Prologo

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Aquel atardecer de colores vividos como el fuego es lo que más resalto en mi mente esa vez, el cálido brillo del sol en el horizonte que impactó contra mi rostro me devolvió a la costa de arenas blancas en la que me encontraba contemplando el paisaje, llenaban mi alma de tranquilidad y paz, aunque sentía que algo estaba mal, dentro de mi faltaba algo, algo que debería tener en mente, pero que yo olvide, así sin más.

A pesar de saberlo, una gran sonrisa se dibujó en mi rostro, era una sonrisa de alegría, de placer inmenso, pero dentro, aún tenía ese sentimiento de haberlo perdido todo, todo por lo que alguna vez luche, por lo que yo añoraba, por lo que mi vida seguía; al ocultarse el sol, comprendí.

De mis ojos salían lágrimas a caudales, ríos de lágrimas cristalinas que no paraban de fluir, un vacío aún más grande que el anterior me invadió por completo.

—Lo siento. — Dije de pronto sin previo aviso. —Soy un idiota, no debí abandonarte, por mi culpa paso todo esto. —

Aquel llanto dolía, ardía como si un chorro de alcohol pasase por una herida abierta, no era común, trataba de dejar de hacerlo, pero no podía.

A pesar de ello, la luz púrpura que de pronto llegó frente a mí, me llenó el corazón de calma.
Al ver la fuente de aquella iluminación sonreí de una manera muy lúcida, tratando de ocultar las lágrimas que aun rodaban por mis mejillas.

La mujer con una armadura blanca y reluciente se acercó a mí, dejando la lámpara de aceite a un lado en el suelo y cuidando de no ensuciar sus rodillas de arena, me abrazó.

—Todo estará bien, ya verás que sí— Se dirigió a mí con una voz dulce y tranquila de seda, entrecortada por el mismo sentimiento que yo poseía en mi interior.

Lo acepte, deje que las lágrimas salieran de mis ojos, mientras abrazaba a aquella mujer que me daba tranquilidad, aquella mujer con una armadura de caballero que apenas le quedaba pero aun así era mi salvación.

El demonio olvidadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora