Las cuatro paredes que le rodean en su apartamento le producen un frío espeluznante en su piel, incluso los pequeños vellos corporales se alzan en símbolo de miedo y desconfianza a lo desconocido. El despertador sobre la pequeña mesa de noche marca la llegada de una hora establecida para el despertar de Armando. 4:00am, porque si el cinco es marcado, Ivanov seduce al mecánico tentándole a conocer un mundo de pesadillas y gritos pertenecientes a esos fantasmas que retumban a lo largo y ancho de una mente fracturada.
O al menos eso pasaba antes, tiempo atrás cuando la sede de Union aún estaba ligada al joven de los ojos esmeraldas y dreadlocks adornados de tinte rubio. Ahora, y con una mente atrofiada en mil y un cosas, Armando olvida cada noche el saber que, el reloj debe de sonar antes del cuatro.
—¡Nadando! — La actitud quieta de Alexander se extingue. Dejando atrás la mirada serena para modificarse en una llena de agitación, el comisario se viste con sus mejores galas pues sus ropajes se tiñen de granate oscurecido por el pasar del tiempo, de su frente un agujero sin fin convoca a un infierno negro en donde la entrada se mira repugnante. La gracia comienza a esfumarse al igual que aquel final feliz en los cuentos de hadas.
Como toda una divinidad traída de los bajos mundos, Ivanov se muestra paciente, rodeado de un aura negrizca al compás de un pequeño revoloteo en sus hebras del anochecer más profundo.
Armando se agita, despierta con la respiración acelerada y las manos se mueven entre las sábanas revueltas, y esa cabecera incómoda debajo de su cabeza sale despedida por la inquietud de conocer su propio territorio. Al tentar el hierro helado, el mecánico sin siquiera ver su objetivo despliega la pistola de nueve milímetros y nada en la oscuridad hasta dar con una sombra desfigurada.
—¿Qué cojones? — Lo distingue apenas con sus ojos perezosos, mientras, Ivanov suelta aplausos entusiasmados, los labios se extienden y una sonrisa campal emerge, brilla hasta resaltar en un blanco impecable.
Aun con la adrenalina pinchando su mente, Armando se detiene y no efectúa el disparo al conocer el estruendo del mismo y lo asustadizos que son sus vecinos. Al no conseguir la calma como para serenarse completamente, su enemigo aprovecha el terreno de juego en un arrebato contra la conciencia del opuesto.
—¡A mi señal señoles! — Aquel comisario sonríe aún más ante las almas desatadas, la sinfónica de miles de voces se despiden en pequeños fragmentos dolorosos de lo que serían sus últimas palabras antes de morir. —¡Sólo tienen a uno!
El corazón del mecánico retumba como nunca, siente la necesidad inmediata de escupir la saliva acumulada en su boca, más su propio cuerpo le hace hilar una pequeña corriente en la comisura derecha de sus labios. Quiere vomitar, no obstante, arcadas que destrozan la faringe surgen uno tras otro en un bucle que le impide respirar correctamente. Sus manos y piernas no entienden ordenes, desconocen a su propio dueño para dar la cara al invitado. Un infierno que bien se nombra en un ataque de pánico presenta el comienzo de la ida al purgatorio.
—¡Fue un placer Conway! — El hombre de mirada alegre ahora es un demonio en espera de saciar su infinita hambre con su pequeña presa temerosa. Aquella que ahora suelta lagrimas producto del agobio ante una fantasía ennegrecida por sus peores pesadillas. —¡Que dejen de apuntar a los putos alumnos!
—Oh, como duele cuando los muertos se van y los sobrevivientes cargan con el peso de un alma, de un adiós... — Unos ojos intensos de azul liberan un hermoso océano, tan puros como el perdón y tan pacientes como el tiempo mismo.
—Siempre juntos, Gustabo, siempre juntos. — Ante la poca cordura lograda entre esos gritos ensordecedores, y la falta de aire en sus pulmones. Grúas comienza a desfallecer y todo su cuerpo vuelve a la cama en donde queda recostado sin esperanza alguna. Ivanov se acerca, sin importar que todas esas sombras a su alrededor desplieguen un hedor insoportable, el comisario posa su pulgar sobre la mejilla de Armando para remover una lagrima perdida. Sofocado, el mecánico comienza una nueva oda de arcadas lastimeras.
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Some Nights
FanfictionEl hombre de piel canela y cabellera negra conquista los sueños de Armando y aprisiona al dueño de aquellas creaciones en torturas psicológicas. Tratando de aliviar la pena, el jefe de los mecánicos se recuerda a sí mismo el motivo de sus acciones...