Prólogo

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¿Qué se necesita para conmover un corazón herido?
¿Qué forma parte de la esencia de alguien?
Si no me vuelves a ver, ¿Me recordarás?
¿Dirás las mismas palabras?
¿Qué significo realmente para ti?

Sombrío, ruidoso, los llantos y gritos formaban parte del ambiente, apenas entraba luz, las celdas eran muy pequeñas, sus piernas no podían extenderse completamente, tampoco podía pararse, pero no importaba, de todas formas, lo único que quería hacer en un lugar así era echarse en el frío suelo y abrazarse a sí misma mientras dejaba su rostro empaparse; sus muñecas dolían de estar tanto tiempo atadas tras su espalda, su cuerpo se estremecía, le había tocado la peor de las suertes si moría así, aunque no era muy diferente de lo que obtenía estando afuera

Se sobresaltó cuando escuchó unos pasos acercarse, alguien sollozaba y se resistía a entrar a la celda, un empujón fue suficiente para meterla, el hombre que la trajo se marchó sin decir nada mientras ella seguía llorando en una esquina, tenía curiosidad por saber cómo lucía pero la luz no era suficiente, una pequeña parte de su corazón se alegró de tener finalmente compañía pero al instante esa alegría desapareció pues recordó que ninguna estaría ahí por mucho tiempo

Horas después su estómago comenzó a molestarla, en su intento por distraerse con algo comenzó a arañar el suelo con los dedos de sus pies hasta que éstos comenzaran a sangrar, inevitablemente soltó un quejido que captó la atención de la persona de la celda de a lado

—¿Estás bien? —le escuchó decir con voz aguda, era una niña, se asomó a través de los barrotes donde el resplandor de las linternas daban mejor y le permitieron detallar su limpio rostro, cabello y ojos marrones, lacia, inocente, pura, reluciente, todo eso pensó inconscientemente al verla

Asintió desviando la mirada, la contraria no muy convincente se quedó observándola un largo rato con una mueca preocupada hasta que el estómago de una rompió el silencio, la castaña rió

—¿Tienes hambre? Creo que tengo algo aquí —dijo buscando en los bolsillos de su pantalón hasta hallar un trozo de una barra de granola, con una pequeña sonrisa se lo extendió a la contraria a través de los barrotes —¿Por qué no lo tomas?

—No puedo usar mis manos, las amarraron —respondió en voz baja y con la mirada en el suelo, la castaña volvió a verla preocupada

—¿Por qué lo hicieron?

—Porque...tienen miedo...

—¿Miedo? ¿De qué?

—De mí

Hubo un largo silencio, no se atrevía a verla, supuso qué expresión estaría haciendo y no quería verlo

—No lo entiendo —dijo de repente la castaña, la contraria, sorprendida por sus palabras se animó a verla, no era como lo había imaginado, ladeaba su cabeza en señal de confusión, tal vez no se lo había explicado correctamente, por eso no la veía con miedo aún

—Soy uno ellos —murmuró con temor

—¿Ellos?

—Como esas criaturas de la niebla que sólo destruyen cosas y...si toco algo lo haré polvo —aclaró, otra vez ahí estaban las ganas de llorar pero se contenía, no quería hacerlo frente a ella

—No te pareces a ellos pero, ¡Aun así es genial que tengas un poder! —expresó sonriendo de nuevo, había brillo en su rostro y eso la mugre del lugar no se lo podía quitar, la contraria no comprendía su entusiasmo pero dejó de insistir

—¿Cómo te llamas? —preguntó de repente

Ya que sabía que no podría evitar que ella hiciese preguntas dejó de ignorarla y hablar:
—No tengo un nombre —admitió

SIN_ AMANECERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora