La última hoja de otoño

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Todavía recuerdo el último día de otoño, la brisa que hizo a la última hoja caer del árbol y cómo esa misma brisa movió ligeramente los mechones que caían, delicados, sobre tu frente.

Y ahí estabas tú con la más grandes de tus sonrisas para mí; una sonrisa única y expresamente para mí.

Éramos felices.

No pude resistirme, me acerqué a ti en apenas un paso y cuando quise darme cuenta mis labios estaban sobre los tuyos y mis manos sobre tus sonrojadas mejillas.

Y mi amor sobre el tuyo y tu corazón sobre el mío.

Hubo un momento en el que mis labios habían desarrollado una dependencia sobre los tuyos, como si acaso los necesitase para respirar, lo que es irónico porque cuando estaban unidos a los tuyos respirar pasaba a un segundo plano.

Y me separé lentamente, observando atentamente cada facción de tu rostro, pues quería guardar aquel recuerdo para siempre porque sí, joder, claro que lo sabía, sabía que todo aquello era demasiado bueno para ser verdad y joder, también sabía que lo bueno duraba poco, incluso cien años a tu lado se me figurarían pocos, y aquello era efímero, efímero porque sabía que el fin había llegado.

Así que volví a unir nuestros labios porque sabía que cerrarías los ojos de nuevo como acostumbrabas a hacer y esa sería la mejor forma de que no pudieses verme llorar.

Tapando las lágrimas con besos.

Ahora mismo estaré en quién sabe donde, ¿en el infierno, tal vez? Es el único lugar que se me ocurre, ya que todo este tiempo, a tu lado, estaba en el cielo.

Cada beso, cada abrazo, cada discusión, cada tontería, cada vez que me cogías la mano... eso lo era todo y juro que hasta el último segundo estaré pensando en ello, en mi todo.

Siempre has sido tú, Kook, siempre.

Siento mucho dejarte.

Te quiero.


Jimin se giró al notar una presencia observándolo y ahí estaba la persona a la que menos quería ver, no justo ahora que estaba sosteniendo su carta arrugada entre sus manos de la fuerza con la que sujetaba, todavía releyéndola, incrédulo.

Entonces, cuando levantó su rostro y Jimin vio su expresión llena de dolor, sintió que el mundo se le venía encima.

Tienes que estar jodiéndome, Jimin —dijo Jungkook con voz rota, ojos llorosos, ojeras, mejillas rojas y despeinado.

Jimin se había quedado paralizado, no sabía lo que pasaría a continuación, pero se figuraba que no sería nada bueno y no quería irse de esa forma. No quería que Jungkook le odiase por algo que, en cierto modo, tampoco tenía potestad sobre ello, pero aún así se lo había ocultado durante mucho tiempo.

Nunca debió enamorar a aquel chico, no sabiendo que su enfermedad podría llevárselo en cualquier momento.

Se sentía egoísta.

—Kook, yo... —su voz había salido en apenas un quejido y cayó al suelo de rodillas.

El dolor del golpe no importaba. Clavó sus codos en sus muslos y dejó su rostro enterrado en sus manos y, como si pudiese volver a ser un niño pequeño, lloró. Y lloró y lloró y lloró como si así las lágrimas pudiesen darle vida.

Pero no era así, ya nada podría darle vida; alargar su tiempo un poco más hasta poder ver con sus propios ojos cómo habría logrado crear un hogar junto a Jungkook, tal vez una familia.

Eso no era nada más que otro sueño roto.

Entonces, Jimin levantó su cabeza cuando notó que Jungkook se había arrodillado enfrente suyo, pues había escuchado sus sollozos sobre los suyos y había notado que sus manos estaban sobre las de él.

Y lloraba uno por el otro y el otro por el uno.

Jimin volvió a cubrirse el rostro con las manos, pero rápidamente Jungkook lo cogió de las muñecas y las apartó de sus facciones.

—Jimin... mírame, Jimin. —Jungkook cogió con ambas manos la cara de Jimin y le obligó a que juntasen sus miradas, de ojos rojos a ojos rojos—. No quiero perder un solo segundo más sin ver tu cara.

—Kookie... mi Kookie —hipaba Jimin, lo que terminó de romper el corazón de Jungkook, quien trataba de mantener la compostura pese a la gravedad de la situación.

Pero es que le había llamado Kookie, su Kookie.

Nunca antes le había parecido ese mote tan desalentador.

—Jimin —susurró con la voz quebrada—, es todo tan... tan...

Entonces fue Jungkook quien se terminó por derrumbar y se echó sobre Jimin para abrazarlo como nunca antes lo había hecho.

Siempre se había sentido bien al abrazarlo, siempre había sentido que el corazón se le iba a desbordar, pero en esa ocasión todo había cambiado y sabía que ya no sería lo mismo, ahora que los abrazos estaban contados, ahora que lo que sentía al abrazarlo pasaba de ser amor a algo más: a desdicha.

—Es injusto... es muy injusto —sollozaba Jungkook, enterrando el rostro en el cuello de Jimin, quien deslizaba su mano por la espalda de su novio, tratando de consolarlo, aunque fuese él el primero en carecer de ese consuelo.

—Esa carta tendrías que haberla leído en unas semanas...

—¿¡Estás de broma!? —casi chilló Jungkook, quien ahora parecía enfadado. No obstante, siguió abrazando a Jimin como si de su vida dependiese, aunque no era la de Jungkook la vida que peligraba—. Si no la hubiese leído... yo... —Apretó más su espalda y recobró fuerzas para hablar—. Sí hubiésemos hablado, nos hubiésemos besado o incluso hubiésemos hecho el amor por última vez y, en efecto, no hubiese sabido que ya no habrían más, ni lo hubiese disfrutado cómo debería... no me lo habría perdonado, ¿vale?

Jimin suspiró, aquello le estaba desgarrando por dentro. De verdad que quería creer que todo iba a salir bien y que no iban a haber últimas veces hasta dentro de muchos años, pero el médico le había dado la respuesta definitiva y su corazón ya no aguantaba más.

Sí, aquello sí que era una injusticia.

Dejar a tu persona favorita sola en el mundo era una injusticia.

—Te quiero, ¿lo sabes? —preguntó Jimin, acariciando el pelo de su novio.

Este se echó hacia atrás y, sin separar sus manos un instante de él, le sonrió con la calidez más pura que jamás había visto en nadie más que en él.

Aquel era el mismo chico del último día de otoño, Jimin lo vio, incluso se imaginó cómo la última hoja del árbol caía y cómo a esa misma vez los mechones delicados que caían sobre la frente de su chico se movían ligeramente.

Entonces acortó la distancia entre ellos dos y, cuando quiso darse cuenta, sus labios estaban sobre los suyos y sus manos sobre las sonrojadas mejillas del otro.

Sí, aquel era su último día de otoño.

El último de todos.

La última hoja de otoño -One Shot [Jikook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora