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El sonido de un enfadado claxon rompe la dinámica normal de las ajetreadas calles de la ciudad y el conductor del coche saca medio brazo fuera de la cabina para expresar su clara molestia contra un peatón imprudente, quien solo atina a pedirle dis...

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El sonido de un enfadado claxon rompe la dinámica normal de las ajetreadas calles de la ciudad y el conductor del coche saca medio brazo fuera de la cabina para expresar su clara molestia contra un peatón imprudente, quien solo atina a pedirle disculpas, agachar la cabeza y cruzar la calle a paso rápido, ignorando como ese hombre estresado y violento sigue gritándole lo irresponsable y estúpido de sus actos.

—¡Itachi, maldita sea! —gruñe una voz bastante conocida para él apenas se acerca a la entrada de la cafetería en la que trabaja, Fiore d'arancio—. ¡Casi te matan!

Deidara se cruza de brazos, alza una ceja en gesto de desaprobación y lo escudriña con sus grandes ojos azules, buscando alguna razón que explicara su despiste, pero no encuentra nada. Lo sigue viendo igual que siempre: desaliñado y cansado, nada novedoso.

—Solo me distraje un poco —explica el aludido y el rubio relaja la postura, el susto ya había pasado y ahora tienen que trabajar, pues por culpa del incidente que Itachi había protagonizado llevaban diez minutos de retraso.

—Tienes que ser más cuidadoso, Ita —lo regaña y el azabache asiente con una pequeña sonrisa en los labios—. Vamos, tenemos que abrir.

Deidara le agrada, es un chico alegre de personalidad extrovertida y explosiva, que siempre tiene alguna frase ingeniosa y burlesca para levantarle un poco los ánimos cuando no se siente tan bien. Pareja de un pelirrojo llamado Sasori con un carácter y temperamento contrario al de su novio alocado con el que encaja a la perfección. A veces, Itachi desea tener a alguien que lo quiera tanto como Sasori quiere a Deidara, que le dedicara caricias delicadas en el cabello o que simplemente lo mirara con amor y lo cuidara los días en los que la vida parecía más dura de lo normal.

Pero no había nadie, ni siquiera tenía el cariño de su familia.

Al menos Haru si lo quería, ese gato lo adoraba con toda su alma.

Entra a la cafetería detrás del rubio, quien comienza a ordenar las sillas y limpiar los restos de polvo que quedaron del día anterior. Itachi por su parte se dirige a paso rápido hacia la sala de los empleados para ponerse su delantal e instalarse a esperar la llegada de la clientela.

Realmente le gusta su trabajo por más simple que parezca, no le importa la monstruosa cantidad de horas que debe permanecer de pie, ni los clientes complicados y mucho menos su nulo tiempo libre, pues se pasa metido en ese lugar más horas de las recomendadas.

En eso ve aparecer a su compañero de cabellos rojizos, Deidara sonríe como un bobo y aprovecha enseguida la ausencia de clientes para lanzarse a los brazos de su novio, comiéndole el rostro a besos mientras el otro le rodea la cintura, dejándose querer por el rubio intenso. Itachi simplemente se queda ahí, observándolos con discreción e intentando apartar esos deseos que regresan a su cabeza una y otra vez. Quería que alguien llegara a iluminarle la vida, lo necesita más que a nada, pero su personalidad poco atractiva y por ende sus nulos círculos sociales no lo benefician en lo absoluto.

Girasoles Ciegos | ShiItaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora