Licht odia a Lawless.
Lo odia porque era lo que debía hacer. Él es un demonio, un engendro de lo impropio y un pecador infernal. Algo que está mal desde la raíz, que no merece pasar más allá de las fantasías, de las obras de terror y que, sin embargo, está ahí. Frente a él, irrumpiendo en su camino, retándolo a abandonar sus principios. Hyde lo disuade como si fuera un efecto natural en él, y lo és. Enfrenta sus ojos con una mirada de burla, provoca ese efecto desconcertante que a Licht tanto le molesta. Juega con él, con sus reacciones. Como si supiera que hacer y cómo hacerlo.
Pequeños espasmos le son brindados cuando Hyde lo besa, sacudiendo su mente en una poderosa controversia. La electricidad recorre cada parte de su ser a una velocidad que no puede identificar. Corrupto, impropio. No tenía forma de describirlo, pero Lawless estaba haciendo un desastre con él. Lo arrastra, ciszagueando sobre su cuerpo, empujando sus límites en un toque que se impregna bajo su piel como un veneno. Y, en ese momento, en el que el vampiro toma entre sus brazos su cuerpo, presionando contra sus labios, Licht se da cuenta que no puede apartarlo. Por un segundo intenta marcar una distancia, trata de decretar un desacuerdo en ese leve espacio entre ambos. Pero falla, y Lawless vuelve a romper esa barrera, dejando que sus brazos y esa haragana resistencia queden contra su pecho. Le envuelve con ese aroma tan embriagante, seduce con su voz y el carmín de sus ojos le resulta casi hipnótico.
Cae, deja que las manos del demonio recorran su cuerpo y que lo guíen otra noche.
Y cuando despierta, en una nueva oportunidad, espera tenerlo lejos de él y de su cuerpo. Reza con la intención de que a la hora de abrir sus ojos no esté a su lado. Así sucede, Lawless ya no está ahí. Su pecho se retuerce, pero agradece el gesto. Sabe que el nudo en su garganta anuncia sus ansias de verle, la decepción de que no esté allí. Pero también sabe que no debe dejarse persuadir. Que el error se volvió a cometer y que aquellas acciones son un recordatorio del porqué no debía tenerlo cerca.
Es por eso que, cuando el Servamp intenta acercase una vez más lo aleja, lo patea. Marca esa milla de distancia que prevalece entre ambos desde un principio.
Lawless ama a Licht.
Pero no de una forma correcta. De la manera en la que un demonio lo haría; bizarra e inconexa.
El vampiro admite su afecto, su obsesión. Pero aún así intenta repeler sus emociones. Porque el ángel lo odia, y él como una criatura insípida no puede hacer nada para evitarlo. Se encuentra cayendo, admirando. Porque Licht exhibe sus alas. Un sinfín de relámpagos de luz se extienden en un abanico de colores. Intenta apartar la vista, fingir apatía. Pero es hermoso, conmovedor.
Cuando su corazón da un vuelco y su pecho parece encogerse, justo ahí, en el que sus ideas dan cambian y se encuentra consternado como la primera vez que lo vió, es cuando Lawless vuelve a caer en el encanto. En la magia, en la sorpresa y en la surrealista chispa que irradia aquél angel. De repente, quiere acercase, quiere contemplarlo sin miedo a ser expulsado lejos en un brusco intento conservar aquella pureza. Quiere volver a ver sus alas, resplandecientes y melódicas como las teclas de su piano. Quiere ser el protagonista en su obra de ángeles y demonios. Ser un villano, el tirano al cual derrotar, el objetivo principal. Se jacta de ello, de ser un riesgo.
Porque ambos lo saben, siempre lo supieron. La divinidad de Licht está en peligro junto a él.
Lawless no es más que un sucio y vulgar demonio que no haría más que arrastrarse en lo profundo de su mente hasta corromperlo. Hasta llegar más allá de sus barreras solo para satisfacer el morbo de romper todo aquello que logró construir. Tentando, acercándose hasta casi rozar su alma, para luego apartarse dejándole con ese brutal anhelo. Con esa sensación de desapego la cual le impulsa a buscar más, a querer más. Pero Licht sabe, sabe que es solo un truco, una mala jugada. Reconoce las intenciones apesar de padecer tan ambiguas emociones. Le marea, da vueltas en sus propias ideas. Duda, demaciado para un ángel puro y benevolente como él. Pero esa es la cualidad que tienen los demonios, y él también conoce que Lawless tiene la capacidad de arrastrarlo, de condenarlo. De hacerlo dudar, blasfemar y pecar. Irrumpe en su vida, en sus creencias, estalla contra el mural de sus aficiones, retuerce su ética y empuja sus límites. Fuerza situaciones en las que se ve afectado por aquella melodiosa voz que, aunque no lo admita ni es sus más profundos pensamientos, le ha llegado a parecer más dulce que su piano.
Lawless posee ese efecto en él, casi embriagante. Hace que se pierda, que sus defensas queden dispersas, y su alma expuesta. Y lo goza, Hyde se encarga de desarmarlo lentamente, lo empuja, de a poco, de manera suave y casi imperceptible. Lo va guiando, y cuando Licht quiere darse cuenta, está en el mismísimo abismo con un demonio entre los brazos.
ㅡ Vas a matarme.
Esa noche compartieron un beso tenue, extraño. Simplemente por hacerlo. Fue aquella frase la que los separó y fue tan certera, casi rozando la epifanía de sus sentimientos, que ninguno de los dos pudo discernir la prominencia de aquel murmullo cercano. Sus ojos conectaron, fogosos, deseosos por más, y rogando parar. Fue el tacto ligero, quizá. O esa acción antinatural la que los impulsaba a querer obtener más. A ir más allá de sus límites, de desafiarse mutuamente, de recorrer el camino que hay detrás de un beso...
Sea lo que fuera, ninguno parece estar dispuesto a retroceder. Y es ahí en donde surgen las interrogantes de ambos aún sin separar sus labios ¿es cuestión de orgullo o de querer avanzar?. Temen, por un momento, se cohíben de toda emoción, suprimen cualquier sentimiento y se avergüenzan de estar donde están. Luego, una ráfaga de adrenalina, del placer por lo prohibido, los sacude toscamente y sus labios se vuelven a unir. Perdiéndose en aquél océanos de sensaciones que lograron estructurar a base de mentiras y engaños, de espejismos y humos. Pero que parecen atesorar desde el fondo de su corazón, como si fuera un sueño, una ilusión que está a nada de terminar y por eso deben disfrutar lo máximo posible de ese segundo, de ese instante que en vez de acabar, vuelve a empezar.Licht suspira, se aleja de él, de sus trampas, de sus labios. Su rostro vuelve a mostrar molestia y frustración, todo rastro de aquellos ápices de cariño se disuelven en cuanto se alejan. Lawless desea profundamente volver una milésima de segundo atrás, en donde las mejillas sonrojadas del pianista invaden su visión por la cercanía. Ese momento en el que las manos de su eve tiemblan bajo su tacto. Desea detallar aquel instante para más tarde poder admirarlo en su caja de recuerdos, congelar sus ojos azules cuando se ciernen en la niebla, dudosos, cautivos. Y él sonríe, provocando más su ira, disipando las penumbras del anhelo en un simple sonido de molestia por parte del joven. Así, como ese sonido imperceptible, se les disuelven los minutos, las horas.
Buscan en su juego de caretas y disfraces un significado. Un comienzo, un porqué. Pero no son más que un morboso big-ban, estallando en cientos de millones de sensaciones. Algunas hermosas, otras burdas. Esos ojitos azules divagan en el mar de sangre, compacto de tanto pecado. Ninguno halla nada. Solo anhelos fácilmente cuestionables. Mentira y verdad danzándose en sus límites, probando quien está dispuesto a creer más, a caer más. Se complican buscando un término, una excelencia. Algo que aplique a sus retorcidos sentimientos, cohibídos en la duda o lejanías.
Su complejidad no existe. Y, a fin de cuentas, no son más que blasfemia; un ángel y un demonio enamorados.
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Blasfemia
Fanfiction« Porque Lawless es el sacrilegio de su alma. » 【Servamp le pertenece a Tanaka Strike.】