La primera vez que estuve lejos de casa fue todo un lío para mi, me quedé en el hogar de dos ancianos ya enfermos.
El primer día fue como si estuviera caminando en alaska desnuda luego de haberme mojado con un balde de agua con hielo, de todo menos feliz.
A la semana ya me sentía algo menos fuera de mis casillas, aún me sentía extraña al no tener otro medio de comunicación que mi boca, no hablaba con mis amigas ni tenía redes sociales; solo me quedó leerme todos libros que tenía descargados en pdf -la mayoría de autoayuda- y así poder distraerme de mi encierro.
En ese trazo de tiempo aprendí muchas cosas, como lo dependiente que era de mi celular y de las redes sociales, fue algo difícil de asimilar pero al final es como una cachetada que te hace darte cuenta de la vida que estabas llevando.
El señor con el que vivía me preguntaba constantemente "¿por que estás triste hijita?" Al principio lo sentí cómo un sabotaje a mi persona, yo sabía que estaba mal pero no quería aceptarlo, era la primera vez que me preguntaban directamente la causa de mi tristeza sin que yo dijera "estoy mal" así que se me hizo algo confuso los primeros días y me limitaba a responder "No, no estoy triste" aunque fuera totalmente cierto que me estaba llevando la chingada.
También fue la primera vez que me portaba tan responsable, en mi casa no hacía casi nada- solo lavar trastes, limpiar mi habitación, lavar mi ropa, cocinar- era más hacerme cargo de mi misma que otra cosa. Pero mi mamá me enseñó que en casa ajena uno tiene que ser lo que no es ni frente a los jueces, así que me tocó hacer de todo en el lugar.
También fue la primeras vez que me sentía tan cohibida, la pareja de ancianos se la pasaba discutiendo y yo solo quería arrancarme las orejas.
Fue un duro inicio pero fue mas llevadera mientras o más tiempo pasaba en esa casa, llevadero más nunca placentero.
