1.

4 0 0
                                    

Salí a trompicones de esa casa cerrando la puerta principal de un portazo. No me importaba ser una invitada, o lo mal que me estaba comportando en ese momento. Cerré esa puerta con la fuerza de todo el resentimiento que tenía guardado. 

En varias ocasiones, durante mi camino hacia quién sabía dónde, quise golpear a todas las personas que se cruzaban conmigo. Quise descargar mi furia en todos esos desconocidos, porque ninguno de esos extraños era capaz de entender mi situación. 

Me colgué el bolso en el hombro con desgana. Lo único que quería era desaparecer de ese sitio.

 Llegué hasta una parada de autobús. Allí solo había dos personas más: un hombre mayor, sentado en el banco, que llevaba un carrito de la compra, y un chico joven que se apoyaba en el panel de publicidad. 

No miré a ninguno con mucho detenimiento, simplemente me senté junto al hombre, guardando una relativa distancia  entre ambos, y me crucé de brazos. 

No podía haber salido peor. Había sido un desastre. Estas cosas siempre eran un desastre, no sé cómo pude acceder a esto desde el primer momento en que fui invitada. Mi teléfono vibró en mi bolsillo. Mi hermano me estaba llamando. Colgué y lo guardé de nuevo en el bolsillo. 

¿Cómo se había atrevido? No, lo peor de todo era que ya me esperaba que hiciese algo como eso. Me había prometido que no lo haría, que no diría nada. Y yo me lo creí. El mismo error de siempre. 

Levanté la vista y miré en dirección a la pequeña pantalla que anunciaba la llegada del próximo bus. Aún faltaban diez minutos. Mi teléfono volvió a sonar. Solté un bufido y colgué de nuevo. 

- Es de mala educación no contestar cuando te llaman, niña. 

El hombre sentado a mi lado me miraba por encima de sus pequeñas gafas redondas, sujetando el mango de su carrito con fuerza. Como si estuviera enfadado conmigo. Quise decirle que no se metiera en mis asuntos, pero tuve la decencia de asentir levemente y sonreír cortésmente. Al menos, mi madre llegó a enseñarme algo útil y educativo durante mi infancia. 

El teléfono volvió a sonar por tercera vez. En esta ocasión, descolgué la llamada y procuré que mi voz no sonara muy áspera. 

 - ¿Qué quieres? 

 - Noona, ¿dónde estás? ¿Cuándo vas a volver? –preguntó la voz preocupada de mi hermano. 

 - Déjame en paz, Jisung. No sé cuándo volveré. 

 - Pero... lo superaremos juntos, noona. No me dejes aquí solo, por favor. Mi helado corazón se encogió de dolor al saber que, en ese momento, mi hermano me necesitaba. Suavicé mi voz al instante y le respondí. 

 - No te preocupes. Iré a casa esta noche. Necesito estar sola un rato –susurré. Tampoco tenía intención de que mis dos extraños acompañantes escucharan mis intimidades. 

 - Noona... 

 - Lo siento, Jisungie. Te traeré algo rico de comer cuando vuelva. 

 - Haz lo que quieras, T/N –su voz cambió-. Ya he comprendido que nadie puede controlarte. 

 - Oye, ya te he dicho que lo siento. Ya oíste lo que dijo, no pienso volver allí. 

 - Lo sé, y lo entiendo. Lo entiendo porque yo también vivo la misma situación que tú, ¿sabes? La diferencia es que yo no huyo. 

Eso fue como una sucia puñalada en la espalda. 

 - De acuerdo, me da igual lo que pienses de mí –mentí-. Vuelve a la fiesta y déjame en paz. Colgué. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 01, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Highway to Heaven ¬Lee Taeyong¬ |NCT|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora