"Paraíso del Demonio"

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- Señor y Señora Ravera, lamento comunicarles que su hija sufre de un nivel elevado de trastorno de identidad, ya que la niña que ustedes conocen no reconoce que tiene otra identidad, sin embargo la otra que parece tener una inteligencia indescriptible para su edad, sí reconoce que la otra Rouse fue abusada y teme volver a la realidad. Pero si hacemos una serie de decisiones y tratamientos eso se puede terminar. Lo bueno es que parece ser que la operación en la cintura ya no le causa tanto dolor como antes -

- Dios mío ¿Cree que ella sería capaz de autolesionarse o hacerle daño a otros? - preguntó la madre.

- Me es imposible saber eso a estas alturas, pero conozco una psicóloga que se especializa en estos casos y puede ayudarlos - dijo el hombre calvo de anteojos grandes con su título identificado en un cuadro de la habitación hospitalaria, tendiendo un pequeño papel a los padres de la niña que se hamacaba divertidamente en la silla.

- Mientras tanto ¿Qué nos recomienda? -

- Que tengan mucho cuidado - dijo el mismo observando a la pequeña con temor.

Podía escuchar sus voces en mi cabeza, pero no podía reconocer a ninguno de los doctores o psicólogos que me atendían en aquellas épocas de mi infancia, que para cualquiera podría considerarse como la mejor faceta de su vida. Pero para las personas como yo, que habían sufrido traumas de pequeños, la frase infancia feliz no existía, y más aún para los pequeños que estaban siendo devorados por los perversos experimentos del horror.

No se podía contar la cantidad de niños que se esparcían por el suelo envueltos por enormes mantos rojos que les tapaban toda la piel, ni mucho menos podía ver a los habitantes que correteaban como locos por todo el pueblo subterráneo. Estaba en shock; ni siquiera podía parpadear o dejar salir una pizca de aire de mis pulmones.

- ¡Nooo! - gritó Vlad a mi derecha con furia y dolor, apuntando su arma en dirección a las bestias que se arrastraban por el suelo llevándose todo por delante. Sin previo aviso, el azabache nos había dejado atrás para que él pudiera acercarse a los experimentos y comenzar a dispararles.

- ¡Vlaadd! ¿Qué estás haciendo? Vuelve aquí; debemos irnos - grité desesperada avanzando en dirección a él, pero de pronto un brazo me detuvo - ¿Brian que estás haciendo? Soltame.

- Debemos irnos.

- No me iré sin él. No lo voy a dejar. Entonces lo empujé con fuerza y corrí en busca del primer soldado muerto que aún tuviera su arma para tomarla y así poder ayudar a Vlad. No podía abandonarlo en este lugar mientras que él se quedaba luchando por los demás y nosotros escapábamos. Corrí unos cuantos metros esquivando las personas que huían despavoridas chocando entre sí, para encontrarme con un montón de soldados heridos que aún sostenían sus armas con sus últimos alientos de vida, como si solo valiera luchar hasta el final.

- Ya he luchado lo suficiente, tomá la mía - dijo un joven soldado apoyado contra un enorme poste de luz. Sin embargo, cuando me acerqué más y más a donde estaba, me di cuenta que se trataba de una mujer rubia con cabello corto, de ojos verdes y uniforme de soldado - ellos aún no comprenden nada - susurró extendiéndome su arma lentamente. Un hilo de sangre descendía de su boca sutilmente hasta su mentón, goteando en su pecho repetidas veces.

- ¿Por eso me ayudas, porque te rendiste?- pregunté mientras tomaba el arma negra entre mis manos con seguridad.

- ¿Para que seguir peleando? Solo mirame, solo miralos correteando por el corral como gallinas a punto de ser seleccionadas para la cena. Sabía perfectamente quién tenía la razón en esta conversación, así que solo me limité a mirar esos ojos verdosos y susurrarle unas últimas palabras antes de que muriera.

El Demonio de ParadiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora