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-¡Padre,Padre! ¡Mire el dibujo que hice en la escuela!

Gritaba la pequeña infante corriendo a los brazos de su padre con la más pura de las sonrisas.

Sus grandes ojos pardos brillaban de felicidad, corría a toda la velocidad que una niña de 8 años puede correr. Sin embargo, la cara de su padre; un hombre serio, frío y recto. Le advirtió que hoy no era el día. Nunca lo era.

Corina estaba acostumbrada, después de todo, nunca conoció otra cosa. Su pensamiento era que su madre la amaba y se lo expresaba con besos, abrazos y palabras de aliento y su padre, lo demostraba trabajando para mantenerla a ella, a su hermano y su madre.

Su padre era su héroe, pero si le preguntaran no sabría decir el porque. Ni ella ni ningún miembro de la familia, simplemente lo amaba, haría cualquier cosa por ese hombre.

-Es hermoso Corina.- Respondía Dimitry, sin ninguna emoción en su voz, así era él. Incapaz de sentir.

Despierta.

Despierta.

Despierta.

-¡Despierta! Estamos a punto de llegar a su castillo, princesa- Dijo el hombre, con burla.

Se secó las lágrimas, ensuciando todavía más su cara con el polvo y la roña que llevaba 3 días acumulando en esa vieja furgoneta.
Su cabello estaba pegado a su frente, grasiento y sucio. Los raspones de sus palmas y rodillas estaban sanando, daba gracias a dios porque no se hayan infectado.

Necesitaba una ducha, sin embargo no les pediría nada, ni siquiera le habían asegurado vivir un día más.

Abrazó sus rodillas, 3 días habían pasado y todavía no asimilaba los hechos. No quería hacerlo.

¿Dónde quedarían sus sueños?¿Sus estudios? ¿Su querido hermano? ¿Como estaría Valentín?

Ni siquiera sabía si seguía en Rusia. Lo primero que hicieron fue subirla a un avión y esa misma noche la metieron en el furgón dónde pasaría los 3 siguientes días. Junto con 2 hombres de color que se turnaban para hacer guardia. Pero ¿De verdad era necesario? ¿Qué podía hacer una adolescente de 14 años de metro cincuenta y seis de altura, sedienta, herida y desnutrida contra un hombre de metro ochenta y cinco? La respuesta es nada, y tanto ella como ellos lo sabían, no obstante tanta era su crueldad que disfrutaban viéndola ahí, sola, indefensa. Los gritos de esta pidiendo ayuda, llamando a su padre, a su madre, incluso a su ausente hermano les excitaban. Esa pequeña zorrilla tenía suerte, su jefe dió órdenes explicitas sobre que la niña tenía que llegar intacta.

La pequeña Corina por otro lado, esperaba impaciente y a la vez aterrorizada el momento en que la sacaran de ese vehículo. No sabía lo que le esperaba, si sería mejor o peor que lo que estaba viviendo en ese instante, pero necesitaba salir. Sentía que le faltaba el oxígeno, tenia miedo de hacer movimientos bruscos. Llevaba tanto abrazada a sus rodillas que ya no sentía su cuerpo, tenia miedo de haber perdido la sensibilidad porque hacia relativamente mucho que estaba así.

"Oh madre, usted no merecía esto, padre sé que todo es un error,usted vendrá por mí. Valentín te amo, se fuerte y Dios te lo suplico, cuida de mi, de mi familia y acoje a mi dulce madre en tu gloria."

-¿Sabes quién te espera pequeña?

Era la primera vez que le preguntaban algo, no se sentía capaz de hablar, su garganta estaba seca. Negó con la cabeza.

-Tu nuevo dueño- se carcajeó ante los ojos lacrimosos de la niña- tranquila cuando la deuda sea saldada serás libre, en unos veinte años, aunque con esas curvas que estás desarrollando y esos singulares ojos quizá el jefe quiera que seas suya algún que otro año más.

No sabía de dónde provenía ese hombre, su acento no era ruso, debía ser latino. En su interior seguía rezando para que en dónde sea que fuera, la trataran con más bondad.

Que equivocada estaba. 

PADREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora