Pyro.

Capítulo 2.

A menudo recuerdo a Pyro. Me prometió que nos volveríamos a ver, y sigo esperando que cumpla su promesa. Sí, aunque aún me cueste reconocerlo, sí, puede que esté enamorada de él, por eso sigo con esperanzas de volver a verle... Puede que esto no sea lo que ninguno de los dos buscamos, pero esta es la situación a la que hemos llegado.

Todo empezó ese día, el día que las llamas cubrieron mi casa, el día que podía haber muerto, el día que le conocí. Ese día tenía tan solo 10 años, y creí en haberle visto, nunca pensé que fueran imaginaciones, y ahora, tampoco lo pienso.

Desde el día que lo conocí, pasaron 4 años hasta que volví a verle, era un día normal, pero no del todo, mis padres se habían separado, y mi madre había conseguido nuestra custodia así que nos mudamos con mi madre a un pequeño piso que se encontraba cerca de nuestra antigua casa, la cual por supuesto habían derribado y en su lugar había una casa moderna de formas geométricas.

A mí no me gustaba vivir allí, me costó mucho superar lo que había sucedido y aún seguía teniendo pesadillas. Ese día, volvía a casa del instituto, volvía andando con mis hermanas porque mi madre estaba muy ocupada con la mudanza y no podía recogernos a la salida. Mientras que mis hermanas y yo volvíamos, les dije que se adelantaran y me paré delante de la casa moderna, la cual, antes de ser así, era mía.

Recordé muchas cosas que pasé allí, y de ellas, casi todas eran bonitas, me senté en la acera, y me paré a pensar en el día que se incendió, en mi cabeza, pasó todo cual película. Y en mis pensamientos se colaba un nombre en concreto, Pyro. 

Empecé, poco a poco, a recordar con más detalle, y aclaré mi memoria, Pyro, el niño del fuego. No dí importancia, ni la más mínima, a eso, pensé que como era una niña, el miedo, me jugó una mala pasada. Ese día al volver a casa mi padre estaba en la puerta, porque venía a visitarnos, me dió una maleta con cosas que me había dejado. Y se marchó a un hotel, estaría una semana aquí y luego volvería a su casa.

Subí a mi cuarto, tumbé la maleta en la cama y vi que mi padre me había metido, una cajita, atada con un lazo, que contenía dentro un collar precioso con forma de corazón y con un rubí en el centro. Aún hoy conservo el collar y pienso que es el regalo más acertado que mi padre me pudo hacer.

Me miré al espejo y me puse el colgante, salí al jardín y cogí mi bici, le dijé a mi madre que saldría y rápidamente fuí hacia el hotel para darle las gracias a mi padre. Estuvimos horas hablando y me dijo que procuraría venir más para que hiciéramos cosas juntos. Después volví a casa porque se estaba haciendo tarde. Cuando llegué, mis hermanas habían puesto la mesa, cené, vimos un rato la televisión y me fuí a dormir porque estaba agotada.

Esa noche tuve otra de mis pesadillas. Hoy aún sigo teniendo de ellas, pero poco a poco, mis recuerdos se van difuminando y mis pesadillas, igual. Ese día me levanté de un sobresalto y me senté en la cama. Como cada vez, cogí un peluche que conservaba desde muy pequeña y me puse los auriculares esperando que mi ipod, como de costumbre, hiciera el resto.

Pero a pesar de eso, no conseguí dormirme y me levanté para ir al baño. Cuando estaba en el pasillo, escuché un sonido y vi luces que venían la planta de abajo. No me asusté ni mucho menos, yo pensaba que eso se debía a que alguna de mis hermanas estaría despierta, pero me equivocaba, bajé las escaleras y nada más bajar, vi un chico; pelo negro, ojos azules, más o menos mi edad, y su cuerpo, en llamas. Pyro, sin duda, era aquél niño. 

Su luz hacía mis ojos brillar, él me miraba, con ojos tristes y una sonrisa, no del todo feliz, sentí pena por dentro, a la vez admiración y asombro, es algo que no se podía definir. Le observé y él a mí por unos instantes, me tomó la mano, y desapareció.