↝ 𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 𝓤𝓷𝓲𝓬𝓸 ↜

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Era una noche fría, el invierno había hecho su aparición hace más de un mes, el viento era demasiado fuerte, tanto que hacía que los árboles se merecieran con gran facilidad, como si fueran espigas de trigo en vez de frondosos árboles. Todo parecía ser normal, cada quien estaba en su hogar descansando, después de un riguroso día de trabajo, pero de pronto el ambiente se tornó pesado y tenso, como si algo malo fuera a suceder en cuestión de minutos...

En un abrir y cerrar de ojos una gran sombra apareció en medio de los campos, paseándose de un lado a otro, pero con una dirección específica. La aparición se dirigió a una pequeña casa, donde un joven de veintidós años dormía plácidamente, quien soñaba que tenía a su amado entre sus brazos, que ambos estaban en un bello campo de flores, mientras se besaban y disfrutaban de la compañía del otro, sin que nadie les impidiera amarse como en verdad querían.

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Matías Spallatti, era el nombre al que aquel espectro iba a visitar, con el único fin de llevárselo consigo, ya que su tiempo en este mundo estaba a punto de terminarse. Spallatti se despertó al sentir la presencia de alguien más en su cuarto, a pesar de estar profundamente dormido, un escalofrío en su espalda fue capaz de despertarlo rápidamente.

—¿M-mauro? — preguntó el morocho, aún adormecido. —¿Cómo entraste? — preguntó en medio de varios bostezos. —¿Por dónde has entrado, amor? — consultó, recordando que antes de irse a dormir había cerrado las puertas y las ventanas.

—Lamentablemente no soy el amor, estupido enamorado. — declaró la muerte, haciendo que Matias la viera con miedo. —Yo soy la muerte que Dios te envía. — soltó con una escalofriante sonrisa en el rostro.

La muerte parecía ser una mujer joven, de piel blanca pero muy blanca, mucho más que la nieve fría, de cabellos largos color azabache, cubierta de un enorme manto negro, con una hoz gigante en su mano derecha. Matías al verla cayó de rodillas al suelo, temblando ante la idea de que iba a morir esa noche, pero se armó de valor para pedirle algo a la muerte, rezando muy en el fondo para que su petición fuera aceptada.

—¡Oh!, ¡muerte tan rigurosa!, ¡se a lo que has venido y acepto mi cruel destino! — dijo el morocho, sin levantar la vista. —Pero te ruego que me concedas un día de vida, ¡déjame vivir un día más! — exclamó, en un intento de que la muerte cediera ante sus ruegos.

La joven mujer, sonrió de lado al verlo rogar de esa manera, se le hacía demasiado satisfactorio y placentero que los mortales le rogaran por un poco más de vida.

𝐄𝐥 𝐄𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐚𝐝𝐨 𝐘 𝐋𝐚 𝐌𝐮𝐞𝐫𝐭𝐞 : 𝓛𝓲𝓽𝓬𝓴𝓸 : FINALIZADA : ✅✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora