Caos

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—¡Ah! —Valentina gimió ante los tortuosos besos que Juliana dejaba en su entrepierna.

Habían pasado ya tres semanas desde la primera vez que se vieron, la castaña había quedado inevitablemente cautivada con la belleza de la morena, algo que en lugar de disminuir, sólo aumentó más y más con el transcurrir de los días. Ahora, con ambas en la cama, envueltas en sábanas blancas y completamente desnudas, Valentina sólo podía pensar en los embriagantes labios de Juliana recorriendo su cuerpo.

—¡Juliana, por favor! —exhaló sintiendo el roce de sus dedos en sus pliegues y tembló por la cercanía de su boca en su centro.

La morena salió bajo las sábanas con una sonrisa triunfante por lo excitada y húmeda que estaba la mujer debajo de ella. Se incorporó e introdujo a su boca, sus dedos con los restos de la excitación de la castaña, lentamente los lamió a la par que entraban y salían por sus labios. Era una imagen tan erótica para Valentina. Inundada por el deseo la jaló para que acabara con su suplicio.  

—No tan rápido morrita, quiero disfrutarte —Juliana susurró en su oído—. Me encanta como te retuerces ante mis caricias, —decía deslizando sus dedos de arriba a abajo por el abdomen de Valentina— con mi lengua, —invadió su cuello, dejando leves mordiscos y lamiendo a su paso— pero sobre todo...—pegó sus frentes y la miró fijamente— con mis besos —el calor de su boca abrigó la de ella, besándola con fervor y succionando su lengua sin darle tregua.

Se separaron por falta de aire, Juliana depositó un casto beso en la comisura de sus labios mientras Valentina dejaba escapar un leve gemido. La morena viajó hasta su parte más necesitada, dejando una estela de besos a su paso.

Los brazos de la pelinegra rodearon sus muslos, pasando ligeramente la lengua a lo largo de su centro. Valentina cerró los ojos y abrió más las piernas dándole la bienvenida. Juliana sonrió y sin previo aviso, invadió su intimidad, la lamió sin piedad, succionando con fuerza su clítoris, explorando cada rincón.

Todos los sentidos de la castaña enloquecieron, sintió cómo la lengua de Juliana empezaba a penetrarla, cada vez más rápido, más contundente. Todo su cuerpo vibró con el profundo contacto, los nudillos de su mano estaban completamente blancos por la presión con la que sujetaba las sábanas, ardía en deseo.

Con la razón nublada, enredó su mano en el cabello de la morena rogando que profundizara más. Soltó las sábanas y elevó esa mano a uno de sus senos, estrujándolo e imaginando que eran las manos de la pelinegra.

Juliana la penetraba con devoción, sin parar, desencadenando un desesperado balanceo de caderas, frotándose contra su rostro, el cuerpo de la castaña quería más. 

La morena posó su brazo sobre su vientre para controlar sus movimientos erráticos. Se detuvo momentáneamente solo para introducir dos dedos, a la par de su lengua arremolinándose en su clítoris. Valentina arqueó las caderas, su pecho se elevaba cada vez más rápido, estaba a punto de estallar.

—¡Ah, Juliana! ¡Por favor, Juliana! —De repente el sonido de su teléfono vibrando en el buró a lado de su cama, la despertó.

Todo había sido un sueño. 

Con la respiración agitada, Valentina llevó una mano a su pecho y la otra la deslizó por su cabello. Se sentía aturdida y muy excitada, todo se había sentido tan real. Se estremeció al recordar a Juliana entre sus piernas.

El teléfono volvió a vibrar, sacándola de su estupor. ¿Quién le llamaba con tanta insistencia? ¿Quién se atrevía a impedirle llegar a la gloria con la mujer que le robaba los pensamientos... y hasta los sueños?

Suda como niñaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora