Uno - Amistades que valen oro

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—Ya te lo dije mamá, no, no me voy a casar con Mael, ¡Que no!, mamá entiende que el ama a otra persona, y esa... no soy yo —la voz de la albina sonaba entrecortada, además de que se encontraba hecha un mar de lágrimas, ella lo seguía amando, pero él había dejado muy en claro sus sentimientos hacia ella.

3 horas antes:

—Hola Elizabeth, ¿Podemos hablar? —un joven alto y de pelo largo plateado apareció en la puerta de su casa, y por el tono de voz, sonaba serio.

—Adelante, pasa —corriéndose a un lado, la joven dejo entrar a Mael, cerrando la puerta cuando este ya se encontraba adentro—¿Y bien?, ¿De qué quieres hablar?

—Bueno, sobre la boda... —la ojiazul tenía una idea de lo que le iba a decir, cosa que se esfumo cuando, él, termino la oración.

—No me voy a casar contigo Ellie.

Todo corría en cámara lenta sobre su cabeza. El día en que se conocieron, cuando se hicieron amigos, cuando él le pidió ser su novia, cuando le pidió que se casara con él. Los tres mejores años de su vida, se fueron a la basura, y ella solo tenía una pregunta...

—¿Por qué?... —silencio, era lo único que se oía entre los dos.

—Solo quiero saber eso, ¡dímelo Mael! —él desvió la mirada, por lo que ya creía saber cuál era el motivo para esta repentina decisión—¿Hay alguien más, cierto? —Mael no respondía, y eso la estaba desesperando—¡Habla, no te quedes callado!, ¡¿Querías terminar con la boda?! ¡Pues dime por qué, mejor dicho, dime gracias a quien!

—¡Me enamore de alguien más, contenta! Te amaba, he intente salvar esta relación, pero... no pude, ¡No pude hacer nada contra mis sentimientos! Te deje de querer hace un buen, nunca te conformabas con lo que yo hacía, querías que sea "Un gran esposo", y eso no es lo que quiero Elizabeth. Cuando se ama, se acepta, se apoya, se lucha; y... me di cuenta... que lo que sentía por ti... NO ERA AMOR. ¡Nunca lo fue!

—¡Plaf! —llena de lágrimas, la albina le tiro una contundente cachetada, lo que le dijo el peliplata rompió su corazón en más de mil pedazos—¡Lárgate!, ¡Lárgate de mi casa Mael!, ¡Te odio, jamás debí enamorarme de ti!

Con la mejilla roja e hinchada, se retiró de su casa. Triste por como pasaron las cosas, y feliz porque, al menos, le dijo la verdad.

—Hasta siempre Elizabeth. Veras que el verdadero amor tocara tu puerta.

3 meses después:

—¡No puede ser Ellie!, no puedes seguir llorando por Mael, cuando lo vea, ¡Hay! Le voy a dar una paliza que ni en su vida me va a querer ver —la castaña consolaba a su mejor amiga, y es que, desde que su boda se arruino, no paraba de llorar todos los días— Elizabeth, eres una chica guapísima y dulce, si fuera lesbiana, de seguro me enamoraba de ti.

—Las cosas que dices Diane... —al costado de las dos chicas, estaba una rubia, de lindos ojos miel, acompañándolas—Pero te doy la razón con lo de la paliza.

—¡Jajaja! —luego de tanto tiempo, por fin soltó una risa. Sus mejores amigas estaban contentas, al fin y al cabo, habían logrado hacerla sonreír—Hay chicas, las adoro. Gracias por estar conmigo, y tienen razón; ya no voy a llorar por alguien que no vale la pena, ¡Viva la soltería!

—¡Viva la soltería!

—Esta es una de esas amistades que valen oro, y mucho más —Las tres se abrazaron, eran ellas contra el mundo, contra viento y marea, contra todo y contra todos, siempre fue así.

—Y si... ¿Vamos a una discoteca?

* * *

—Y... ¿Ya la olvidaste?

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⏰ Última actualización: Nov 16, 2020 ⏰

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