado una chaqueta y una falda de apariencia refinada y elegante que prometían más reuniones con personas importantes dentro de la política y viajes a través de todo el mundo, con destino a cualquier reunión importante que él (ahora ellos) tuviera.

 Hasta que llegara la fecha de ir a Hogwarts, por supuesto.

 De todas formas, por mucho que las fiestas elegantes repletas de personas célebres le fascinaran, el puesto de niñero le seguía pesando un poco, más si se tiene en cuenta que su padre cargaba con la responsabilidad de tener una familia dorada al ojo público, lo cual se traducía en Aristeo cuidando y escondiendo las hazañas de sus hermanos debajo del tapete, por decirlo suavemente.

 Las fiestas eran aquel lugar donde podía divertirse sin pensar en ellos, (él definitivamente no está dando a entender que no los ama, lo hace, profundamente, pero también existen aquellas veces en las que sonreía ante la idea de simplemente encerrarlos en alguna habitación insonora y perder accidentalmente la llave al otro lado de la ventana), donde se relajaba y se perdía entre las charlas, los exquisitos bocados que se quebraban en su boca y las copas de agua que pesaban entre sus dedos mientras oía a su padre hablar.

 Lo cual, lógicamente, no podía ocurrir si aquellos demonios con los que compartía sangre y apellido iban a la fiesta de aquella noche. Y la cosa solo empeoraba cuando la gala era en la casa de una de las familias más importantes e influyentes del mundo mágico.

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⏰ Última actualización: Nov 14, 2020 ⏰

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