Capítulo 3

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Rebeca estaba en la primera fila, escuchando al sacerdote. Las palabras que decía el sacerdote sobre la biblia no le interesaba, para ella no era nada. Ella estaba agachada, con su gorra le hacia ver como una chica mala, con las manos en los bolsillos y sus ojos cerrados.
Todos se concentraban en ella menos en las palabras del sacerdote, cuando el sacerdote terminando de hablar y vio que todos se encontraban mirando a Rebeca, el sacerdote hizo acercar el micrófono hacia el libro e hizo cerrar a la biblia causando un gran susto a los presentes, menos a Rebeca, ella no sintió ni un sentimiento o emoción alguna.

Cuando termino la misa todos se retiraron sin antes dirigirse una mirada fría y asustadizo a Rebeca.

-Buenos días hija -dijo el sacerdote con una sonrisa, ella abrió los ojos y alzo el rostro -¿Cómo estás?

-Pues Padre como crees que me siento -dijo Rebeca

-¿Puedo sentarme?

-¿Por qué me preguntas padre, usted no es el dueño de este lugar? Y ante tu pregunta anterior ¿Qué debo sentir, felicidad, alegría y que más? Creo que me estoy olvidando de los sentimientos y de las emociones -el padre tomo asiento.

-Aquí es la casa de Dios hija mía, solo te estaba preguntando si te podía acompañarte creo que estas exagerando que estas olvidando los sentimientos y emociones.

-Dije ¿Creo? Quise decir nada, no siento nada, ni por nada del mundo padre y si, ya me olvide.

-No es novedad que las personas vengan tan solo por mirar a la mujer misteriosa que siempre esta vestida de negro -empezó a reírse mientras que Rebeca se mantenía seria -Sé que Dios te tiene algo hermoso en el futuro hija.

-Siento que usted esta melancólico por mi padre, incluso esas personas, uno de ellos miedo, alegría y odio; miedo porque una mujer vestida de negro esta en una iglesia y seguro piensan que soy el mismo demonio, alegría porque les gusta escuchar las palabras de la biblia y es como su refugio este lugar, por último odio porque hay una mujer vestida de negro y esta faltando el respeto a la iglesia, pero obvio padre a mi no me interesa lo que digan de mi y que sientan por mi, yo no siento nada.

-Si lo sé, en verdad siento que pronto algo maravilloso te sucederá.

-Lo sé de memoria, en verdad necesito escuchar su opinion sobre mi historia, sobre mi verdad.

-Hija en verdad no tengo miedo y peor vergüenza -le regalo una sonrisa y acarició el rostro de Rebeca -Sé que antes que te pongan la maldición te sentiste morir, he escuchado a muchas niñas decir eso, nadie debe pasar eso, todas lucharon y yo se que tú también lo haras, eres fuerte hija mía - bajo sus manos.

-Eso no se llama fuerza padre, te vendiendo, te has quedado sin palabras, solo quería saber que opina de mí.

-¿Cómo están los demás? ¿Cómo les fue el trabajo? -cambiando de tema.

-Yo como todos los días de trabajo, termino herida pero ellos están bien.

-¿Cuando les dirás la verdad?

-Todo a su tiempo padre, creo que ya se acerca, el niño no para de hablar de aquí y de allá, creo que sabe según "Verdad" de su padre.

-Entonces suerte, para la próxima vez te puedes sacar el gorro.

-Para la proxima claro, cuando estemos solos.

-De acuerdo hija.

-¿Cómo está su guardian?

-Es una buena persona hija, le dije que descanse.

-¿Qué descanse? Pero su trabajo es cuidarte.

-Lo sé, pero...

-Solo usted para dentro padre, por lo visto no sale muy seguido de la iglesia.

-Sí, eso es cierto pero tengo mucho trabajo.

-Leyendo la biblia, eso no es... -el sacerdote le un leve golpe con su codo -¿Qué fue eso padre?

-Sabes a que me refiero -Rebeca sonrió de medio medio lado.

-Al menos hago enojar a los demás.

-¿Algo más que pueda ayudarte? -dijo el sacerdote.

-Quiero ver quien acudió a la iglesia.

-Haber déjame acordarme -el sacerdote puso su rostro pensativo mientras que Rebeca se levanto y se arreglo la gorra -Sí, una mujer vino llorando junto con su esposo, pobre pareja.

-¿Llorando? Están exagerando, seguro su hija esta poseída -dijo normal, como si se tratase de una simple gripe o algo parecido.

-No creo que estén exagerando, en sus rostros se notaba la tristeza enorme.

-Eso ya veremos -cambiando su postura.

-Exacto, no saques conclusiones apresuradas.

-Bueno iré a ver -dijo apuntando a la estatua de Jesús.

-Nos vemos pronto hija.

El padre se levantó y retiró, mientras que Rebeca se acerco hacia la estatua, subió al altar y encontró un sobre; el sobre consistía la dirección, algunas palabras y el dinero. Ella camino por pasillo haciendo sonar sus botines, pero escuchó unos aplausos.

-Nunca cambiaras verdad -ella se volteo y se encontró con el guardian del sacerdote y era un... -Nunca cambiaras Ángel.

-Soy su guardian y tú no debes estar aquí, sin alma.

-Tu propia gente no sabían el origen de un sin alma, hasta el momento sintieron miedo...

-Exacto -dijo el ángel -Hemos sentido pero ahora sabemos el origen de un sin alma, la maldición perfecta. No sé tu historia pero... -le miro de pie a cabeza a Rebeca -¿Cuántos pecados hizo una niñita como tú? Por algo te han puesto la maldición, cuantos años tienes...como 18,17 o 20.

-Dijiste que no querías saber de mi, tengo trabajo que hacer.

-No sé por qué un sin alma mata a un ángel y cómo es posible eso. Varios motivos, mismos testimonios, pero de la noche y de la mañana desaparecen.

-Pregunta al cónclave, pregunta a tus hermanos.

-¿Cuál es tu trabajo? matar ángeles.

-Suerte en descubrir lo que hago

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