Capítulo Único

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Dos noches antes de que la guerra comenzara, Endeavor me citó en su agencia, pidiéndome que no faltara. Claramente acudí al llamado, y cuando llegué al edificio, él estaba esperándome en el marco de la puerta principal, leyendo algo en su celular. Cuando sintió mi presencia, levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los míos, una electricidad recorrió la longitud de mi espalda.

Yo estaba sumamente nervioso; él me indicó que le siguiera al interior del edificio. Caminamos y tomamos el elevador en silencio, hasta su gran oficina ubicada en uno de los pisos superiores. Estando cerca de llegar, faltando un par de pasos para abrir la puerta, Endeavor se detuvo, y volteó su cuerpo hacia mí.

—Keigo, sé que pedirte que vinieras aquí a esta hora debe ser demasiado raro, pero necesito hablar contigo-

—Endeavor-san, si es sobre la guerra pronta a enfrentar, no se preocupe. —interrumpí, pensando que trataríamos asuntos de trabajo.

—Keigo, no es eso; y por favor, llámame por mí nombre, quiero saber cómo suena en tu voz. —dijo con tono bajo.

Mi corazón se detuvo un momento, y mi estómago se encogió.

—Entonces, Enji-san ¿de qué quiere hablar? —pregunté intentando que la voz no me temblara.

—Vamos adentro, pronostico que la charla será extensa y no quiero que nos cansemos si no es necesario.

Abrió la puerta, y me invitó a pasar primero, el entró detrás de mí; encendió la luz de la habitación. Se sentó en el borde de su escritorio, con la cabeza baja, yo tomé asiento en la silla frente a él.

—Keigo, estamos a nada de afrontar una guerra casi imposible, y no quiero salir de aquí sin antes decirte lo o mucho que te aprecio. No sólo como compañero, o amigo.

<<Más allá de eso me he dado cuenta de que te has hecho de un espacio en mi corazón, aunque haya querido negarlo, el no ser honesto conmigo sería como dejarme morir en el campo de batalla. Por eso, decidí abandonar el temor y decirte que me enamoré de ti. —levantó su mirada al decir las últimas palabras.

—End- Enji-san, yo-

—Keigo, probablemente decirlo no cambie nuestra relación actual, pero por una vez en mi vida quiero hacer las cosas bien.

<<No tienes idea de cuánto peso he soltado ahora, no pensé que se sintiera así-

Habría seguido hablando, enfrascado en su monólogo de las sensaciones descubiertas, de no ser porque borré la distancia existente entre ambos con un rápido impulso, lo acerqué a mí tirando del cuello de su camisa y lo besé.

No pensé en nada más, solo reaccioné ante la oportunidad que la vida me estaba dando, y la tomé.

Él se dejó hacer, pero luego me separó de sí, y me miró con ojos lejanos, con ojos que añoran; y un intento de sonrisa torcida.

—Keigo, me enamoré de ti, ¿sabes lo que significa? —me preguntó. Negué con la cabeza, apenado por el deliberado beso que le dí.

—Eso significa que tengo miedo de perderte, de no verte después de la guerra. —aclaró con voz suave —Keigo, quiero besarte y sentirte, como si fuera esta noche la última vez. —dijo mientras acunaba mi rostro con sus grandes manos.

Acarició mi mejilla con su pulgar, y lentamente se acercó a mí, entrecerrando los ojos que se habían clavado en los míos.

Me besó.

A diferencia de mi beso, el suyo fue lento, profundo; él lo estaba grabando de su mente, estaba casi seguro de ello.

El ritmo de sus labios me guiaban a una sensación de tristeza, y aunque no estaba seguro del porqué, creí que era porque así lo sentía el mismo Enji. Yo también me sentiría triste si apenas después de admitir mis sentimientos pudiera perder a la persona que los provoca.

Una de sus manos soltó mi rostro y bajó a mi espalda, la otra cambió de lugar hacia mi nuca. Yo sujeté su cabeza con una de mis manos, mientras la otra tomaba su brazo. Algo dentro de mí dolía, porque si fuera en otra situación, seguramente estaría saltando de felicidad porque soy correspondido en el amor; pero se trataba de horas antes de entrar a una guerra de la que no sabemos si saldremos vivos.

El beso se detuvo cuando sentí que Enji estaba derramando lágrimas, la humedad en sus mejillas lo delataron ante mí, y verlo de esa forma me hizo llorar también.

—¿Por qué tuve que darme cuenta ahora? ¿Por qué…? —cuestionó —Sé que toda mi vida ha sido una farsa, llena de mentiras y desilusiones, sobretodo de errores irreparables, ¿por qué alguien como yo merecería el amor? —dijo con voz rota.

—Por el simple hecho de que somos humanos. Sin el amor, estaríamos aún más jodidos en este mundo. —respondí bastante seguro —Al carajo lo que suceda después, Enji. Aquí y ahora, este momento es nuestro. Si algo sé es que el amor no se agota, pero el tiempo sí; y nosotros no tenemos tiempo de sobra.

Sequé sus lágrimas con mis pulgares, él besó las mías.

Sus besos recorrieron mi rostro, sus manos exploraban la textura de mis alas. Yo sólo podía estar atento a sentir lo áspero de sus manos, la sensación de la cicatriz en su rostro y el picor de su vello facial.

La ola de sensaciones me embargó hasta el alma. Mis manos no sabían a dónde ir, no se daban abasto para recorrer sus hombros anchos, o la calidez de su pecho. Yo deseaba conocerlo completamente, pero el tiempo nos jugaba en contra; por mucho que ambos hubiésemos deseado entregarnos, los sucesos seguían siendo los mismos.

Armó el sofá convertible para su función como cama, y no, no llegamos a tener sexo.

Fue algo fuera de cualquier explicación lógica, porque no nos entregamos al deseo de la carne, no; nos sumergimos en un mar de sentimientos que dudo que alguno de los dos haya sentido antes.

Por primera vez en años me sentí seguro de despojarme de mis defensas, de quitarme la máscara de héroe y dejar al descubierto mis debilidades. Él hizo lo mismo, con un poco más de temor, pero logró liberarse de sus ataduras, esas que le decían que no merecía la felicidad.

Nos contamos mutuamente las historias de cada cicatriz, de cada herida. Enji contó cada uno de mis lunares, y yo besé sus níveas estrías.

A pesar de mis anteriores experiencias sexuales, jamás sentí esa química, ese respeto o ese amor en ninguna de ellas.

Mucho, pero mucho más allá de haber desnudado nuestros cuerpos, creo firmemente que ambos desnudamos nuestras almas. Y eso en definitiva fue mucho más íntimo y especial que darle satisfacción al cuerpo.

Me besó, nos besamos tanto, que se suplieron todas esas veces que no me animé a hacerlo. Los toques sutiles, comunicaban lo que la palabras no podían.

Lentos, húmedos, suaves; así eran los besos que compartimos Enji y yo.

Después de haber encontrado el amor, ambos teníamos miedo de perdernos el uno al otro, de morir y no vernos nunca más.

Dormimos juntos, de forma literal, en ese sofá-cama. Nos amaneció un día sumamente ocupado, para él porque debía terminar de ajustar las posiciones de cada héroe, y determinar a los líderes de cada sector, y para mí, porque aún tenía pendientes con la Liga, según lo que me dijo la Comisión de Héroes.

Ambos salimos de esa oficina con la ropa del día anterior, pero nada me importaba a mí, y por lo visto, a él no podía importarle menos lo que pensaran los demás.

Cuando fui a despedirme de Enji, él estaba a solas en la sala de juntas, y las puertas cerradas, por lo que aproveché el momento para darle un último beso antes de la guerra.

Él me detuvo al poner su mano entre nosotros. Me hizo prometerle que lo volvería a ver, que regresaría de la guerra vivo y sin heridas de gravedad. Él también me lo prometió.

Entonces, y sólo entonces, me besó. Fue un beso tierno, libre y corto.

Salí de su agencia rogando por poder cumplir con la promesa, y esperando que su fuerza sea suficiente para salir vivo de esa guerra.

Bésame mucho -EndeHawks Oneshot (songfic) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora