꧁Prólogo꧂

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Jisung no tiene idea de como ha llegado allí, el bosque siempre le ha parecido aterrador y ser valiente nunca fue una de sus cualidades, la valentía no forma parte de sus virtudes. Aun así, cree que la curiosidad logró ganarle y solo es consciente una vez que se encuentra de pie frente a la hilera de arboles que desencadena en lo que es, fácilmente, un escenario peligroso. Le perturba la quietud que se cierne sobre él como un mal presagio, la calma antes del caos. Pero el caos no se tarda en hacer aparición, porque siente el cabello húmedo descansando sobre su frente y solo entonces nota el viento tormentoso, que irónico, le empuja al bosque, como si le arrastrara al ojo del huracán, al centro de donde nace el miedo.

El golpe de coraje le sorprende, piensa que pudo haber sido muy útil en otras circunstancias y que ahora solo es otro motivo para meterse en problemas, avanza. Ya es muy tarde para detenerse, camina mientras la tierra le ensucia las zapatillas blancas de deporte nuevas, no había tenido más opción que unirse al club de soccer porque sus notas habían empeorado y a sabiendas de que mañana formaría parte de las practicas terminó por irse a la cama muy temprano, estaba preocupado. Ahora atravesaba el bosque tarareando alguna melodía infantil porque sus intentos de aferrarse al impulso de valor se estaban volviendo vanos y cada paso era un motivo más para regresar a casa.

Las ramas de los arboles a su lado se desprenden pero no es capaz de oír sonido alguno, las hojas caen y revuelan a su alrededor pero ninguna es capaz de tocarle. La sudadera gris se vuelve pesada sobre sus hombros y los lentes se han empapado, aun así, no hace amago de utilizar la capucha, el agua le recorre el cuello dentro del abrigo y más de una vez se tropieza con un par de piedras, trastabilla varias veces y recupera el equilibrio. Corre, la melodía se le atora en los labios a falta de aire y se asegura de repasarla en su mente antes de que se le olvide por completo.

Se detiene ante un claro atestado de malezas, la claridad que se filtra entre las nubes de tormenta apenas es capaz de alumbrar la roca enorme posada en medio del gris y el verde que recubren la zona. Allí es cuando nota que no recuerda si dejó atrás su casa de noche o tal vez de día ¿amanecía o el sol se estaba escondiendo? La roca se alzaba con más relevancia y de repente necesitaba elevarse sobre ella, con los pies en la superficie húmeda y resbalosa, así que continua acercándose con velocidad. Desde allí el claro no parece la gran cosa, nada parece la gran cosa, porque se siente poderoso, más satisfecho consigo mismo que nunca. Durante un breve episodio de lucidez recuerda que mañana es su cumpleaños numero diecisiete y que realmente no debería estar en ese lugar. La lluvia da tregua por un momento y nota, las flores a su alrededor son espantosas, recubren el borde de la roca y parecen esparcirse por todo el lugar, arrasando con el resto de la fauna. No parecen ser nativas de ese habitad y aun así se veían apacibles, con tallos verdosos, altos y fuertes, con flores negras y repugnantes; verlas comenzaba a producirle un extraño pesar e incomodidad, por un momento creyó estar a punto de vomitar.

Creía verlas moverse, agitándose amenazantes, sus sentidos comenzaban a apagarse adormilados y no era capaz de encontrar explicaciones lógicas. En cuanto cerró los ojos ya era demasiado tarde, no vió avecinarse el peligro y ahora era impulsado hacia atrás sobre su espalda, el movimiento brusco casi le arranca los lentes, está demasiado sorprendido como para reaccionar y espera el golpe, con la certeza de haber caído en la trampa más obvia, más peligrosa del mundo.

El impacto es fuerte y doloroso, su cabeza ha dado con algún objeto y cree tener una contusión severa, pero deja atrás la idea en cuanto su vista se posa en el ente que ahora se descansa, feroz, sobre su cuerpo. Ha vuelto a llover, los anteojos se deslizan un poco, empañados, borrosos; hay un animal ¿un animal? es negro y gruñe, es aterrador y no sabe si es porque esta tan cerca de su rostro, pero puede asegurar que porta los dientes más grandes que haya visto, sus colmillos en un rictus de odio y repugnancia dirigidos hacía él, cree que nadie nunca le ha mirado de esa forma, tan cruel, y ahora el agujero de angustia en su estomago es otro motivo para temer, porque duda salir vivo de esto. Y si lo hace, hay algo más allá de su comprensión que le asegura que se arrepentirá de esta noche, para siempre.

Let's play in the forest [RenSung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora