Capítulo 11.

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Desde aquella vez que me susurró eso, no le he podido mirar a los ojos como antes. Me habla tan amigablemente, me ayuda cuando no alcanzo algo de la alacena, me sonríe y nunca se queja de algo mío. Y justo cuando lo veo siento mi cuerpo lleno de mariposas revoloteando incesantemente. ¡Auxilio! No me quiero enamorar de él. No debo hacerlo.

Saqué mis bocetos de dibujo; había pasado más de una semana que no dibujaba en él. No sé porque se me vino a la mente la vez que conocí a Logan, pero quise plasmarlo en un dibujo. Puse mi lápiz y mis demás útiles que utilizaría y me puse en marcha. Nadie estaba en la casa, ya que la familia Styles —más bien Gemma, Sophie y Harry. Ya que nunca sus padres se encuentran en casa, sólo para dormir y ya— habían salido para visitar a su abuela.

Comencé por dibujar a Logan; sentado en el pasto cerca de los juegos que había en el patio de la escuela, llorando. Mientras Steven y su cuarteto de chicos malos le pegaban por no haberles dado su comida. Recuerdo muy bien la cara del idiota de Steven; con espinillas, rubio y una mirada de odio hacia todos inmensamente. Justo como la de Harry. Claro, antes de que me empezara a tratar así. Recuerdo muy bien que yo le gustaba a Steven, siempre me hacían burla con él porque me regalaba los chicles que les quitaba a los niños de primero. Por supuesto, yo no los aceptaba. Aun así a él yo le gustaba, y nunca supe el porqué. Hasta que su madrastra se lo llevó del estado. Sé que él era así de bravucón porque tenía una familia difícil; su padre era un alcohólico que se encontraba en prisión por robar una joyería. No tenía madre y su madrastra lo maltrataba mucho, haciéndolo trabajar en las tardes con su amante. Siempre quise ayudarlo, más nunca me atreví, era muy pequeña.

Después, me dibujé a mí, con mis típicas trenzas que me hacía mi madre para ir a la escuela. Amaba esas trencitas, hasta que a mi madre le dio artritis, y nunca más volvió a poder peinarme. Y yo sólo tenía ocho años. Así que a mis hermanas las peino yo, bueno, sólo a la más chiquita.

 Al terminar mi dibujo, le puse mi firma y lo guardé enseguida en mi boceto de dibujos.

—Selena, los jóvenes se tardarán mucho más ¿No quieres tomar un descanso? Sólo por una hora, puedes ir a comer con tu familia, si gustas. —me dijo la Sra. Roberts sacándome de mis pensamientos.

—Ah, sí. Sólo iré a ver algo con un amigo y regreso, no tardo. —iría a ver a Logan, sólo para distraerme un rato.

Pero la gran sorpresa que me llevé al llegar a su casa fue ver a Sarah en la puerta, esperándolo.

— ¿Sarah? ¿Tú que haces aquí? —tan solo verla me dan náuseas.

— ¡Hola, Selena! ¿Cómo has estado? —me sonrió y me iba a abrazar, pero la esquivé.

—Mejor, sin ti, claro. Por ti mi baile de graduación fue la peor. —le espeté, no me gustaba tenerle rencor a alguien, pero Sarah era una de esas personas que no puedes evitar odiar al tan sólo verla.

—Ah, sobre eso, Selena. Por eso vine a por ti. Pero no estabas en casa, supuse que estarías aquí pero ya veo que no —miró mi uniforme— ¿Eres sirvienta?

—Eso a ti no te incumbe. ¿Para que querías verme? ¿Para decirme otra mentira más como la del cáncer de mi padre? —estaba enojándome en serio.

—Pero…es verdad, Selena., no miento ¿por qué querría hacerte daño?

—Eso tú sólo sabrás. Jamás te hice nada y siempre me odiaste. ¿Recuerdas el baile de graduación? ¿El baile de primavera? ¿Cuándo salí por primera vez con Jordan Gull? Me arruinaste todas esas veces, y otras más. Desde el primer semestre de preparatoria siempre quisiste arruinarme todo lo que hacía, los trabajos, las exposiciones, los bailes, las citas. ¡Todo! Y justo cuando me he deshecho de ti, cuando ya no te volveré a ver nunca más, te vuelves a aparecer en mi vida. ¿Ahora quieres arruinarme la universidad? ¿Mi vida entera? —estaba enojada. Había soportado todo lo que me había hecho en la preparatoria por el simple hecho de que su vida era una miseria, al no tener madre y un padre que no le hace caso. No dejaría que arruinase mi vida de afuera.

—No, Selena. Yo…lo siento. —empezó a sollozar.

—Sal de mi puta vida de una vez, por favor. Antes de que yo misma te mate a golpes. —giré mi bici y decidí volver al trabajo.

Esa plática me había dejado de mal humor, de muy mal humor… Y aunque tratase de que se me bajara la furia, no podía. Las imágenes de ella burlándose de mí, haciéndome pasar vergüenza se reproducían una y otra vez por mi cabeza. Pero ni una lágrima derrame, me había prometido a mí misma desde el día que la conocí en que no lloraría por alguien como ella.

— ¿Selena? ¿Ya has llegado? No te tardaste… ¿Quieres comer? —dijo la Sra. Roberts pero la ignoré.

—Por favor, Sra. Roberts, no me hable por ahora. Estoy algo alterada y no me gustaría desahogarme en usted. La respeto mucho. Y cuando estoy enojada no pienso lo que digo o hago. Lo siento —le hice una reverencia y me fui hacia la cocina; mi escondite.

Por fin todos habían llegado; ya era noche. Y aun así, yo seguía enojada. Cuando les serví de cenar, esperaba ver la mirada fulminante de Harry hacia mí, lanzándome sonrisitas tímidas. Pero no…no estaba ahí.

— ¿Y…Harry? —pregunté dudosa. —Está en la sala de juegos, con sus amigos. —Dijo Gemma— ellos me dan miedo.

—A mí también —susurró Sophie riendo. Sus amigos ya habían ido varias veces, pero sólo a nadar o por él para salir con ‘‘chicas’’.

— ¡Sra. Roberts! ¡Traiga cervezas! —gritó Harry asomándose por la puerta y la Sra. Roberts aceptó. Preparó las cervezas y me las dio.

—Por favor, llévaselas. Yo estoy lavando los trastos. —asentí y bajé los peldaños hacia el sótano, que daba hacia la sala de juegos.

Justo antes de abrir la puerta, escuché voces.

— ¿Y cómo vas con la apuesta, Harry? —dijo una voz varonil.

¿Una apuesta? ¿Cuál apuesta?

—Ya casi, sólo espera unos días más. La tengo. Ya quiero ese hermoso Ferrari en mi propiedad. —dijo la voz de Harry orgullosamente.

—Todavía no cantes victoria, chico. Mi Ferrari no estará en tus manos hasta que cumplas la apuesta. Se ve que esa chica no es fácil. —dijo la misma voz de al principio.

— ¿Cuándo te la vas a coger? —apareció otra voz. ¿Cogerse? ¿A quién?

—Ya casi…sólo espera…La muy puta ya cayó rendida a mis encantos. Como todas. Al principio era ruda, pero ya sabes, con un cambio de actitud ‘cursi y romántico’ todas, absolutamente todas, caen rendidas a mis pies. Pienso cogérmela mañana, por la noche. Y ese Ferrari será mío.

—Pobre de esa sirvienta, le romperás su pobre y mugroso corazón.

Estaban hablando de mí.

Dangerous |Harlena| »Adaptación« |Cancelada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora