Capítulo único

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En la naturaleza humana había algo inherente que siempre se sentía atraído a lo prohibido. Las personas solían sentirse más atraídos hacia aquello que estaba fuera de sus manos, aquello que no podían obtener con facilidad. Y entre más complicado fuera, más tentación tendrían de tenerlo cerca, más deseo tendrían de poseerlo.

Y Megumi sabía eso a la perfección. Odiaba reconocerlo porque eso significaría admitir debilidad; pero quizá era algo normal, después de todo su propia piel y su interior lo sabían.

Él conocía el sabor de lo prohibido.

—¡No puede ser, otra vez perdí! —exclamó Yuuji Itadori, alzando los brazos y haciendo una mueca de frustración mientras un aviso de "Game Over" se mostraba en la pantalla del televisor.

Megumi Fushiguro, quien se encontraba sentado a su lado, se encogió de hombros y agarró la lata de soda que tenía al costado de sus piernas estiradas para darle un sorbo.

—Eres malo en esto, acéptalo —respondió con simpleza, ignorando el hecho de que ese comentario avivaría la molestia de su amigo.

—¡Jamás! ¡En algún momento te voy a ganar, Fushiguro! —gritó Itadori, señalándolo con un dedo mientras inflaba los mofletes como un niño pequeño, apretando el control que tenía en las manos.

Megumi solo lo miró con las cejas alzadas mientras tragaba su bebida.

—Sigue soñando, idiota.

El gruñido de frustración de Itadori no tardó en escucharse en toda la habitación mientras murmuraba insultos bajos, preguntándose por qué demonios siempre perdía.

Se encontraba en el cuarto de Itadori jugando en la nueva consola que le habían regalado en su cumpleaños. Había estado hablando de eso con insistencia en clases y le suplicó a Fushiguro y Kugisaki que fueran a su casa a jugar. Sin embargo, la chica se excusó diciendo que debía terminar los deberes para esa semana; lo cual era una completa mentira porque ella ni loca iría a casa específicamente a hacer tareas.

Por su parte, Megumi quería negarse también ya que los videojuegos no eran realmente lo suyo, mas al ver los ojos suplicantes de Itadori no pudo hacerlo, no cuando lucía como si fuera su última esperanza. Y en realidad lo era, no tenía a nadie más con quien jugar. Solía hacerlo con Junpei, otro de sus amigos, pero desde que se mudó de ciudad no habían podido jugar de nuevo.

Así que ahora estaba allí básicamente obligado, pero de alguna forma resultó ser mejor jugador que Itadori en el juego que este compró. Ni siquiera se estaba esforzando mucho, solo estaba moviendo los botones de un lado a otro porque no le apetecía meterse de lleno. Aquello llevó a la situación actual, con Itadori preguntándose por qué perdía siempre. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que había llegado, mas tenía el gran impulso de marcharse de una vez.

Quería salir de allí antes de que los problemas llegaran. Le había cumplido el capricho a Itadori, ahora podría irse.

Porque por más que le gustara ver a su amigo emocionado por estar allí, la seguridad de Megumi se vería amenazada si permanecía más tiempo. Lo sabía perfectamente.

Tragó con pesadez la bebida, limpiándose las comisuras de la boca.

—Debo irme —anunció, soltando un suspiro de cansancio. Lo único que le apetecía era echarse por horas en su cama a escuchar música.

Itadori volteó a verlo con el rostro contorsionado y expresando pura tristeza, sus ojos brillando.

—¡¿Eh?! Pero Fushiguro, ¡todavía no te he ganado! —respondió, sacudiendo los brazos.

Agridulce tentación |SukuFushi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora