O2. Los Romanov y las responsabilidades

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Dahlia

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Dahlia

El banquete empezó como todas las grandes celebraciones orquestadas por su alteza Romanov, pero había algo más, lo notaba en los ojos de mi padre, estaba triste, melancólico.

—¿Estas bien, papá?- puse mi mano en su hombro, él se limitó a tomar un gran trago de aquella sidra espumosa y asintió, pero las lágrimas se asomaban en sus ojos.
Sonreí amargamente y me encamine con mi madre, estaba hablando con una familia de alta clase que me era difícil ubicar. —Madre, ¿qué está pasando?– ella sonrió.

—En un momento lo sabrás, mi querida Romanov– acarició mi cabello y depósito un beso en mi frente.

El banquete continuó lleno de vestidos grandes y felicitaciones por todos lados, pero me era imposible pasarla remotamente bien, lo único en lo que pensaba era en aquellos ojos vidriosos de mi padre; y entonces el momento llegó, un pequeño campaneo proveniente de aquella tarima improvisada hizo que todo el jardín guardará silencio y pusiera su atención a mi madre.
—Hoy, hace ya 18 años, nació mi pequeña Romanov, aun recuerdo lo primero que sentí al tenerte en mis brazos, alivio, alivio de saber que la dinastía seguía. – fruncí el ceño algo confundida, mire a mi padre y aquellas lágrimas ya estaban recorriendo su mejilla. –Hoy me complace anunciar que Dahlia Romanov volverá a Rusia junto con su futuro esposo: Antone Smirnov – en cuanto terminó de decir eso la copa que tenia entre mis manos se deslizó lentamente y se rompió en mil pedazos, en ese momento entendí la angustia de mi padre, y las lágrimas salieron rodando.

Todo empezó a moverse en cámara lenta, como pude salí de aquel montón de gente, al llegar al baño, el ataque de pánico empezó, la respiración se me cortaba, y las lágrimas me impedían ver con claridad.
—¿Dal? – escuché la suave voz de mi padre del otro lado, como pude me levante y abrí la puerta, me desplomé en sus brazos y él correspondió.

—No me quiero casar, papá, no quiero volver a Rusia.– solté entre sollozos, mi padre se limitó a abrazarme y acariciar mi cabello.

—Perdóname Dahlia, intente impedirlo.–
Un fuerte golpe interrumpió nuestro abrazo, era mi madre.

—Por dios, Dahlia Romanov, hiciste que todos se fueran.– su voz carecía de empatía y era tan fría como su adorada Rusia.

—No es momento, Anastacia– la voz de mi padre era fuerte y protectora, todo lo contrario a mi madre.

—En algún momento tenia que saberlo, no podía seguir por la vida pretendiendo que no existen responsabilidades.

En cuanto escuche eso, me levanté y empecé a correr con todas mis fuerzas, podía escuchar los apurados tacones de mi madre pero sabía que no podría alcanzarme, sus gritos ni siquiera llegaban a mi canal auditivo, corrí tan fuerte que el aire se me fue y en cuanto regresé a la realidad, estaba frente al colegio, Ben me miraba desconcertado.

—¿Llegue a tiempo para recibir a los nuevos?– intente soñar tranquila, pero el maquillaje corrido me delataba. 

—Cariño, te vez horrible- No había notado a Audrey detrás de mi, me giré y le di una sonrisa.

—Oh, lo siento su alteza, ¿No estoy a la altura?– el sarcasmo salió solo, casi sin querer. Audrey sonrió, estaba a punto de contestarme cuando una camioneta se estacionó justo frente a nosotros.

De ahí salieron cuatro chicos uno a uno con algo que llamaba mi atención, sin embargo aquella chica de cabello morado se llevó toda la atención restante.

Uno a uno sé presentaron con nombres tan impresionantes como su descendencia.
—Soy Dahlia, hija de Peter pan - me acomode un poco el cabello y les estreche la mano, cuando yo hablé la tensión que había en el ambiente se disminuyó y noté que sus sonrisas era sinceras.

—¿Hija de Pan eh? Conozco a alguien con quien te llevarías bien– la voz de Mal era casi como la imaginaba, rasposa pero al mismo tiempo suave, reconfortaba luego de vivir escuchando voces chillonas forzadas.

Me limité a reír; el resto de la tarde se pasó entre enseñar cuartos y dar horarios, sin embargo la convivencia con ellos era natural y de cierta forma agradable.

—Bueno, Hija de Peter Pan, gracias por enseñarnos el lugar, en verdad creo que eres de las pocas personas agradables aquí.– en cuanto Evie habló, entendí el carísima que poseía y del que tanto hablaban.
—Claro, este lugar necesita un cambio.

Un gran estruendo alertó a todos lo que nos encontrábamos en aquella alcoba, nos asomamos por la venta para ver otra camioneta.
—¿Solo llegarían ustedes? - pregunté confundida.
—Oh no, el programa acepto a dos chicos más, creo que será mejor que no les digas quien es tu familia- Carlos mencionó burlonamente.
Y entonces una chica con trenzas y cabello azul salió de la camioneta, seguida de un chico de apariencia desafiante, en cuanto note el garfio en su mano entendí aquel comentario.

—El hijo de Garfio- comenté mientras tragaba saliva.
—Y créeme que no es muy amigable que digamos- Cuando Mal comentó eso, aquel muchacho notó mi mirada, dirigiéndome una sonrisa y un casi imperceptible guiño.

—¿Cuál es su nombre?
—Harry Hook- dijo Jey con una molestia en su voz. —Aléjate de ellos Dahlia, no son muy amigables, y estoy seguro de que Hook no te recibirá con los brazos abiertos.

At least you're not a princess [Harry hook] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora