Sonríe para la cámara

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Orson Boyer

París, Francia. 20/01/1982. 11:39 PM

Las viejas y frías calles de París, el lugar donde nací, crecí y dónde día a día vivo quizás un poco más de lo que debería. A diferencia de lo que todos se imaginan, está ciudad de noche se vuelve todo lo contrario a una radiante y brillante postal. Está ciudad se llena de pecados, actos ilegales y toda clase de abusos, los monstruos salen a la calle a merodear mientras que los inocentes se ponen a salvó dentro de su pequeñas casas, París de noche se vuelve un sitio con tantos secretos que ni si quiera el ojo de la torre Eiffel podría alcanzar a descifrar.

En lo personal no me considero una basura como todos los demás que suelen compartir mi trabajo, debo admitirlo, he hecho cosas malas y día con día me sigo arrepintiendo de algunos actos de mi pasado, sin embargo, no hay parte más placentera en mi día que poder apalear a algún criminal que se tope en mi camino. Aunque muy en el fondo, aunque nadie lo crea, me considero un hombre de paz, simple, hogareño, también sé disfrutar de una cerveza helada a los pies del Sena en una cálida tarde, sin olvidar algo de buena comida. Supongo que todo depende del estado de ánimo que me tomes.

Pero está noche es especial, es una de esas que surgen pocas veces, una noche en la que me tengo que adentrar en los callejones repletos de ratas, inundados por la neblina y el frío clima de las noches que acechan a cualquier indefenso que camine por la intemperie.

— Majorie Trezeguet, 26 años, Parisina, cabello rubio, tez blanca, estatura más bien baja y ojos marrón claro, sin duda alguna un perfil muy común en esta ciudad, a no ser que aunado a sus características físicas, sepa que estás durmiendo con un viejo ricachón y muy probablemente moribundo en el barrio de Batignolles — Me dije a mi mismo mientras daba la vuelta a las páginas de mi libreta para posteriormente guardarla dentro de la gabardina.

Me puse de camino a la dirección indicada, algunos tontos burgueses típicos de la zona se acercaban a mi, bromeando sobre mi apariencia o mi status social, sin embargo seguí mi rumbo. Me escabullí entre más callejones, pasadisos estrechos que se encuentran detrás de las grandes zonas residenciales. Una vez ubicada la ventana correcta de un 4to piso subí por unas escaleras de incendios, el metal era frío y resbaladizo, podía sentir como mis huesos se helaban hasta su núcleo. Un cuántos peldaños más arriba hasta que por fin logré subir a la azotea del edificio contiguo, saque mi cámara, enfoque el lente manualmente y mire directamente hacia esa ventana con marco dorado y chapado en plata.

La mirada del viejo parecía cínica cuánto menos y la chica se notaba incómoda, las cortinas de seda se movían de vez en cuando pero cuando hacían el movimiento correcto me daban una vista perfecta hacia la recamara del enfermo vejete.

— Vamos, dame un par de fotos más... Eso, tómala por la cadera... Estás frito viejo...

Aquel hombre parecía estar hambriento de sexo, aún más cuando tenía una chica joven y linda como la señorita Marjorie, cosa que para el hubiera sido genial si tan solo después de un par de minutos no hubiera caído muerto frente a su ventana.

Quizás pudiera haberme sorprendido, pero conozco a estos burgueses, se creen con derecho a hacer lo que se le plazca sin obtener ninguna sanción, pero está vez parecía distinto. La chica tomo su lencería y se vistió rápidamente, termino de acomodar todas sus prendas sobre su esbelto cuerpo, peino un poco su rubia cabellera para después con un paño blanco limpiar todas las marcas que sus huellas habían dejado por todo el cuarto. Notaba la prisa y la angustia en su rostro, todo captado en el momento por el lente de mi cámara. Cada vez parecía apurarse más, incluso al punto de estar totalmente nerviosa hasta que por fin salió del cuarto para que un par de minutos después saliera por puerta del lobby del edificio y pidiera un taxi para que de un segundo para otro, la vida de ese hombre haya sido arrebatada y nadie nunca pudiera saber quién habría sido.

Quizás en algún otro contexto sentiría pena por ese viejo, pero conociendo la clase de perturbados mentales que son esos riquillos incluso siento felicidad de que una escoria menos estuviera caminando por estás calles.

Lo que hace un par de semanas inicio como la investigación de un caso de infidelidad, ahora termino concluyendo en un asesinato al mismísimo perpetrador que ahora se ha convertido en la víctima.

— Vaya, señorita Marjorie ¿Quien diría que una cara tan bonita sería tan letal ante tal situación? — Abrí una vez más mi libreta para comenzar a arrancar de golpe todas las páginas en las que tenía información sobre la última actividad de la joven rubia.

— Podría decir que me siento aterrado, pero la entiendo perfectamente, entiendo la rabia que sentía cuando ese hombre la tocaba sintiendo que tenía el derecho de hacerlo solo por su dinero — Dije mientras miraba la primera foto de ella con la que inicie el caso — Así que está noche le haré un favor, la dejaré vivir su vida a su manera, al parecer usted sabe cuidarse sola perfectamente.

Me dirigí de regreso a mi estudio, subiendo ligeramente el cuello de mi gabardina y escondiendo mis rasgos faciales tras la sombra de mi boina.

Debo admitir, amo esta ciudad, aunque esté llena de peligros, delicuencia y corrupción, la amo. Tiene esa magia que te mantiene atrapado, que no te deja irte, que incluso al visitar nuevos lugares te hace sentir que algo te falta, un hueco que no logras llenar hasta vuelves a pisar sus empedradas calles y mirar su colorido cielo.

Abrí la puerta de mi estudio para posteriormente cerrarla tras mi espalda, me deshíce de la gabardina y me senté frente a mi escritorio. Encendí un cigarrillo y me serví un poco de cognac en un vaso de cristal.

La luz lunar que nacía desde mi tragaluz atravesaba  el humo que el cigarrillo causaba y que en noches como esta combinaba perfecto con el dulce sabor de la bebida.

— ¿Ahora que le diré al señor Pierre?... ¿Deme su dinero, su mujer es inocente? Pffff... Suena a trabajo suficiente por esta noche.

Después de un par de tragos más hasta que se acabara el líquido dentro del vaso, desprendí la información confidencial de la señorita Marjorie de mi tablero de corcho anclado a mi pared, quité un par de hilos tintados de color rojo que conectaba puntos y lo tire todo a un pequeño cesto de basura hecho de metal.

Verti un poco de líquido inflamable dentro del bote y lancé un pequeño cerillo de madera.

— Allí va todo el trabajo, allí va usted señorita — poco a poco iba lanzando más fotografías de la joven mujer junto con el rollo de la cámara dentro del fuego hasta que llegue a una muy particular.

En esa foto se encontraba sentada en la barra de un bar, tomando un Manhattan con un vestido rojo, recuerdo perfectamente esa noche, de no haber sido parte de mi investigación juro que hubiera tratado de traerla al departamento esa noche. Se veía hermosa, su color rubio natural, sus ojos grandes y redondos, sus labios curveados y su brillante sonrisa.

— Creo que esta podría quedarmela, al fin y al cabo no creo que le molestaría que yo admire está bonita postal de usted — Dije mientras resguardaba la fotografía en un pequeño cajón y seguía tirando las demás directo al fuego.

Al finalizar solamente esperé a que las llamas se extinguieran, apague el cigarrillo al unisono que activaba el apagador de la lámpara de mesa para finalmente irme a dormir, una noche más en París.

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⏰ Última actualización: Nov 20, 2020 ⏰

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