Extra

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En su extensa vida como medico, militar y persona, jamás había visto a un ser humano capaz de hacerle perder los estribos más de una vez.

Le vio morir, saltar de un maldito edificio y se atrevió a volver con él, a buscar de su ayuda en el, que el hombre luego de pasar por un (mentiroso) duelo, se sentía libre de continuar con su vida al lado de una mujer.

Gracias a ese hombre su mente había creado un mantra, uno peligroso y que sabía no iba a seguir.

"No caigas en el mismo idiota dos veces."

Pero ciertamente los labios de su nuevo y viejo amante le tentaban a caer en el pecado, a jadear sobre ellos y a derramar sus insultos cuales ríos de saliva.

Le jaló de la camisa para poder así realmente dejar de fantasear por sus labios y tenerlos encima, poder lamer su cuello y poder escuchar cómo esté le pedía ir ligeramente más rápido.

—Tus deseos son órdenes.

Murmuró el mayor mientras buscaba la manera de abrir su camisa, Sherlock le tomó de las muñecas para impedirlo por lo que decidió bajar directo a su entrepierna, sonrío al ver el bulto y empezó a darle un masaje muy superficial, ya entre ellos no habían sentimientos, lo único que movía al mayor eran sus deseos, la pasión y una pequeña furia muy justificada, que planeaba derramar en forma de lamidas al sexo de su amante.

Recordaba como tuvo que negarle todo a Mary, como su rostro cambiaba mientras él hablaba, solo Dios sabía como amaba a esa mujer, siempre tan hermosa y elegante, incluso para aceptar el termino de su relación.

Quería romperle la ropa, arrojar todo lejos y besar todo su cuerpo, averiguar si seguía en las drogas, si tendría parches de tabaco o marcas de agujas en sus brazos, marcar todo su vientre con los dientes y gruñir contra su sexo.

Pero ambos sabían que eso no iba a ser posible.

Sherlock había observado al hombre en todo momento, habiendo analizado todos sus sentimientos y sus pensamientos con tal sólo un vistazo, pero deleitado de saber que el mayor seguía deseándole de aquella manera, incluso si lo hacía parecer falso.

El detective empujó al ex militar a un sillón, observando como su cuerpo se abría esperando órdenes o al menos un poco de contacto.

Ambos sonrieron, y aunque, dentro de sus mentes, el deseo y la necesidad venían de distintos núcleos, ellos sabían que se necesitaban de esa manera, su hilo se les había estirado tanto que rebotaron contra el otro a esa necesidad impera de sentirse entre ellos. Era Sherlock quien llevaba las riendas en ese momento, jadeando sobre el cuello del militar y tanteando con largos dedos de violinista, la suave piel del estómago de John, acariciaba sus curvas con un deseo mayor a uno sexual, algo que hacía que su corazón palpitara más cálido.

—Eres un idiota por creer que podría dejarte.

Un beso fue dejado en el lóbulo de la oreja del mayor, escuchando un jadeo del mismo en respuesta, se sentó en sus piernas, juntando sus entrepiernas por sobre sus ropas y buscando así generar una fricción más que agradable, sus suspiros se mezclaron en sus bocas, al igual que sus lenguas y su saliva, las manos de John se metieron en el pantalón ajeno, masajeando y apretando a gusto su culo.

Éste, de su chaqueta, sacó una botellita de lubricante.

—Que conveniente.

Gruñó el mayor, mientras le quitaba el lubricante y le acomodaba sobre el sillón para poder ver mejor su entrada.

—Por supuesto, pude predecir todos tus pasos hasta ahora. ¿Por qué crees que no ha entrado nadie a ésta oficina? Sabía ibas a desearme pasionalmente. — Habló elevando sus caderas, esperando a que el mayor empezara a estimularle, no se había limpiado por nada.

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⏰ Última actualización: Feb 06, 2021 ⏰

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Vida de pareja [Lemon/Johnlock]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora