ϲαριτυℓο ύиιϲο

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Era un lindo día en San Fransokyo. Los villanos no atacaban, el sol no quemaba, y sorprendentemente, Hiro estaba de muy buen humor. Llamó a sus amigos y los citó en un parque cercano, festejarían la tranquilidad del día con un picnic. Su emoción era tal, que se encontraba antes de tiempo en el lugar.
Acomodó la manta y puso la cesta a un lado, dejando a Baymax distraerse con una mariposa azul mientras él sacaba su celular y esperaba.

No muy lejos de él, una elegante pelirroja observaba con fascinación el ser tecnológico que perseguía una de sus amadas mariposas. ¿Cómo alguien podía crear algo así? Sin duda los humanos no dejaban de sorprenderla.

Ivy se recargó en un árbol, las mariposas que siempre la acompañaban la abandonaron para revolotear alrededor del robot. Rió enternecida.

—Lo sé, es lindo—comentó alguien sobre ella.

Levantó su vista y lo vió: sobre el árbol se encontraba un chico con rasgos asiáticos viendo la escena.

—¿Eres amiga de mi hermano? No recuerdo haberte visto —comentó a la vez que volteaba, agrandando los ojos en cuanto su mirada se encontró con la de ella.

Paren todo. ¿Acaso ese chico la podía ver?
Era una completa locura. Muy pocos niños creían en ella, no imaginaba que un adulto lo hiciera; pero ahí estaba él, hablándole.

Tadashi estaba igual de sorprendido. Cuando le habló, jamás pensó que la chica voltearía a verlo.
Estaba acostumbrado a ser ignorado porque, obviamente, nadie lo veía u oía.

—N-no. Él no puede verme, así que no puedo hablarle —dijo, desviando la mirada de un intrigado Tadashi—. El gigante blanco que lo acompaña es fascinante.

Tadashi seguía mirándola, era curioso que dijera que no podía verla.

«Acaso ella… ¿Es como yo?», pensó.

—Soy Tadashi, un gusto…

—Ivy, el gusto es mío —correspondió el saludo.

Él bajó del árbol, sentándose a su derecha con un poco de timidez.

—Baymax es adorable, ¿No? —preguntó a la chica.

—¿Quién?

—El robot. Tú lo llamaste "gigante blanco", pero su nombre es Baymax —explicó—. Es un Asistente Médico Personal que yo creé.

—Wow, ¡¿Tu lo hiciste?! ¡Eso es tán genial! —chilló emocionada.

—Hiro, mi hermano, es un pequeño genio muy impulsivo. Antes hacía muchas cosas peligrosas, temía que saliera lastimado, por lo que decidí crear a Baymax —informó, mirando a su hermano. Ivy lo observaba también, lo dicho por Tadashi le resultó muy tierno.

—Eres un gran hermano. No cabe duda que Hiro tiene suerte de tenerte —alagó volteando a verlo, pero se desconcertó un poco al ver la cara melancólica de su acompañante.

—Baymax hace un gran trabajo, pero él no es yo. Si tan solo pudiera… Bueno, quisiera yo ser quien lo cuidara —lamentó.

Ahí fue cuando Ivy lo entendió: Tadashi estaba muerto.

No pudo evitar sentir pena por él. La tristeza que reflejaban sus ojos cuando confesó lo anterior era sumamente desgarradora.

—Amas mucho a tu hermano… —afirmó, recibiendo un asentimiento de cabeza.

Ivy quería volver a ver la hermosa sonrisa de Tadashi, por lo que tomó una de sus manos y depositó una semilla de las que siempre llevaba consigo. Él levantó una ceja por tal acción, pero cuando iba a cuestionar, ella hizo señal de que guardara silencio, y empezó con la función: de su mano derecha emanó un pequeño listón de luz verde que con lentitud se dirigía a la semilla, rodeándola. Con un movimiento de dedos, está se abrió, dejando a la vista un brote que poco a poco iba creciendo y tomando forma.
Cuando Ivy paró, Tadashi estaba sorprendido: lo depositado en sus manos había pasado de ser una simple semilla, a un mini-Baymax de hierbas.

—¿Cómo hiciste eso? —preguntó, examinando los detalles del objeto en sus manos.

—Soy el espíritu de la primavera, miembro de los Guardianes —informó.

Guardián, esa palabra le sonaba. Buscó entre sus memorias más viejas alguna pista de ello.

—¡Por supuesto! Sé quien eres. Cuando era niño, mis padres solían contarme historias sobre ustedes. Nunca les creí, pues pensaba que eran inventos que los padres les dicen a sus hijos para que sean felices y duerman bien. Jamás me imaginé que fueran reales.

—Pues lo somos.

Ambos callaron, disfrutando del silencio acogedor que se formó.

—Sabes… creo que también eres un Guardián —mencionó Ivy.

—¿Por qué lo dices? —inquirió. En ese momento, sus antiguos amigos iban llegando, lo que hizo que una sonrisa se formara en su rostro.

—Los Guardianes existimos para cuidar y proteger a los niños, pero también porque ellos no dejan de creer en nosotros —dijo viendo al feliz grupo de amigos—. Tú estás aquí porque ellos no dejan de creer en ti, pensando que aún estás a su lado. Y si lo estás, protegiéndolos como puedes —volteó a verlo—. Puede que no seas un guardián oficial, pero para mí, ya lo eres.

Tadashi no pudo evitar sonrojarse y sorprenderse. Lo que ella le dijo hizo que en su pecho se formara una sensación cálida.

—¿Por qué no damos una vuelta al parque? Podemos conocernos mejor —sugirió Ivy, sonriendo.

—Claro, pero antes… —cortó. Se levantó y caminó hacia sus viejos amigos y hermano, bajo la mirada curiosa de la chica. Con mucho cuidado, depositó lo que tenía en sus manos dentro de la cesta que sus amigos llevaban.

Regresó con ella y le tendió una mano, siendo aceptada al instante.

—Cuéntame de ti. ¿De verdad existe el tal Jack Frost? —ofreció su brazo, Ivy rió y lo entrelazó para empezar a caminar.

—Pues…

Y mientras ellos se iban, Hiro se estiraba para agarrar un sándwich; pero su mano no tomó lo que esperaba. Con mucha curiosidad, observaba lo que parecía ser un Baymax de hierbas perfectamente bien tejido, incluso pensaría que su forma natural era esa.

—Oigan —llamó la atención de los demás—. ¿Quién trajo esto?

Las respuestas fueron obvias: ninguno. Tampoco sabían cómo llegó eso ahí pero igual lo veían maravillados.

«Tadashi… »

Observó el objeto. Miró al cielo y sonrió melancólico.

«Él está aquí»

SOUL ━━ ᴛᴀᴅᴀsʜɪ ʜᴀᴍᴀᴅᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora