Capítulo 2

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—Debes saber que está no fue una decisión fácil—, se mordió la uña del pulgar intranquila. Definitivamente no estaba siendo nada fácil para ella—. Creo que debo replanteármelo una vez más.

Solté una risita meliflua, tenía que comportarse como toda una madre neurótica que está a punto de dejar a su hija en el mundo exterior. Si no, no sería ella.

  —Tranquila, solo voy a dejarle la lonchera en recepción y volveré sin un rasguño—, digo, intentando de cercarme el cabello después de una exquisita ducha—. Te lo prometo—, reí dejando atrás la toalla para poder peinarme.

No me lo creo que yo haya aceptado, estoy aterrada y emocionada, un mar de emociones que no me permitían borrar la sonrisa en mi rostro, forzándome a no demostrarlo abiertamente.

Mi cabello castaño claro me llegaba hasta los hombros causando que las puntas humedecieran la camiseta blanca, peor aún cuando me pasé el peine, asique me lo levanté y recogí en una coleta torcida dejando algunos mechones sueltos sobre mi frente. Me puse unos jeans azul oscuro junto con mis Supreme favoritas holográficas, y como abrigo una blusa con cuello alto y una campera bastante abrigada. Estando a finales de otoño prefería tomarme las medidas necesarias para correr el menor peligro posible, pese a eso el clima comenzaba ha ser más agradable con forme pasan los días. Pero debía abrigarme para que mi piel estuviera segura.

Me miré en el enorme espejo cuadrado que reposaba al lado de la puerta, no me veía mal. Humecté mi piel y me puse algunos brillitos sobre los párpados, nada exagerado y bastante neutro. Mi madre al igual que un oficial de policía vigilaba cada movimiento que hacia, en un momento se colocó detrás de mi y me tomo de los hombros intentando de sonreír lo menos preocupada posible.

  —¿Podrías no ir? Llamaré a un servicio.

  —Mama, estoy bien—, acaricié sus manos sin despegar mi vista de sus ojos a través del espejo, le regalé una sonrisa.

  —¿Sabes cómo llegar?

  —Por supuesto, quien no conoce a la Empresa ArtGlow. Además llevo mi celular para llamarte cada cinco minutos—, reí sacándole una sonrisa serena, pero sin dejar de estar preocupada—. Usaré el GPS por si acaso ¿Eso te tranquiliza? Estaré bien.

  —Mientras estés a fuera nada me tranquiliza—, sus manos cayeron a sus costados, a la misma vez que su semblante entristecía.

Se apartó e inició un camino hacia la cama donde se sentó exhalando su suspiro descontento. Si había algo que no me gustaba era oírla suspirar, era su clásica táctica para retraer mis decisiones, solo qué esta vez no iba ha ser lo mismo. Ya no podía seguir ocultándome de la realidad, al menos no de la que ella quiere. No iré a universidad, pero al menos quiero salir por mi misma.

Piel de Cristal © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora