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Desde pequeño me decían que era un niño curioso, que me metía en conversaciones ajenas, solo por el placer de saber e informarme sobre las nuevas noticias. No importaba si eran temas de política, novelas, deportes, quería enterarme de todo, aún si lo olvidaba al día siguiente. 

-Vete a jugar con los otros niños -espetaban, sin embargo, en vez de acatar sus órdenes, me ocultaba y escuchaba su conversación.

Me regañaban muy seguido, a veces hasta azotado por solo escuchar conversaciones privadas, cuando no hacía nada con esa información, tan solo la retenía en mi memoria por un tiempo limitado.

Llegó hasta tal punto que ya no me llevaban en las cenas familiares donde los adultos se reunirían a compartir los chismes del mes. A los cumpleaños infantiles sí iba, puesto que los payasos, las atracciones, juegos y comida en bastante cantidad me entretenían, querría ir a saber qué pasó de un tal señor Charlie al que ni siquiera conocía, pero el cumpleaños de DaHyun eran de los mejores. Habían tres trampolines, las canciones de cumpleaños a todo volumen, sumando a los artistas con kilos de maquillaje y trajes llamativos que no paraban su andar o su acto ni para tomar un poco de aire. Eran profesionales, y se les estaba pagando una suma de mucho dinero, no sabia cuánto pero respecto a lo que había escuchado eran unos ocho millones de wones. Solo a los animadores.

Era cosa de todos los días viniendo de una familia acaudalada, tengo seis tíos y dos tías, y todos tienen mansiones, yates privados y una casa en la playa. Esta fiesta solo era un poco de todo lo que podían obtener. DaHyun estaba vestida con un vestido enorme de princesa, una corona y una barita mágica -que podría dar de comer a toda una familia de mendigos-. Ella era el centro de atención, es lo que le gustaba, tenía todo lo necesario para que la miren y admiren. Cumplía ocho años y aún siendo de las mayores entre nosotros, era de las más malas, avaras y egoístas.

Todo lo contrario a su hermano menor YoonGi de tres años que en ese instante se encontraba queriendo agarrar una burbuja pero esta explotaba cuando la cogía o simplemente la tocaba, pero no se daba por vencido e iba por la otra, que daba el mismo resultado.

DaHyun y YoonGi, son hijos del hijo mayor de mi abuelo, y aunque no eran de los primeros nietos, eran los preferidos. Esto ocasionaba disturbios y celos en la familia. En realidad, no le encontraba nada de especial a ellos, eran como todos nosotros, no obstante, el abuelo Min, no pensaba lo mismo.

Ya me había llenado y los animadores se veían tan agotados que me dieron pena, no quería seguir mirándolos, pero los masoquistas de los niños presentes absorbían y sacaban todo de esas pobres personas. Supongo que yo salí más conciente que ellos, al menos entendía que el cuerpo humano tenía límites y que no todos tienen la oportunidad de nacer en cuna de oro y recibir todo con solo pestañear.

Me levanté de mi cómoda silla de color rosa y cojín que abrazaba el trasero, deliciosa. Ya era hora de contemplar el crepúsculo, no hacía más tanto calor y enseguida anochecería, aunque no estaba seguro si esto acabaría hoy o mañana. Las luces del patio ya estaban encendidas, y aunque la casa de DaHyun poseía de toda la tecnología, no la encendían a diario, gran error, deberían hacerlo, las lucecitas colgadas sobre mí iluminando todo a mi alrededor hacía todo más precioso, pudiendo contemplar la bella fuente de agua con una especie de extraterrestre de piedra, con la cabeza en forma de corazón y un arco y flecha en mano, soltando el agua por la boca. Simpático, ¿a quién se le habrá ocurrido?

Era la primera vez que paseaba por su jardín, o por el jardín de otra mansión que no sea la mía. Habían guardias custodiando cada puerta y cada esquina del lugar, sabía que todos estaban informados sobre que yo no debía estar cerca de la cancha de juegos donde los adultos tenían una cena de lujo llena de noticias las cuales moría por saber.

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