1. EN UN VELORIO.

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LZ y Lan XiChen recibieron la noticia con tranquilidad: su Tío no sobrevivió al último infarto. Él había sido como un padre para ellos pero su modo de ser tan estricto y frío difícilmente habría permitido una relación de afecto muy efusiva. Como además LZ no era muy expresivo, permaneció imperturbable dejando a su hermano la difícil tarea de mostrar tristeza.

Se acompañaron en los recién descubiertos trámites administrativos de la muerte: acudir al área del hospital a reconocer el cuerpo, pasar a las oficinas por el certificado de defunción, hablar a la agencia funeraria para acordar el traslado del cuerpo, pasar a la oficina de servicio social para recoger las contraseñas que otras áreas de la institución le pedirían para asentar el fallecimiento del tío y los cambios de titularidades y responsabilidades.

Luego, esperar a que llegara la carroza fúnebre a recoger los restos de su tío, que salió del hospital envuelto en lienzos dentro de una bolsa, mientras LZ llevaba sus efectos personales en una maletilla. Ya habían hablado a las oficinas del velatorio y les habían explicado que su presencia no era urgente, pues la unidad que trasladaba el cuerpo de su tío lo llevaría a la Sala Especial en donde arreglaban los cuerpos para su última presentación en sociedad.  Así pues, del hospital fueron a su casa a bañarse, cambiarse de ropa y sacar el traje que luciría el cuerpo de su tío, ropa abrigadora para pasar la noche de invierno, los cargadores de los celulares y dinero en efectivo.

Una vez en el complejo funerario, exhibieron un contrato viejísimo, realizado casi 20 años antes de que LZ siquiera naciera (en lo que definitivamente sí había sido un contrato a previsión "para cuando algún día muriera") y acordaron los detalles del funeral. Recorrieron un edificio para elegir el tipo de Sala de Velación, el tipo de ataúd, el número y tamaño de los arreglos florales, el tipo de servicio religioso para la despedida, la hora en que se haría el entierro y contrataron un servicio especial para tratar el cadáver a modo de que se viera en buen estado; esto permitiría que el rostro que verían por última vez todos los allegados fuera un agradable rostro en paz y bien presentado.

LZ no tenía ni idea de todo este proceso, nunca le había tocado vivirlo y no recordaba jamás haber acudido a un funeral, cuando sus padres murieron el tío simplemente les informó que no los volverían a ver porque habían fallecido. Ahora, se sentía en medio de un trámite burocrático y comercial que requería de atención, tiempo y dinero. Había que tramitar permisos, pagar impuestos y gestionar documentos. Brumosamente pensaba que el morir era algo sencillo, que te morías y ya, no había imaginado el esfuerzo y el desgaste extra por el que debían pasar los deudos que se encargaban de organizar el velorio.

Entre él y Lan XiChen hicieron todo lo que había que hacer antes de sentarse tranquilamente en una sala vacía a llamar a toda la familia y amistades para avisar de la muerte del tío, del lugar donde lo velarían y de la hora a la que al día siguiente lo enterrarían. Si repitió lo mismo 40 veces fueron pocas, y eso gracias a que Lan XiChen también estaba haciendo lo mismo. Sintió qué pasó horas en el teléfono porque además había que responder las mismas preguntas y dar las gracias por las mismas condolencias y decir que agradecían mucho la ayuda ofrecida pero no necesitaban nada. Fue la primera ocasión en su vida que consideró que las redes sociales podían ser de utilidad, a la mayoría de los jóvenes no era necesario llamarles, antes al contrario, al ver la publicación en la cuenta de Lan XiChen ellos mismos se reportaban. Sin embargo, Lan XiChen insistió en que lo correcto era llamar personalmente a todos los mayores y a gran parte de los compañeros y gente de su edad.

Estaba ya terriblemente cansado y fastidiado pero le esperaba la peor parte (al menos para él): comenzaron a llegar los asistentes, todos le abrazaban y le daban el pésame y lloraban un poco o un mucho y pedían los mismos detalles y respondían las mismas respuestas y le preguntaban cosas de las que no tenía la menor idea como por ejemplo a qué hora sería el rosario, si quería que la tía fulana llevara tamales o si tal persona ya estaba enterada. A LZ no le agradaban el contacto físico, ni las muestras de cariño ni las conversaciones ni menos el llanto de los demás. Todos los que llegaban debían de saberlo, puesto que la mayoría los conocía desde niños, sin embargo por alguna extraña razón daban por sentado que en esa ocasión en particular sus preferencias habían cambiado y quería conversar y ser abrazado.

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