Ultima parte.

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Es claro que, algunas horas más tarde, mientras atardecía, el chico se volvió un poco más nostálgico, dejándose embriagar por el ambiente que lo rodeaba, lleno de seca maleza, pero aun así era hermoso, tan tranquilo y calmado. Se sentía en las nubes al observar el cielo, pensando en una de las últimas conversaciones que tuvo con el chico, la cual, fue, sin duda una de las más profundas.

-Si pudieras cambiarte el nombre, sin tener que pedir permiso a tu padre, ¿cómo te gustaría llamarte?-le pregunto hace cuatro meses el chico de cabello dorado, volteando sobre su hombro para observar al moreno, que se quedó pensando seriamente su pregunta.

Después de algunos minutos, en los cuales cavilo gravemente, contesto.

-Metztli, xictli, co- pronuncia por lo bajo, agachando su cabeza, con la mirada perdida. El otro chico no sabía que decir, su compañero parecía triste de repente, quería hacerlo sentir mejor, como esté lo animaba cuando se sentía decaído, pero no encontró las palabras adecuadas, quedándose en silencio.

-Mi padre decía que yo era el ombligo de la luna, que cuando me veía tenía el mismo brillo que está-le confesó el castaño, susurrando, permitiéndose a sí mismo, un momento de debilidad para pensar en su padre, el único ser que lo había amado sinceramente.


-¿Tu padre? ¿España?-le pregunto confundido el rubio, frunciendo el ceño. Él sabía por los tormentos que había pasado el otro joven, por lo cual le parecía extremadamente raro que ese antipático señor le pudiera decir alguna palabra de cariño a su hijo.

-No, no... Mi otro padre-rio un poco, levantando la mirada mientras se limpiaba una lágrima de su mejilla. Se quedó un momento observando las estrellas que cubrían sus cabezas, pensando que, de alguna manera, su padre seguía por ahí, viéndolo y acompañándolo.

-Ohhh ya...-le contesto su amigo, rascándose incómodamente el cuello. No sabía casi nada del pasado del moreno, aparte de lo que este le había contado, así que no estaba del todo seguro que es lo que debería de decir o siquiera como confortarlo, abrió la boca para volver a cerrarla.

-Pero bueno, el pasado es el pasado, y no hay nada que podamos hacer, no vale la pena pensar en él- suspiro el castaño, volteando a ver al otro chico con la mirada más despejada y menos triste.


-¿Y tú? ¿Cómo te gustaría llamarte?-le pregunto de vuelta, estaba realmente interesado en lo que este le diría.

-Bueno, siempre he pensado que una gran nación se conforma por estados unidos, así que ese suena un gran nombre-le contesto el otro, aliviado de que su colega cambiara de ánimo.

-No entiendo-le dijo el castaño, con una ceja enarcada.

-Estados Unidos, suena bien ¿no?- afirmo con una gran sonrisa, girando su cabeza para observar el paisaje que el gran cañón les obsequiaba.

-Supongo-aprobó encogiéndose de hombros, para quitar su vista del rubio y dejarla sobre las estrellas, reflexionando acerca de lo que este dijo. Obviamente que el nombre de un país debería de ser breve...

-México- exclamo de repente, con los ojos abiertos, volteando rápidamente su cabeza hacia el contrario.  

-¿Qué?- pregunto este extrañado, sin saber a qué se refería.

-México, me gustaría llamarme México- respondió con una gigante sonrisa, satisfecho de haber encontrado al fin, algo que se sentía suyo, algo que su padre no podría quitarle.

-Como digas Nueva España- bromeo el más alto, empujando el hombro de su vecino.

-Cállate "trece colonias"- le contesto riendo, haciendo énfasis con sus dedos.

-Al menos mi nombre está mejor que el tuyo, y lo más importante, no suena tan mal-continuo para molestar al rubio.


-Cállate- le espeto este de broma, haciendo un puchero.

-Siempre tengo razón- respondió triunfante. Sintió como la cabeza de su amigo se dejó caer sobre su hombro, creando una atmosfera más intima, haciendo que su rostro se pintara color carmín.

-Algún día México, algún día..
.

Volvió al presente sacudiendo la cabeza, estaba a algunos pasos de llegar a donde debían de encontrarse al atardecer y su corazón no paraba de bailar en su pecho. Esto debe de significar algo, pensaba. Sabía lo que esto quería decir, pero, hasta que lo rechazaran completamente debía de fingir que esto era solo una alucinación, al menos consigo mismo.

Amarro el caballo en un árbol junto al río, dejándose caer sobre el piso debajo de este momentos después, decidido a esperar lo que fuera necesario.

Lo que este muchacho no sospechaba era que, su padre, en un gesto de insospechada simpatía se estaba encaminando hacia su habitación, para darle la buena noticia y sobre todo para felicitarlo.

-Eh Nueva España, ¿estás ahí?-pregunto al llegar al cuarto de su hijo, tocando la puerta con sus nudillos. Al no tener respuesta después de uno segundos decidió entrar, para encontrarse con el desastre que el moreno había dejado.

-¿Pero que coño es esto?- inquirió en el momento en que paso al cuarto, viendo el panorama. Se estaba empezando a preocupar por su hijo, pensando en que, alguien lo pudiera haber secuestrado o que alguien había entrado a robar a sus aposentos.

-¡Guardias!- grito, saliendo momentáneamente de la habitación para pedir ayuda.

Volvió a entrar, observando con detalle las ropas completamente desordenadas, hasta que dio con un pedazo de papel, el cual, pensaba que podía ser una nota para él, en donde decía que debería de dar una suma de dinero por el bienestar de su hijo.

Abrió apresurado la carta, leyendo con presteza el breve contenido.

Por su cara pasaron miles de emociones, desde la furia hasta la traición misma. Sabía de quien era esa carta, sobre todo sabía lo que esto significaba. El capullo de su hijo lo había engañado como un estúpido, viéndole la cara, fingiendo que al fin se había reformado.

Arrugo el pedazo de papel entre sus manos, mientras apretaba su mandíbula, en un intento desesperado por contener el grito que moría por salir de sus entrañas.

-¿Qué paso señor? -preguntaron los guardias, que llegaban corriendo, totalmente consternados al ver la silueta de su patrón, que se podía observar temblaba de colera.

-Ensillen mi caballo, y denme mi escopeta. Quiero que dos de ustedes vengan conmigo.-les ordenó, soltando el aire y enderezándose, volviendo a su gélido carácter.

-Como ordene- murmuraron en respuesta, saliendo rápidamente del cuarto, sabiendo que el infierno estaba a punto de desatarse.

-Vamos a cazar maricones...-mascullo para sí mismo, caminando lentamente hacia la salida del cuarto en donde se encontraba una mucama que le entrego su fusil.

Kilómetros a lo lejos, un caballo blanco se divisaba entre la maleza, llevando consigo al pálido muchacho. El castaño automáticamente se parió de donde estaba, sacudiéndose los pantalones y caminando hacia él, mientras este bajaba de su corcel.

-¿Está todo bien?-inquirió el moreno, frunciendo el ceño, buscando alguna herida en su amigo.

-Oh no, nada de eso, perdona por preocuparte. Simplemente quería...quería verte-le contestó apenado, evadiendo la mirada profunda de su compañero.

-Awww ¿me extrañabas?-le preguntó riendo, sabiendo que esto era imposible, el no podía extrañarlo de la misma manera en la que esté lo hacía.

-Algo así... deja de reírte- le contestó rodando los ojos, pasando una mano por encima del hombro del moreno, en un intento de remplazar con este gesto un abrazo.

-Vale vale... perdona- balbuceó completamente nervioso por el contacto del más alto.

-Bueno...no tengo mucho tiempo al igual que tú, así que creo que tendré que decir esto lo más rápido que pueda- le expresó el rubio, tomando con sus dos manos los hombros del moreno para que esté lo mirara, tardando más de lo necesario en alejar las manos del cuerpo de el contrario.

-Te escucho- le respondió algo inquieto. Su corazón rogaba por salirse de su pecho en ese momento, sin saber que, este chico que tenía de frente, con sus ojos color cielo estaba a puto de confesarle su amor.

-Hace mucho que...bueno, este...-tartamudeo el rubio, sin poder poner en palabras sus sentimientos. De nuevo.

-Ya dilo, me estás poniendo nervioso-titubeo el moreno, con los ojos completamente abiertos, para no perderse nada de lo que este quería decirle.

-Te amo- confesó, respirando agitadamente. Esperaba que el más bajo solo se riera y lo rechazara amablemente, ya tenía esa escena en su mente, como si fuera real, solo esperando a que el moreno sellara su destino.

Este no podía decir ni una palabra, callándose por primera vez en su vida. Sentia como sus ojos se empañaban al saberse correspondido, y un nido de mariposas nacía en su estómago en ese momento, liberándolas para que fueran libres.

Unos segundos pasaron en los cuales ninguno dijo nada, uno llorando internamente esperando a que el moreno declinara sus sentimientos y el otro, pellizcándose la piel de su mano, asegurándose de que fuera real lo que estaba viviendo.

-Me amas...-musito mientras pestañeaba, aun sorprendido.

El otro solo pudo asentir, asegurándose de que sus labios se mantuvieran sellados, porque, de lo contrario estos empezarían a balbucear palabras sin sentido.

-Oh por dios...maldita sea-maldigó el más bajo con una gran sonrisa en su rostro, volteando a ver al más alto, con sus ojos jade empañados por las lágrimas de felicidad que morían por salir de sus ojos.

-¿Ah?-pregunto totalmente confundido el rubio, sin saber que clase de respuesta era esa.

-Yo también te amo Estados Unidos, ¿cómo no podría haber caído por tu cara de perrito mojado?-le pregunto irónicamente riendo, alzando sus manos para sostener las mejillas del otro chico, apretándolas con sus dedos.

-Eso quiere decir ¿qué?- volvió a preguntar el rubio, sin saber muy bien que es lo que estaba pasando.

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⏰ Última actualización: Nov 30, 2020 ⏰

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