La bestia del sótano

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Llantos. Llantos y más llantos. Eso era lo único que podía escuchar. Vio a su alrededor. Estaba algo mareada y aturdida, pero podía ver que estaba en un cuarto grande de paredes de madera oscura sin muebles, ni estantes, ni repisas, tv o una ventana. Podía ser un ático o peor aún un sótano frio y húmedo, eso lo supuso por la escalera que podía ver en una de las esquinas. Estaba echada sobre una dura cama, y sus dos pies estaban sujetos a ella mediante unas cadenas al igual, que una de sus muñecas, pero la izquierda estaba libre.

Con la mano libre, buscó la forma de soltarse, pero era imposible, ya que gruesos candados aseguraban las cadenas que sostenían sus pies y su mano derecha. Mas llantos, pero no provenían de ella, si no de alguien más que estaba en la misma habitación. La joven comenzó a buscar a la otra persona, podía ser alguien que estuviera en la misma situación.

- ¡HEY! – gritó viendo a la derecha y luego a la izquierda, pero no vio a nadie. Así que trató con cierto dolor por el golpe, de levantar la cabeza por encima de su pecho para ver a los pies de la dura cama y pudo ver a Marcus. Estaba sentado en una silla llorando con la cabeza enterrada en las palmas de sus manos. - ¡Por favor déjame ir! -  suplico la joven en susurros y Templando las cadenas.

- ¡NO! No puedo. – fue la respuesta que obtuvo de Marcus.

- ¡Por favor! No le contare a nadie, te lo prometo. – sollozos.

- ¡No!... no puedo, tengo que hacerlo. – Marcus, se ve los ante brazos y ve que sus heridas estaban cerradas. Se levanta de la silla. - ¡Mira! -  dice, y le muestra los ante brazos, pero a diferencia de él, la chica vio varias heridas abiertas y pulsantes.

- ¡No me hagas daño! – Suplicó.

- ¡No quiero hacerlo! pero, tengo que comer. – fue la respuesta que obtuvo.   

- ¿QUE? ¿COMO QUE COMERME? – al escuchar esto, la mujer comenzó a moverse con desesperación sobre la cama. - ¡AYUDENME! – comenzó a gritar.

- Estoy muy caliente. – expresó Marcus. – ¡Me estoy quemando! Yo no quiero hacer más esto, ¡no quiero dañarte!

- ¡Déjame ir! – llanto de parte de ella. – ¡No le diré a nadie! 

- ¡ES HORA! – y se abalanzo sobre ella.
- ¡CALLATE! ¡CALLATE! ¡MALDITA ZORRA! - Con sus dos manos, hizo presión en sus sienes como si su cabeza fuera a estallar. Comenzó a gritar de dolor y a temblar sobre la chica, la cual estaba petrificada, tiesa de miedo. Marcus comenzó a desgarrase la ropa con sus propias manos. Primero sintió como de sus folículos, comenzaba a brotar un pelo grueso y áspero como ramas de un árbol viejo. La picazón y el ardor, que esto le producía era insoportable y el rascarse desesperadamente, le aliviaba. Podía sentir como sus dientes y colmillos, crecían y como su cara se deformaba hasta ser la de una criatura salida de los mismos infiernos.

Sentía, que sus manos se deformaban con largos y gruesos dedos, con largas y afiladas garras. Se había convertido en la bestia.
Marta, veía como Marcus se rascaba con desesperación sobre ella, como gritaba y se rascaba la piel con tal fuerza, que se hacía daño. Gritaba de dolor, a tal punto, que parecía que su garganta estallaría en cualquier momento. Pero no veía garras ni algún cambio físico en él. La joven, podía sentir, como el pene de su agresor crecía en su entre pierna haciendo presión contra su vagina. Marcus comenzó a sudar a chorros y a salivar como un perro rabioso. Su cuerpo se contorsionaba, mientras que su pene crecía desproporcionadamente. Con la mano libre la chica lo golpeaba, pero estos golpes no surtían efecto alguno sobre su agresor. Como si este estuviera en trance, o algo parecido. Lo arañaba y golpeaba, pero nada de esto surtía efecto.

Marcus, tomó la mano libre evitando, con ello los golpes y la vio fijamente.

- ¡Por favor! – suplica la presa. Pero Marcus abrió la boca, y la cerró con fuerza alrededor de sus labios suplicantes, arrancándole el labio superior de un tajo. La carne se desprendió con facilidad, y la sangre broto a borbotones cubriendo la mandíbula de marta. Gritó con desesperación y gran dolor, moviendo la cabeza en espasmos y manchando la dura cama de sangre. Marcus masticó el labio un par de veces, y lo tragó sintiendo como el pedazo de carne, se deslizaba por su adolorida garganta.

© La bestia del SótanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora