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La punta de 0.5 milímetros del estilógrafo se deslizó con precisión en el papel ledger, dando por finalizado el plano en el que estuvo trabajando durante toda la semana. Sonrió con orgullo al ver la propuesta de la torre bancaria que estaría por ser construida próximamente. Se estiró sobre su silla, relajando su adolorida espalda, dándose cuenta que estaba demasiado tensa. Mientras giraba levemente el cuello oyó su teléfono sonar. Suspiró con cansancio viendo de reojo la pantalla, estaba tentada en dejar pasar la llamada y que está se perdiera, pero se trataba de su madre. La conocía a la perfección y no contaba con la suficiente paciencia cómo para querer oír sus reclamos. Respiró profundamente y contestó con pocos ánimos.

—¿Estás muy ocupada? —preguntó la mujer del otro lado, cómo si en verdad le importara la respuesta de su hija.

—Si —contesto Alena con un poco de impaciencia.

—Llamaba para que me confirmaras si asistiras al cumpleaños de tu abuelo.

Alena volteó los ojos, ya sabía a donde iba la conversación.

—Si mamá, te dije que sí iré —respondió con desgano viendo hacia el plano que había terminado —Y si me disculpas, necesito regresar al trabajo...

—¿Aún estás en la oficina? — inquirió su madre con incredulidad.

—Estoy en casa, trabajando... —explicó ya un tanto fastidiada —Tengo que colgar.

—¿Cómo qué aún estás trabajando? ¿No ibas a salir por tu aniversario?

Alena suspiró cerrando los ojos, estaba a nada de colgar y dejarla hablando. Pero no se permitía hacerlo, aunque ya era una mujer adulta, le temia más a su madre de lo que la respetaba. No estaba dispuesta a dar lugar a una discusión sin sentido, en la que su madre se haría la víctima frente a todos cómo siempre ocurría.

—No, Alexander también tiene trabajo que hacer. Saldremos otro día. —tomó una larga respiración y continuó —Ahora si me disculpas, tengo que seguir con un plano...

—¡Oh! Entiendo hija, bueno, espero que estés el sábado en la fiesta de tu abuelo, mándale mis saludos a Alexander, los esperamos.

La llamada finalizó y Alena dejo el teléfono en la mesa con desgarbo. No era una mala noche, para nada, pero no esperaba pasar la noche de su primer aniversario de bodas trabajando. Alexander la había llamado horas atrás, diciéndole que llegaría tarde y que la reservación para la cena de aniversario quedaría cancelada.

No quiso demostrarle que la noticia le afectaba, se mostró comprensiva y solo le respondió: «yo también tengo trabajo que hacer, nos vemos en casa». Confiaba en Alexander, no tenía problemas con eso, sabía que era entregado al trabajo y era imposible que se quedara ahí por alguien. Ahora que ella los vigilaba constantemente, en lo que más pensaba era en hacer bien el trabajo que les había asignado y no hablar de más. Era por el bien de ambos y de sus respectivas familias.

Ya eran cerca de las once de la noche cuando la puerta del estudio de Alena se abrió, la cabeza pelinegro y perfectamente peinada de Alexander se asomó por la puerta e inspeccionó la habitación hasta dar con Alena. Con una pequeña sonrisa se introdujo en la habitación, haciéndola parecer llena con su presencia de 1.90 metros.

—Hola —saludó con una sonrisa ladeada.

—Hola —respondió Alena dejando sus lentes de lado.

Lucían agotados, pero se mantenían de pie sin problema alguno.

—¿Estás por terminar ya?— le preguntó viendo los planos en otra mesa.

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⏰ Última actualización: Dec 12, 2021 ⏰

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¿Qué le sucede a William?©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora