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Bien. Él no iba a permitir que Emilio hiciera exactamente lo que él hizo.

Tampoco era como que iba a tirar aquella puerta que los separara, le gritara sin cuidado que estaban unidos de alguna u otra forma y terminarían besándose con ganas contra la pared más cercana. Sonrió tras pensar en aquello, negó con la cabeza para sí mismo y se armó de valor para tocar la puerta. No podía permitiese tener ese tipo de pensamiento. Por Dios, Emilio era su mejor amigo y la situación en la que se encontraban era horrorosa.

Ni siquiera tocó, simplemente giró el picaporte y asomó su cabeza. Lo encontró dándole la espalda, hurgando quién sabe qué en sus cajones. Carraspeó para llamar su atención.

Sólo había pasado un día dónde él creía que había sido de sosiego. No fue así aunque Emilio no quiso demostrarlo.

La mirada del mayor chocó contra la del menor, sonrojando así al más pequeño.

¿Desde cuándo se volvía tan pequeño ante la presencia de su mejor amigo?, ¿Desde cuándo estar con él lo intimidaba? Quería dar media vuelta y echarse a correr, tal vez regresar a casa de su madre & refugiarse en el regazo de su progenitora mientras llora a causa de un chico. No sería la primera vez que pasará aquello. Sí, eso le vendría bien, pero no. No era el momento.

Se percató que seguía mirando a Emilio, distraídamente recorrió su mirar por toda la habitación. Estaba haciendo tiempo para encontrar las palabras, palabras que no sabía formular.

mmm hola –. Una sonrisa floja se posó fugazmente en los labios de Joaquín. Por su parte, Marcos hizo una simple mueca. —Quiero hablar contigo –. Prácticamente rogó.

El de rizos suspiró cansado. Sabía que debían hacer aquello. Se sentó en el borde de su cama de dos plazas, Joaquín quiso imitarlo pero no lo consideró correcto. Se adentró a la habitación, cerró la puerta tras él y se recargó en la misma.

—No recuerdo nada de esa noche –. Avisó antes de que Bondoni pudiera iniciar la conversación. Joaco trató de buscar su mirada y conectar una vez más, fue imposible pues su rostro yacía entre las palmas de sus manos. Frustración reflejaba Emilio. Tan vulnerable.

—Ni yo –. Aseguró. Emilio volteó a verlo. —Estábamos ebrios, drogados, no estábamos en nuestros cinco sentidos –. Cruzó los brazos.

—Estamos casados –. Seguía viéndolo. Negó con la cabeza incapaz de creer aquella locura. —Somos muy jóvenes como para mantener un matrimonio –. Bromeó. Emilio estaba tratando de aligerar el ambiente, había tenido un día para pensarlo, para estar con él mismo. Un día se decía nada, pero había analizado muy bien.

—Bueno, ya vivimos juntos –. Se encogió de hombros poniendo un toque de humor a su comentario.

Domésticos –. Se rió de su propio comentario y soltó un suspiro que salió lastimero. —No creo que sea momento de bromear, pero ayudó —. Asintió como respuesta. Emilio volvió a hablar. —Somos un desastre, ¿No es así? Joaco, no podemos estar así, huyendo, ignorando esto.

Se sintió pequeñísimo de nuevo. —Lo siento, no sabía que hacer –. Milio hizo un ademán de manos restándole importancia.

Pasaron un par de segundos donde tanto Joaquín como Emilio se perdieron en la nada, en la tranquilidad de su hogar.

—¿Qué quieres hacer? –. Cuestionó una vez que el silencio comenzaba a molestarlo.

—Un divorcio exprés es muy costoso –. Hizo una mueca. —Estoy quebrado en este momento.

—Yo “quebré” –. Imitó comillas con sus dedos. —Mi relación –. En realidad se sentía mejor. No era justo para ninguno de los involucrados en ese intento fallido de noviazgo.

—Amelia seguramente me odia en este momento. Tiene años enamorada de ti.

Meh –. No era que despreciara los sentimientos de la chica, pero no quería hablar de ello.

El silencio gobernó en la habitación nuevamente, teniendo efecto en ambos pensamiento. Emilio divaga, imaginó por un momento lo que sería en realidad mantener una relación más allá de la amistad que habían entablado entre ellos. Lo que sería tomar su mano, aunque uh, bueno él ya lo hacía, lo que sería dormir junto a él, aunque, bueno eso también ya lo hacía y besarlo, lo que sería besarlo, aunque mmm alguna vez lo había hecho también.

¿Qué clase de amistad era aquella?
También había viajado con él, había reído, había llorado.

Malditos pensamientos, maldita amistad tan liberal. Ahora estaba confundido.

—Cómo sea, lo arreglaremos.

(…)

Una semana silenciosa pasó lenta y tortuosamente, hablaban, pensaban pero no resolvían.

Lía y su corazón roto habían regresado a casa de sus padres. Deseaba sanar para estar ahí para sus amigos, porque, después de todo, todos ahí eran amigos, los mejores amigos.

Diego se había mudado al cuarto de al lado, compartiendo cama y todo el tiempo con Guillermo. Eran tan extraños, tan cercanos que sólo confundían más a Emilio. Él sospechaba que se habían enamorado o algo así, así que se dedicaba a observarlos no muy discretamente.

También había dejado un sinfín de solicitudes de empleo en todos las tiendas que se había topado en su recorrido de “liberación”, había salido a alguna plaza al azar y había seleccionado las tiendas donde él creía que podría ser fácil trabajar. Hasta ese día no habían llamado de vuelta.

Joaquín seguía en lo suyo, ayudando en la boutique de su mamá, pasando más tiempo con ella, siendo aconsejado y de alguna u otra forma evitando estar en casa. Cuando no hacía nada su mente volaba, imaginaba mil escenarios desde posibilidades de ir a Nevada y ponerle fin a aquello hasta un escenario donde Emilio decía que era mejor así y su matrimonio se quedaba como legal por el resto de sus días. Era tan creativo con sus pensamientos que hasta a veces temía de sí mismo.

Esa noche, Joaquín entró al departamento, traía consigo un par de bolsas de papel donde traía un poco de la canasta básica de alimentos, así la encimera dejaba de estar tan vacía y descuidada como se encontraba en esos momentos.

Ignoró a Diego, que yacía frente al televisor de la sala de estar, sentado muy cómodamente en el sofá que ya venía incluido con el alquiler del piso. Fijó su mirada en la mano de su amigo, la cual descansaba sobre el regazo de Guillermo. Arqueó una ceja y los saludó con un pequeño murmuro.

Entró a su habitación, tratando de buscar un momento de tranquilidad, para despejarse y despejar la mente. Estaba cansado.

—Hola –. Murmuró Emilio desde su cama. Joaquín volteó a verlo asustado. ¿Qué hacía ahí? —Yo, uhm, tomé una pequeña siesta aquí –. Respondió a la pregunta que jamás formuló. Aún con sus ojos abiertos por la sorpresa asintió lentamente tratando de buscar una explicación lógica ante aquello, ¡Su habitación estaba en la puerta conjunta!

Joaco buscó su pijama y salió sin decir nada en dirección al cuarto de baño. Tomaría una ducha caliente y volvería a su habitación.

Regresó y sí, Emilio seguía ahí, jugueteando con su almohada. Era raro, fuera de lo común.

—¿Qué ocurre? –. Preguntó al fin. Lo conocía tan bien que sabía que aquello no era normal.

—Apaga la luz –. Pidió en un susurro. Joaquín concedió aquello.

Entre penumbras vió como su amigo alzaba las mantas para invitarlo a acurrucarse ahí. Lo hizo, porque al final del día, en la oscuridad eran ellos dos. Dos almas abiertas ante el otro, perdidas en la nada, perdidas en la confusión de su estado, pero atadas, salvadas. Eran dos personas, dos personas que se conocían más que nada, que se querían y apreciaban. Eran el complemento del otro. Su amistad iba más allá. Era lo más puro y sagrado que alguna vez habían experimentado. Eran todo y por una noche llena de incertidumbre podían pasar a ser nada.

Sintió la calidez de la mano del otro sobre la suya. Rostros cerca del otro. Un momento íntimo, sin dobles intenciones, únicamente la claridad de la amistad, de esa amistad que nunca, jamás podrían romper. Ellos no podían perderse, les dolía, los volvía miserables, los volvía tan tristes y enojados. Disfuncionales sin el querer ajeno.

Se acercaron un poco, se acurrucaron entre ellos, brazos rodeandose.
Joaquín sintió el silencioso perdón de Emilio. Él sabía que haberle ocultado su nueva verdad había sido perdonado y dejado en el olvido. Emilio sintió el cariño que Joaquín le brindaba.

No habría más peleas, estarían bien. Lo podían sentir.

¿Esto está bien? ¿Tiene sentido?

En resumen, su amistad es su prioridad, uh, ¿Sí?

Bien, disculpen el incumplimiento del horario de actualización (? No he tenido tiempo, ya saben, escuela, trabajo, diplomados, pedos mentales, un buen de cosas.

Espero que no les moleste que la historia este avanzando así.

amm, les quería agradecer a quien sigue leyendo & comentando. Es muy lindo saber que sí lo leen & les gusta.

Muchas gracias por todo 💜

Express marriage. |Emiliaco| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora