CAPÍTULO 2 Retrospectiva

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Carmen Julia Martínez Restrepo era el nombre con el que me habían bautizado mis padres. Mi madre era colombiana, de Antioquia; y mi padre era Español, de Vizcaya.  Habíamos vivido en Colombia toda mi infancia, con mi madre, Sofía Restrepo, hasta que ella falleció cuando yo tenía doce años. La familia de mi madre no quería mucho a mí papá, por lo que quedarnos en Colombia no fue una opción. Nos mudamos a Bilbao unos meses después, con mis abuelos paternos. Comencé a estudiar en el Deutsche Schule Bilbao (Colegio Alemán de Bilbao) y allí conocí a Milka. 
 
Al casarme, adopté el apellido de mi esposo. Entonces era Carmen Julia Weber. No obstante, al momento de presentar mis bocetos a clientes en la compañía, al ver mi nombre se desanimaban. Las personas eran muy regionalistas. No estaba segura si el trabajo extranjero les asustaba, o si simplemente sus principios implicaban apoyar lo local. 
 
 -Franziska - saludé de vuelta, devolviéndole el abrazo.
 
Me miró con curiosidad, estudiando mi estado de ánimo. Notó que aquel era un intento por pasar página y decidió actuar normal, como cuando éramos niñas. 
 
- Deshazte de esa cola de caballo antes de que me de un infarto -pidió en su español perfecto, mientras hacía una mueca de dolor. 
 
Fue inevitable reirme. Era la reina del drama cuando se trataba del maltrato al cabello. 
 
- Pintaste de nuevo el salón -admiré, mientras me soltaba el cabello y tomaba asiento en una de las poltronas que tenía frente a un enorme espejo lleno de luces. 
 
Evité mirar mi reflejo. La luz blanca revelaba aún más lo mal que me veía por aquellos días.
 
- Necesitábamos recibir el otoño en buenas condiciones. Por esta época el negocio no es muy próspero - se lamentó, tomando asiento junto a mí y acariciando las orejas de Basket, que no se cambiaba por nadie. 
 
- Vengo a hacerte el día. Volveré a la oficina el lunes y no quiero verme así -me quejé, señalando toda mi humanidad. 

Ella sonrió. Entrecerró los ojos y arrugó el ceño. Esto significaba que, en su cabeza, ella estaba probando diferentes estilos para mí. 
 
- Tu rubio capuccino es hermoso, pero hace que te veas muy pálida, ¿has considerado cambiarlo por algo más oscuro? Sé exactamente qué se vería perfecto para resaltar tus ojos grises. 
 
Esa era la Milka profesional. Su voz sonaba exageradamente cortés y llena de conocimiento cuando hablaba de su trabajo. 
 
- Nunca he llevado el cabello oscuro - revelé, un poco aterrada ante la idea. 
 
Mi familia paterna era de rasgos muy fuertes. Sin embargo, la familia de mi madre resaltaba por sus rasgos físicos delicados y sus ojos claros. Yo había heredado los ojos de mi abuelo, y los rasgos delicados de mi madre. Aleluya. 
 
- No digo que te voy a maldecir con un negro en el cabello, pero sí un castaño claro chocolate -aclaró, mientras sacaba de su mesa de trabajo un mostrario de tintes de la marca con la que ella trabajaba. 
 
Era un cambio grande. Estaba algo sorprendida, pero no podía quejarme, aquello era lo que había pedido y ella estaba más que dispuesta a hacerlo. 
 
-Está bien -acepté, sin darme chance de pensarlo mucho. Sabía que me arrepentiría.
 
Milka se puso manos a la obra. Organizó los tintes, desenredó mi cabello, sacó las hebillas de utilizaría y comenzó con paciencia, mechón por mechón, a tinturar. Me encantaba verla trabajar. La belleza era su pasión y no había nadie que la disfrutara tanto como ella.   
 
-Me llamaron del taller. Hoy llevarán de vuelta la motocicleta -solté de la nada. 
 
Milka se quedó paralizada a medio mechón por un segundo. Luego prosiguió intentando hacer que su voz sonara despreocupada. 
 
-¿Qué piensas hacer con ella? -inquirió, en falsa tranquilidad.
 
-No lo sé aún… 
 
Y era cierto. No lo había pensado. Después del accidente, había bloqueado cualquier pensamiento que tuviera que ver con la motocicleta. 
 
- Quizás la deje para uso personal.
 
- ¿Puedes manejar esa cosa? - preguntó, sorprendida. 
 
Tenía una BMW S1000XR. Era una motocicleta deportiva. Y sí, era enorme, pero me las había ingeniado para conducirla antes así que era una posibilidad. 
 
- Lo más probable, es que la venda. 
 
Pensar en venderla hizo que se me contrajera el estómago. Aquel aparato significaba mucho para mí, a pesar de lo que había sucedido. Tenía muchos recuerdos en ella y no quería deshacerme de ellos. No estaba lista. 
 
- ¿Cómo va el trabajo? ¿Por qué decidiste volver? - cuestionó, cambiando abruptamente de tema.
 
- Tengo tres días para bocetar todo un libro infantil. Tengo algunas ideas pero no me convencen del todo. Siento que le falta. No se ve como mío -Me quejé. 
 
- Tienes demasiado talento. No dejes que todo este asunto te nuble lo que amas. 
 
Milka tenía razón. Dentro de mí lo sabía. Pero a él también lo amaba. Él era mi vida y ya no estaba. No era algo que pudiera procesar de la noche a la mañana. 
 
- ¿Sabes? Thalia tiene un puesto en el bazar del centro. Hay algunos libros en español y algunos de ilustración que pueden darte algunas ideas. Podemos ir cuando terminemos y de paso tomarnos un café. 
 
Ella siempre hacía lo que pudiera para animarme. Aunque estuviera atareada, cansada, enojada, con el corazón roto, o incluso hasta dormida. Era una muy buena amiga y me sentía agradecida de poder pasar toda esta crisis con ella. 
 
Nos demoramos unas tres horas en dejar listo el cabello. Me llegaba hasta la cintura y había estado seco y plano hasta que fui al salón. Milka lo tinturó, y lo cortó en capas para que tuviera movimiento. Mientras estábamos en el proceso, Basket llamó la atención de varias personas que terminaron ingresando al salón y agendando citas para cortes de cabello o cambios de color. 
 
- Deberías traerlo más seguido. El chico trae suerte - dijo emocionada. 
 
- Sus dueños regresan la próxima semana. No sé qué haré cuando se lo lleven de vuelta - lamenté. 
 
- Puedes adoptar tu propia mascota -dijo de manera sarcástica. 
 
Lo había considerado. Pero no tendría el tiempo para criar una mascota si volvía a la oficina. 
 
Al terminar me miré al espejo. Parecía una persona totalmente diferente. Quería ser una persona totalmente diferente. Me sentía renovada y liviana. Esa era la magia del trabajo de Franziska. 
 
Abrí la bolsa en la que había llevado la comida que había comprado en Jannis. Me rugía el estómago y no había nada mejor que Jannis para calmar el hambre. O eso pensaba. Al momento de abrir la envoltura y oler el cordero me atacaron las náuseas. Puse el plato sobre una mesa y corrí al baño. 
 
Vomité de nuevo por otros cinco minutos. 
 
- ¿Julia? ¿Te encuentras bien? ¡Julia! - la voz de Milka sonaba ahogada al otro lado de la puerta. 

Sudaba frío y sentía que la cabeza me daba vueltas. Cuando pasó todo el episodio, abrí la puerta.
 
-¡Estás pálida! ¿Te sientes mejor? - sonaba preocupada. 
 
- Tuve un ataque de ansiedad en la mañana. Supongo que es lo que queda. 
 
Finalmente, pude comer algo mientras escuchaba la cantaleta de Milka insistiendo que pidiera una cita médica. Le dije que pediría una para la siguiente semana para que dejara de molestarme. 
 
 
Al finalizar todo, fuimos al centro. 

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⏰ Last updated: Nov 23, 2020 ⏰

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