Capítulo 8: Red Flags

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        Raquel cerró la puerta del apartamento con un portazo. Había tardado cuarenta y cinco minutos en hacer el trayecto desde la escuela hasta su casa. Estaba agotada y de mal humor.

El test oral había resultado ser un desastre. La profesora que la había examinado era una mujer de Nueva Zelanda con un apellido que no creía ser capaz de repetir, y con un acento tan extraño que apenas podía entender lo que le había dicho.

—¿Por qué no podía ser una americana? —le dijo a Jeena, su compañera de cuarto, que se calentaba un ramen para cenar. —¡Estamos en América! ¡Los profesores deberían ser americanos!

—No te quejes tanto. No puedes haberlo hecho tan mal —trató de consolarla. —Además, su acento se parece mucho al Inglés europeo, ¿no?

—¡¡Pero yo no entiendo el Inglés europeo!! —refunfuñó. —Ha ido tan mal que me ha ofrecido quedarme en el nivel tres para estar más cómoda. ¡El nivel tres! ¡Necesito al menos un nivel cuatro para poder trabajar! ¿Cómo se supone que voy a hacer eso? ¿Con qué voy a pagar el alquiler? ¡Tendré que pedir dinero a mi padre! Le dije que sería independiente y que no le molestaría con esto y mira... ¡No llevo aquí ni una semana!

—Bueno, podría ser peor —se rio Jeena.

—¿Cómo podría ser peor?

—Pues... No lo sé... tu avión podría haberse estrellado en el camino o...

—¡¡Jeena!! —exclamó Raquel.

—Es broma. Pero al menos ya estás aquí, ¿no crees? Y eso es un logro. Una vez dentro, ya es otra historia. Siempre puedes demostrar a tus profesores americanos que vas sobrada y pueden cambiarte de nivel.

Raquel recordó que la profesora mencionó algo sobre eso y arrugó la frente intentando recordar lo que le había dicho, o al menos, lo que había conseguido entender. Durante la primera semana allí les harían algunos exámenes para asegurarse de que estaban en el nivel correcto. Decidió dar lo mejor de sí para poder subir de nivel cuanto antes. ¡Era una cuestión de vida con o sin dinero!

—Por cierto, Jeena, ¿Cómo es que has vuelto tan pronto? ¿No ibas a salir con Derek? —preguntó Raquel al darse cuenta de que su compañera estaba poniéndose el pijama.

—Ah, pues sí, pero he decidido cortar con la cita.

—¿Y eso?

Jeena lanzó un suspiro tan sonoro que Raquel tuvo que mirar dos veces para asegurarse de que su roomie no se había vuelto loca.

—Verás, hay algo que debes aprender sobre los chicos de Provo, pequeña Raquel. —Los ojos de Jeena se encendieron con una llama de furia que Raquel jamás había visto en su compañera. Por lo poco que la conocía sabía que era una chica muy simpática, pero cuando se enfadaba, era terrible. —Ten cuidado con ellos. Utilizan las cosas sagradas y preciosas para ablandar los corazones de las jóvenes inocentes e indefensas, para luego tratar de aprovecharse de sus tiernos espíritus mancillando la pureza de lo más hermoso que hay sobre la tierra.

—Ehm... creo que no te sigo —murmuró Raquel perpleja por la pasión de las palabras de su compañera.

—Derek me llevó al templo.

—Oh... pero eso es bonito. ¿No?

—¡Exactamente! —exclamó furiosa. Raquel no entendía nada de nada. —¡El templo es un lugar sagrado y cuando un chico te lleva allí para besarte y darse el lote contigo es porque no respeta las cosas que son de Dios!

—Oooh... Creo que empiezo a entender.

—Escúchame, Raquel. Si un chico te lleva al Templo para besarte, considéralo una red flag y no vuelvas a verle —Jeena le puso las manos en los hombros y Raquel sólo pudo asentir.

No busco un marido en BYUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora