𝑳𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒄𝒐𝒏𝒇𝒊𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒏𝒐 𝒆𝒔 𝒗𝒊𝒔𝒊𝒃𝒍𝒆 𝒂 𝒍𝒐𝒔 𝒐𝒋𝒐𝒔

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"¿𝙽𝚘 𝚜𝚊𝚋é𝚒𝚜 𝚚𝚞𝚎 𝚕𝚘𝚜 𝚒𝚗𝚓𝚞𝚜𝚝𝚘𝚜 𝚗𝚘 𝚑𝚎𝚛𝚎𝚍𝚊𝚛á𝚗 𝚎𝚕 𝚛𝚎𝚒𝚗𝚘 𝚍𝚎 𝙳𝚒𝚘𝚜? 𝙽𝚘 𝚎𝚛𝚛é𝚒𝚜; 𝚗𝚒 𝚕𝚘𝚜 𝚏𝚘𝚛𝚗𝚒𝚌𝚊𝚛𝚒𝚘𝚜, 𝚗𝚒 𝚕𝚘𝚜 𝚒𝚍ó𝚕𝚊𝚝𝚛𝚊𝚜, 𝚗𝚒 𝚕𝚘𝚜 𝚊𝚍ú𝚕𝚝𝚎𝚛𝚘𝚜, 𝚗𝚒 𝚑𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎𝚜 𝚚𝚞𝚎 ...

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"¿𝙽𝚘 𝚜𝚊𝚋é𝚒𝚜 𝚚𝚞𝚎 𝚕𝚘𝚜 𝚒𝚗𝚓𝚞𝚜𝚝𝚘𝚜 𝚗𝚘 𝚑𝚎𝚛𝚎𝚍𝚊𝚛á𝚗 𝚎𝚕 𝚛𝚎𝚒𝚗𝚘 𝚍𝚎 𝙳𝚒𝚘𝚜? 𝙽𝚘 𝚎𝚛𝚛é𝚒𝚜; 𝚗𝚒 𝚕𝚘𝚜 𝚏𝚘𝚛𝚗𝚒𝚌𝚊𝚛𝚒𝚘𝚜, 𝚗𝚒 𝚕𝚘𝚜 𝚒𝚍ó𝚕𝚊𝚝𝚛𝚊𝚜, 𝚗𝚒 𝚕𝚘𝚜 𝚊𝚍ú𝚕𝚝𝚎𝚛𝚘𝚜, 𝚗𝚒 𝚑𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎𝚜 𝚚𝚞𝚎 𝚝𝚒𝚎𝚗𝚎𝚗 𝚙𝚊𝚛𝚊 𝚙𝚛𝚘𝚙ó𝚜𝚒𝚝𝚘𝚜 𝚌𝚘𝚗𝚝𝚛𝚊𝚗𝚊𝚝𝚞𝚛𝚊𝚕𝚎𝚜, 𝚗𝚒 𝚑𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎𝚜 𝚚𝚞𝚎 𝚊𝚌𝚞𝚎𝚜𝚝𝚊𝚗 𝚌𝚘𝚗 𝚑𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎𝚜, 𝚗𝚒 𝚕𝚘𝚜 𝚕𝚊𝚍𝚛𝚘𝚗𝚎𝚜, 𝚗𝚒 𝚕𝚘𝚜 𝚊𝚟𝚊𝚛𝚘𝚜, 𝚗𝚒 𝚕𝚘𝚜 𝚋𝚘𝚛𝚛𝚊𝚌𝚑𝚘𝚜, 𝚗𝚒 𝚕𝚘𝚜 𝚖𝚊𝚕𝚍𝚒𝚌𝚒𝚎𝚗𝚝𝚎𝚜, 𝚗𝚒 𝚕𝚘𝚜 𝚎𝚜𝚝𝚊𝚏𝚊𝚍𝚘𝚛𝚎𝚜, 𝚑𝚎𝚛𝚎𝚍𝚊𝚛á𝚗 𝚎𝚕 𝚛𝚎𝚒𝚗𝚘 𝚍𝚎 𝙳𝚒𝚘𝚜."

Eran las palabras que decía el padre de la preparatoria. Una y otra y otra vez; aquel hombre nunca se cansaba de hablar de aquella parte bíblica. David simplemente intentaba poner su atención en otra cosa, la conversación que se estaba dando en su aula le estaba resultando incómoda.

En algunas ocasiones solo anotaba por anotar, tal vez solo para que el profesor pensara que le interesaba el curso; tal vez porque no quería que aquel hombre lo metiera en problemas. 

Su distracción fue tanta que había estado escribiendo todo mal. Arranco la hoja de su cuaderno y volvió a escribir cada palabra que el maestro decía. 

Sin darse cuenta ,con sus expresiones faciales, había dado a entender que algo estaba mal en el salón; una que otra mirada curiosa veía fijamente al chico.

 Cuando se entero de eso solo fingió un dolor de cabeza, tal vez lograría distraer a las almas mas fijonas del salón. 

¿Por qué debía hacer todo un show solo por un maestro que no le caía bien? Todo adolescente tiene una materia que no le agrada ¿No? Es sumamente normal... 

Seria normal para un chico cualquiera de un pueblo cualquiera, pero su caso jamás seria así. El tenía que evitar a toda costa darles una razón  a sus padres para que lo castigaran de nuevo. Esa idea no podía permitírsela jamás, seria suicida si lo hiciera. 

Lamentablemente para el sus padres conversaban siempre con sus maestros, y si estos comentaban de que su comportamiento ,𝗽𝗼𝗿 𝗲𝗹 𝗺á𝘀 𝗺í𝗻𝗶𝗺𝗼 𝗱𝗲𝘁𝗮𝗹𝗹𝗲, no había sido acorde a la lo que imponen estaba seguro que lo arrastrarían a golpes a la casa.

La sinceridad no podía ocultarse en su corazón. Debía decírselo a si mismo, a pesar de las consecuencias que llevaran a eso. 𝘊𝘢𝘥𝘢 𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘢𝘴𝘢𝘣𝘢 𝘳𝘦𝘴𝘱𝘪𝘳𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘢𝘪𝘳𝘦 𝘧𝘳𝘦𝘴𝘤𝘰 𝘴𝘦 𝘴𝘦𝘯𝘵í𝘢 𝘰𝘣𝘴𝘦𝘳𝘷𝘢𝘥𝘰 𝘵𝘰𝘥𝘰 𝘦𝘭 𝘵𝘪𝘦𝘮𝘱𝘰.

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