Capítulo 3

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—¿Qué quieres hacer? — Su respiración golpeaba mis mejillas.

— No lo sé, todavía no puedo creer que estés aquí.

Su mano encontró la mía y mis comisuras se elevaron, al sentir su calidez.

—¿A qué hora vendrán tus padres?

—Mañana en la tarde, supongo. Deben asistir a una entrevista de trabajo primero.

—¿Y cómo es que te dejaron quedarte sola?

—¿Les supliqué? Odio las niñeras, no hacen más que estorbar y joderte la paciencia, ya tengo 16 Santiago, tampoco es que necesite de una.

—Sí pero eres hija de millonarios Vick, no es como que fueras una chica como cualquier otra.

—Rodé los ojos al escucharle. Me tenía hasta la coronilla esa frasesita. — Sí, pero no por eso, viviré siendo una mojigata.—Apretó mi mano.— O una niña mimada, como se diga.

—Volteate. — Me indicó y lo hice sin pensar dos veces. — Mis piernas tomaron lugar alrededor de su cintura y me quedé un poco embobada, al mirar sus labios. — El término mimada, tal vez te podría quedar antes Vick, cuando no podías ni siquiera comer por ti misma. Ahora sólo eres una chica, que quiere revelarse porque está en la adolescencia.

 — ¿Estoy revelandome ahora? — Mi boca esparció besos por todo su cuello y una de sus manos apretó mi pierna.

—Vick...

Santiago tenía 18, me sacaba una cabeza de altura y tenía seriamente prohibido estar con él. Santiago se ganaba la vida, cargando cosas, no era muy adinerado, pues era de una familia de 6 hermanos.

Mis padres, aunque fueran estrictos, solo querían lo mejor para mi y me lo repetían una y otra vez. Querían que estudiara en la mejor universidad del país,  una de esas en las que no tienes tiempo ni para respirar.

Había crecido escuchando, que si no era lo que quería, podía ser actriz como ellos, pero simplemente, yo no compartia ni el talento, ni la pasión por ello. 

Y vivían recordandome, que necesitaba ser juiciosa, que el estudio era primero y el amor después. Apesar del "gran" ejemplo, que me brindaron.

Lo sabía todo, mi madre había estado con mis padre a los 16 añitos, al igual que yo, mi padre le llevaba siete años de por medio, ¡Siete! Aun así su amor perduró con los años. Eran como   Romeo y Julieta, pero con un final mucho mejor...Se querían, y lo hacían de verdad, en su mirada todavía prevalecía, aquella magia,  aquel brillo de amor, que muchas parejas perdían tras el pasar del tiempo.

—¿Vick? — Sus manos sujetaban mis mejillas con preocupación. Había perdido el hilo del asunto.

—Eh, ¿Qué pasó?

Sus labios sonrieron al escucharme.

—Estás muy perdida amor, ¿Está todo bien?

—Lo está, es lo mismo de siempre. El temor a que nos descubran, mi padre te mataría, ¿Lo sabes no?

— Lo sé, pero vale la pena. — La mano que apretaba mi pierna, ahora se deslizaba, en mi mejilla. —Eres perfecta, Dios mío.

Me dijo tras besar mis labios, con una condenada dulzura, como si se tratara de un manjar, algo asombroso de probar...

Mis manos se concentraron en su pecho, sentía su respiración mezclarse con la mia. Estaba más fuerte que antes, más hombre, y mis mejillas no tardaron en volverse totalmente rojas.


VICTORIA SMITHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora