El Último trago del Talón Rajado

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El último trago del Talón Rajado

La lluvia inclemente cae. Este año ha sido más lluvioso que anteriores. En la ciudad y en el campo se trabaja igual, la única diferencia es que las condiciones de trabajo son incomparables. Los primeros trabajan bajo techo y con calefacción, mientras los otros se abrigan con lo que se pueda hacer una fogata. Los del tiempo dicen que la lluvia nos acompañara desde hoy hasta el domingo ¡cinco días de lluvia! Abra que andar en bote.

En la Rinconada se les ha propuesto un trato; terminen dos hectáreas y tendrán el fin de semana libre, asegúrenme unas 10 toneladas de lampazo y quedamos al día. ¡Que le dijeron a Talón rajado! De pronto se transformó en el más entusiasta de los jornaleros. Talón rajado tenia nombre; Marco Aurelio Corona, pero todos le decían el talón rajado por las heridas que se había hecho de tanto andar a pie pelado y el clima lluvioso.

Ahora bien, muchas veces talón rajado había prometido no beber más. Cada vez que tenía fin de semana largo se demora dos más en volver a trabajar. Había jurado y re juramentado no volver a beber una sola copa de vino: que por el toloncito chico, que por Diosito, que por su Madre muerta, que por el general Velázquez que jugaba el fin de semana. No le faltaba causa y santo por el cual prometer. Pero la sed y las ganas de sentir el sabor de las uvas recorriendo su guargüero podían más. Demás está decir que nunca cumplió sus juramentaciones.

Y la lluvia, la lluvia no para. Que la carreta se tranca con tanto barro. Que el agua sigue los causes que quiere. ¡Pero el olorcito a tierra mojada, a barro, a promesa de adobe y chimeneas al viento no es reemplazado por nada! Ese olorcito que da el campo con sus cocinas a leña le da un toque especial al panorama. El olor a barro es como un reencontrase con la tierra misma ¿será por eso que hay mujeres preñadas que les gusta comer tierra o mojar adobe y servírsela como el mejor de los bocadillos? Ese olorcito invita a fumarse un cigarrito, acompañarlo de un té o agüita-perra.

Los amigos y compañeros del banco aserradero de talón rajado; el Culebra (Ramón Gómez) el pichinche (Ranoldo Rojas) y el Pata de cumbia (José Farías, quien había recibido de vuelta una astilla que la sierra devolvió a mas de 80 kilómetros por hora, cojeaba del lado izquierdo haciendo un movimiento con su pie, entre chistoso y penoso) habían hecho una apuesta. Sabían de la debilidad de Talón, estaban seguros que el viernes saliendo de la pega lo invitarían a tomar y este no se resistiría. Que aunque hace tres semana atrás le oyeron decir: “juro por mi taloncito chico que este será mi último trago y que mis labios no degustaran mas este vil veneno”. Sabían ellos que su compañero terminaría llorando a “moco tendido” acordándose de su madre, de Diosito y de su querido taloncito chico. Que, cual rezo de señora devota, juraría por el cielo, si era necesario, que ese sería su último trago. ¿Por qué será que cuando el alcohol llega a los ojos, forja decir y hacer cuanta tontera? El amigo Aurelio era de esos.

Las miradas se cruzaban de Pichinche al Culebra, del Culebra al Pata de cumbia y así pasaban las horas. No levantaban cabeza, solo miradas cómplices, como aves rapiñas esperando que el muerto caiga en tierra. De vez en cuando el Talón Rajado los pillaba cuchucheando con risa cómplice. ¡No se apuren compañeros ni saquen el ternero antes de tiempo, le prometí al taloncito chico que no volveré a tomar! El silencio enmudecía hasta la radio am.

Viernes por la mañana. Estoicamente Talón Rajado ha soportado la sed y voces de ¡salud! No ha sido fácil para este hombre, hombre de brazos fornidos, motitas adornan su cabeza, un bigote grueso algo desordenado y travieso. Así es él, no hay caso con que lleve un gorro, sea invierno o verano, su pelo siempre enrulado. Le conto a sus compañeros: “en la mañana me salió a dejar el Taloncito, me dijo que no le hiciera caso y que me viniera derechito para la casa. Le dije que no se preocupara que no beberé una sola copa de vino. ¡Mi taloncito…haaa… es tan lindo, recién cumplió tres años. Es crespito igual a mí, casi todos le dicen motita, soy el único que le dice taloncito! No quiero decir que mi niño tendrá el talón igual a mí, voy a trabajar y no tomar para que mi Taloncito estudie y sea jefe de nosotros.

Taloncito, un hermoso niño de tés morena con motitas que cuelgan de su cabeza, no supera la edad de jardín y ya sabe demasiado, debe ser por esto que su padre tanto lo quiere.

Serian las dos de la tarde, no paraba de llover, cuando el dueño del banco llego. Traía consigo el pago correspondiente al trato hecho. Era bastante dinero. Fue en este momento, o mejor dicho, es en este momento, cuando el hombre se ve con más de lo esperado que no encuentra nada de malo hacer un desarreglo.

Ya todos pagado y listo para regresar a casa, he aquí la pregunta ¿vas con nosotros Talón? Como coro de niños sacados de iglesia sus amigos se hicieron oír.

La respuesta no se dejo esperar: La verdad que no tengo muchas ganas de ir, le prometí al taloncito que llegaría temprano que haríamos un rico queso cabeza (Dijo Talón). Ya había vencido diciendo no. Aun le faltaba lo más difícil. El camino de regreso necesariamente lo debían hacer por el callejón del medio, justo allí se encontraba el boliche del tuerto Pino. Mochila al hombro apuraron tranco. El corazón se le iba a salir por la boca. Mientras más cerca, mas afanoso y alígero latía ¡como tanto! Dirá usted, dígaselo a un hombre que ha bebido de los 12 años, digo yo.

A la puerta de la cantina, sentado sobre un tronco adecuado como asiento estaba el tuerto. Ofrecía sus bondades. ¡Tengo una chicha que viene recién llegando de Nancagua! Acompañaba a sus ofrecimientos una vieja chimenea que dejaba escapar bocanadas de gigante fumador. ¡Chicha y cocimiento les puedo ofrecer por costo mínimo, la música por cuenta de la casa. Esta el viejo Pedro con su acordeón para entonar una que otra melodía.

¡Dios santo! ¿Cómo se pueden privar de algo tan rebueno? Decía el tuerto. El culebra, Pinchincho y Pata de cumbia, no aguataron la tentación. Talón rajado se mantenía incólume. Agacho su cabeza y siguió rumbo a su casa, se decía para sí mismo; no le voy a fallar al taloncito.

A no mucho de allí, justo debajo del sauce de los Silva, estaba Tomás, hombre de mundo, de incontinencia verbal, era capaz de hacer bailar las culebras. Luego de un saludo griego, convenció a Talón Rajado; ¡Yo invito amigo mío! No tiene para que tomar, vamos donde el tuerto y nos servimos un rico cocimiento. Mientras Talón Rajado se decía; tiene Razón el tomacho, no tengo para que tomar, me comeré unos platitos de cocimiento. Y seguía argumentado el Tomacho; acuérdese que el Tuerto hace el cocimiento, según él, al estilo panameño, y ese horno, ese fuego, acaso no le despiertan el apetito.

Nada más que hablar (dijo Talón) vamos donde el tuerto.

Ya en la meza se amontonaron con los otros comensales y dieron rienda a su apetito que a esa hora hacía estragos.

Y la hora, la hora avanzaba. Entre ratos el Talón miraba su reloj y también las copas de vino. ¿Y si me tomo solo una copa, será mi último trago? ¿Y si me la tomo, me paro de la mesa y me voy, también es posible?

Muchas miradas, muchos ojos puestos en un solo hombre. ¿Que harás Talón?

Han pasado cuatro horas y Talón no ha bebido ni un solo trago hasta que de pronto y de la nada, se encuentra con un vaso en su mano. Ha llegado a pensar que el diablo lo puso entre sus dedos. Sin mediar pensamiento se tomo el trago. Luego otro y otro hasta ponerse a jurar que será su último trago. Estaba en eso y con la mirada revuelta cuando en la puerta de la cantina la silueta de una mujer que afirma de su mano a pequeño niño. Trata de fijar la vista y concentrase en el pequeño; ¡No puede ser es mi taloncito, le he fallado! Se decía Talón. He allí un niño y su madre, un niño creyendo en su padre, sus ojos cubiertos por motitas se humedecen por culpa del juramento. La mujer pega la vuelta, el niño sigue observando y el Talón rajado sigue juramentando.

Fueron segundos eternos en los que de pronto logra volver en sí y se percata que su mujer y su hijo se están yendo, como puede trata de darles alcance, ellos han cruzado la ruta H 30. Sus amigos a la puerta y tratando de darle alcance, ya que se tambalea de un lado a otro, no se puede mantener en pie. Se ha ido a tierra en más de tres ocasiones. El culebra trata de hacerlo entrar en razón; déjame que le he fallado a mi taloncito, le decía.

Taloncito con un sollozo en sus ojos volteaba a mirar mientras su madre le apuraba el tranco. Talón Rajado se ha zafado de sus amigotes y va a cruzar el camino pavimentado cuando va a dar un siguiente paso, siente que un bocinazo le espanta la curadera sus ojos más grande de lo normal ven lo que se viene encima, ya era tarde, el cuerpo yace tendido en el húmedo pavimento. Ha sido el último trago del Talón rajado.

Allí, tirado en el pavimento yace un juramento. Una mujer y su hijo lo contemplan. Cinco copas al cielo y un salud por el Talón rajado… de aquí en mas, en ese pueblo, siempre que se toma y come el último trago es a salud del talón rajado.

El Último Trago del Talón rajadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora